domingo, 9 de junio

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Sociedad

La homofobia no estará en la sociedad que imaginamos

El activismo imagina las utopías que necesitamos para acabar con la discriminación. El heterosexismo está en quiebra, pero una sexualidad obligada es la marca que aún sigue situándose en el centro de las prácticas afectivas ¿cómo salir de lo que parece un callejón sin salida?.

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Por Agustín Mora Palomares- Entender la homofobia como el desprecio a las personas homosexuales simplemente parece que ha quedado insuficiente para construir respuestas legislativas, sociales y culturales, en tanto que las manifestaciones han podido sufrir cambios.

La homofobia representa tanto las violencias que reciben las y los homosexuales como quienes no se ajustan a los mandatos de género.  No hace mucho, en Ciudad Real se produjo una agresión física (seguida de otra verbal) a un chico por “parecer homosexual", este ejemplo es una parte pequeñísima del conjunto de violencias que hombres y mujeres sufren en todas las etapas de sus vidas.

La homosexualidad, simplemente y alejada de estereotipos, es la atracción por personas de tu mismo sexo y género.  Es una orientación sexual que, como todas las demás no heterosexuales, ha estado perseguida en nuestro país y aún hoy lo está en muchos lugares. Hablamos de lesbofobia cuando concretamos la homofobia en las mujeres homosexuales, hablamos de bifobia cuando nos referimos a la homofobia que se particulariza en las personas bisexuales. El género, por tanto, es determinante a la hora de comprender ese desprecio hacia quienes no son lo que deberían ser.

Desligar el género de la orientación sexual para abordar las situaciones de discriminación y desigualdad, nos dificulta comprender el impacto tanto del genero como de la homofobia en las personas LGTBI.  El sexo, el género y la orientación sexual nos pertenece y nos construye, pero esta construcción no está exenta del valor social que cada comunidad le asigne, por ello cabe hablar de un régimen.

El régimen que quebramos: la heterosexualidad obligada

La heterosexualidad obligatoria es la marca cultural que está en el trasfondo de cualquier forma de agresión homófoba. Consiste en la presunción de heterosexualidad que indiscriminadamente realizamos a cualquier persona y que discrimina a todas aquellas que tienen que manifestarse contrarias: “no soy heterosexual” es la expresión que en infinitas formulaciones tienen que realizar quienes están al otro lado de la heterosexualidad. Ramón Martínez resumía  en una serie de axiomas esta marca cultural:

1-Todos los seres humanos son heterosexuales: hasta que se demuestra lo contrario

2-La heterodoxia sexual puede corregirse: terapias de conversión

3-Las personas no heterosexuales son diferentes: el trato que debe darse también

4-La heterodoxia  sexual no debe ser visible: tapar las vergüenzas de la sociedad

5-No es necesario representar la realidad de las personas no heterosexuales

6-Dos personas del mismo sexo no son una pareja: son algo extraño y anómalo

7-Las personas no heterosexuales no son aptas para ejercer la crianza: la crianza requiere una figura paterna y otra materna para que no haya desviaciones

8-Las personas no heterosexuales tienen menos necesidades: no precisan de servicios específicos

9-Las personas no heterosexuales no tienen autoridad: ni son aptas para tenerla, porque aunque lo fueran no se les reconocería

10-Las personas no heterosexuales transmiten enfermedades: promueven la promiscuidad y el libertinaje

Hacer un repaso de las propuestas políticas de quienes se sientan en las instituciones hoy -y de quienes han estado bajo cualquier sigla o formación- nos permite identificar a quienes trabajan para este régimen.

La consecución de derechos como el matrimonio igualitario y el reconocimiento de la heterodoxia sexual han quebrado gran parte de estos axiomas, permitiendo avanzar hacia una sociedad más justa, plural y democrática.  Solo el lobby ultraconservador enuncia estos axiomas y solo la mezquindad partidista de conservadores y liberales le permite en algunos territorios tener capacidad de veto e influencia en las políticas públicas.

En nuestro contexto, a pesar de los grupos reaccionarios, gran parte de los axiomas han perdido su validez. El desprecio a las personas LGTBI ha perdido justificación social en gran medida por los logros legislativos y la enorme capacidad de trabajo del activismo. Poner sobre el papel los axiomas es un ejercicio necesario de memoria para prevenirnos de lo que ya fue y reflexionar sobre lo que queda por ser.

El activismo construye utopías, piensa la sociedad de hoy para imaginar la del mañana. Pero también pone cuerpo. Han sido y son los cuerpos de las personas no heterosexuales los que han hecho posible crear nuevos principios sobre una máxima: la liberación sexual.

Pensar la afectividad, cuestionar el régimen heterosexual, poner el cuerpo a la heterodoxia sexual ha hecho posible llegar hasta aquí. Pero es un camino que no ha terminado. Nos queda despatologizar identidades, nos falta garantizar el igual acceso a los recursos en el mundo rural y el urbano, nos falta seguir transformando las desigualdades en justicia social.

Tenemos pendiente construir nuevos imaginarios colectivos, seguir cuestionando todo lo que encadena a las sexualidades. Nos falta mucho para poder decir que hemos puesto fin a la homofobia, pero seguir deseándolo es necesario y lo es tanto como poner nuestro cuerpo a una necesidad que nos interpela a todas y todos con distinta intensidad pero con la misma urgencia.