Opinión
A raíz de la noticia que leíamos hace unos días sobre el acercamiento de cinco presos de ETA a sus lugares de residencia, me ha venido a la memoria el proyecto de “acercamiento a la justicia restaurativa” que llevé a cabo en el Centro Penitenciario de Ocaña I, al cual agradezco que me diera la oportunidad de desarrollarlo, junto a la Fundación Atenea.
Este proyecto se basaba en un taller reflexivo que se impartía de forma semanal con un grupo de reclusos. El objetivo principal era la concienciación, por parte de los victimarios (quien comete el delito), del impacto que tiene en las víctimas directas o indirectas vivir un hecho traumático, así como todas las consecuencias que se derivan del delito y la doble victimización que a veces se realiza por parte de la sociedad. Este proyecto quise desarrollarlo desde que vino a clase a contarnos su experiencia Txema Urkijo, a quien admiro desde ese día, recalcando que este proyecto es mínimo en comparación con el que se llevó a cabo en los Encuentros Restaurativos de Nanclares de Oca, el cual podéis investigar a través del documental “el perdó”.
La justicia restaurativa es bastante desconocida en España, pero considero que su implantación se hace cada vez más necesaria. El Trabajo Social hace que estemos en constante contacto con población vulnerable que, en muchos casos, han sido víctimas de hechos traumáticos de diversa índole. Somos agentes que acompañan en el proceso de estabilización y superación a las víctimas que lo sufren, por lo que sabemos que, demasiadas veces, la justicia punitiva (la que busca el castigo) no consigue satisfacer completamente las necesidades de las mismas. Hemos dejado totalmente de lado la parte emocional, esa que nos atormenta cada día lanzándonos preguntas que no podemos contestar, por ejemplo, “por qué a mí”.
Esa parte emocional no se llena con indemnizaciones o sentencias condenatorias porque a veces requiere de un perdón, requiere ser escuchado, poner cara al causante del daño, escuchar por qué lo hizo, etc. Todo ello se consigue a través de procesos de justicia restaurativa, buscando reparar un daño causado en todos los aspectos, económicos, sociales y emocionales.
Del proyecto llevado a cabo en el Centro Penitenciario me llevo un recuerdo maravilloso de una experiencia que no voy a olvidar nunca por la calidad reflexiva del mismo, por el intercambio de ideas y los progresos de los que fui testigo durante las sesiones. Entre ellas, y a colación de la noticia de hace unos días, que cuando se condena por un delito nunca se debería castigar a las familias que, al final, son quienes sufren no pudiendo ver a sus seres queridos. Y que, al contrario de lo que puede pensar mucha gente, un porcentaje importante de los participantes pedirían perdón a las víctimas de sus delitos sin obtener beneficio de ello.
El trabajo social y la mediación, por tanto, tiene que ser capaz de contemplar estos procesos restaurativos y apostar por ellos, puesto que en muchas ocasiones son parte necesaria en el proceso de superación de los hechos traumáticos vividos por víctimas, tanto directas como indirectas.