Opinión
El decir la verdad puede ser hiriente o causar una reacción de respuesta fuera de lo común por quienes se sientan heridos al saber que las otras personas están conociéndola.
Todas las personas de bien saben y conocen en su gran mayoría la existencia de la población inmigrante que empezaron a venir a partir del año 2000 aproximadamente. En un comienzo hubo alarma por la cantidad de personas que se presentaron en un corto espacio de tiempo, pero esa alarma cambio a silencio por lo que empezó a significar en actividad económica que rápidamente se empezó a notar en nuestro municipio. Se alquilaban todas las casas antiguas y desocupadas que existían hasta la práctica totalidad. El aumento en ventas de alimentación, ropa, venta de medicamentos, la restauración y, sobre todo, las ganancias que los agricultores locales empezaron a experimentar, pues les había tocado la lotería. Les llegaba mano de obra mucho más barata, la mayoría de los inmigrantes no poseían permisos de trabajo ni permiso de residencia, no habría que dar de alta a la seguridad social y, como cosa normal, estas personas aun así necesitaban cubrir sus necesidades básicas. Este hecho fue aprovechado por una buena parte de empleadores, que, ante la oferta masiva de mano de obra, pudieron abaratar los precios y comenzar a pagar de un 50% a un 70% menos, pero no solo pagar menos, sino que podían aumentar el tiempo de trabajo de 8 horas a un mínimo de 10 horas llegando incluso a las jornadas de 12 horas. Sus ingresos y aumentaron considerablemente, porque no solo ahorraban en sueldos (costes), sino que aumentó considerablemente la cantidad y rendimiento en la producción agrícola.
Durante este proceso, los anteriores trabajadores autóctonos del campo pasaron a ser empresarios en la contratación trabajadores extranjeros, y muy pronto su estatus social, medios de trabajo y disfrute cambiaron a mejor con mucha rapidez. Pero en la crisis económica del 2008 esta población descendió hasta casi la mitad.
Ahora, al resurgir de la economía vuelven a venir inmigrantes para el trabajo del campo (los llamados temporeros), pero con la característica de ser procedentes de África y con una fácil diferenciación por su color de piel. Los podemos ver pasear por las calles del centro buscando con sus teléfonos móviles las señales existentes de wifi con las cuales puedan comunicarse con sus familias en sus países de forma gratuita. Estas concentraciones en grupos de 5 a 10 personas han llegado incluso a ser criticadas en los medios de comunicación masiva como Facebook y WhatsApp, y, al olor del conflicto, esta situación es aprovechada por la derecha más rancia del pueblo para acusarles de ser altamente peligrosos y decir que les daba miedo salir a la calle por poder encontrarse con tantos negros. Racismo en su esencia.
La bola de nieve ha seguido creciendo, y las autoridades locales solicitan la presencia de la policía de inmigración, que pronto hace acto de presencia y ejecuta redadas llegando a detener a varios inmigrantes por falta de documentos. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, ellos continúan trabajando en el campo cultivando el fruto que necesitamos para cubrir parte de nuestras necesidades de alimentación.
Llega el uso obligatorio de la mascarilla y nadie, absolutamente nadie, les explica la necesidad de cumplir con la nueva legislación. La administración local no cumple con esta obligación, algunos alegando el idioma, ignorando de forma perniciosa la existencia de otros inmigrantes que residen hace casi 20 años en esta población y conocen el idioma de estas personas, pero esta actitud del Gobierno Local consigue lo pretendido: el repudio y enfrentamiento de la población autóctona contra los inmigrantes. Esto eleva considerablemente el racismo existente y la derecha y extrema derecha da la razón a quienes critican y difaman la presencia del inmigrante.
Sería honrado y realista reconocer que estas personas viven hacinadas en viviendas antiguas y que no cumplen con los requisitos mínimos de habitabilidad, señores del Gobierno Local. Existen leyes que regulan la habitabilidad y que desaconsejan el hacinamiento, sabiendo que este puede ser uno de los motivos de que se produzcan muchos contagios.
A la critica que hace otro partido político por la inacción del Gobierno Local, se permiten el lujo de llamarle racista. No puedo de dejar de comentar la inacción del Gobierno Local en el barrio de viviendas sociales construidas por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, donde se puede decir que es un barrio sin Ley, donde se ha conseguido un enfrentamiento social entre inmigrantes y personas que quieren establecer su ley sin respeto alguno.
Sin acritud, quisiera recordarles a sus señorías que las 6 concejalías de nuestro Ayuntamiento nos cuestan al conjunto de la ciudadanía 182.681,07 € (es decir, la nada despreciable suma de 30.395.572,51 de las antiguas pesetas.) de salario bruto anual, por el esfuerzo y trabajo en llevar el Gobierno Local de nuestro pueblo. Dadas las circunstancias, he aquí algo que no tiene otro calificativo que el del cinismo.
Deje de culpar a los demás YA y póngase a trabajar.