jueves, 25 de abril

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Opinión

Horizonte republicano

Por Julián Sanz Real, Secretario General de Podemos Puertollano.

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"Juan Carlos I se exilia. Se queda la prensa que lo encubrió, el empresariado que lo corrompió, la clase política que lo protegió, la judicatura que miró a otro lado y el ejército de cortesanos que lo aplaudió" David Jiménez, exdirector de EL Mundo.

Lo que era un secreto a voces, se hace patente mediante la huida de Juan Carlos I, constatando por consiguiente que todas las informaciones surgidas en los últimos tiempos van en una dirección poco alejada de la realidad.

El descrédito internacional de España, por los suelos, al ver a su ex-Jefe del Estado, implicado en tramas más cercanas a El Padrino o a Resacón en Las Vegas, que lo que debería estar asociado a una figura de su talla histórica. Dichas informaciones señalan que durante su reinado su única bandera era la del dinero y la del sex-appeal endémico de la corona borbónica. Todo un ejemplo que, de igual modo que su abuelo antes que él, en palabras citadas hace casi un siglo por Valle-Inclán "Los españoles han echado al último Borbón no por rey, sino por ladrón”. Que justo con la que está cayendo ahora, la primera institución del Estado se manche de corrupción, es una losa indigna de la altura de nuestro país.

Huida, que no exilio, por respeto a tantas y tantos compatriotas que, se exiliaron, con una mano delante y otra detrás huyendo de una dictadura fascista, es un desplante al pueblo del que fue monarca durante 4 décadas. Se va sin decir adiós y lo que es peor, sin responder ante la justicia. Porque en una democracia avanzada no se pueden tolerar ciertos comportamientos agravados por haberse realizado en representación de toda una nación.

 ¿La cárcel es para todos? ¿o es para el que roba pan? Lo que es cierto que de aquellos polvos (nunca mejor dicho), vienen estos lodos. La legitimidad inicial con la Juan Carlos I accedió a la corona viene por obra y gracia divina del dictador Francisco Franco, que le dio el testigo, un cambio para que nada cambiase, así fue, los que se acostaron franquistas, al día siguiente se levantaron demócratas, como por arte de magia.

Su línea fue clara, tener una institución “tapón” para frenar cualquier connato rupturista-emancipador en el sentido de las mayorías sociales, los desposeídos, los ninguneados de la historia, los parias, lo que en un periodo breve de la historia se constituyeron como sujeto político como clase obrera o los que en la historia larga se conocen como clases subalternas. Esos a los que en su día Marx arengó con un “no tienen nada que perder, excepto sus cadenas”.

En tierra de nadie se queda el partido más importante, bajo un punto de vista de acumulación de poder institucional y peso en la configuración de la actual arquitectura del Estado desde la última restauración borbónica, el PSOE, que los 14 de abril, y en vísperas electorales, a modo de folclore, enarbola la memoria republicana, pero poco más. Soplar y sorber a la vez, tarea complicada amigo Sancho. Vienen tiempos de definiciones nítidas.

Que España, es hoy, más republicana que ayer, tengo dudas. Que España, es menos monárquica, hoy que ayer, es certeza. Por ello, articular y dotar de contenido, constituyente, al espacio político Republicano, es hoy una necesidad palpable. Un proyecto de país extrapolable, en ese sentido, a cualquier punto de la geografía española es una tarea histórica pendiente para quienes no miran al pasado con resentimiento ni nostalgia inmóvil, sino como herramienta para comprender y transformar el presente, con las mochilas históricas que nos llevan hasta nuestros días y con las nuevas luchas emancipadoras incrustadas en el ADN.

La crisis de legitimidad de la Jefatura del Estado, ahora ocupado por Felipe VI, tiene tres posibles salidas, nueva restauración borbónica (cortesanos varios mediante), cierre conservador (Abascal y Casado calentando para salir) o un horizonte republicano.

El debate acerca del modelo del Estado siempre ha estado latente y ahora salta a la palestra con fuerza, en este momento histórico, junto con las terribles consecuencias de la peor pandemia en un siglo, aún no superada, se nos presenta un ciclo de turbopolítica pasando por delante nuestra.

Nadie ha hecho más por una III República que la Casa Real. Avancemos hacia un referéndum democrático, y que el pueblo decida, pues a la democracia nunca hay que tenerle miedo.