Opinión
¿Mamá, porque no podemos salir de casa si no estamos malas? Preguntaba una niña a su madre llevada de su lógico razonamiento,… porque la enfermedad está ahí fuera, contestó la madre; la cría se quedó pensativa…para ella la situación era tan inversa, rara y novedosa que supongo quedará marcada en su memoria de por vida.
De golpe y porrazo, todos nos hemos visto obligados a convertirnos en seres enclaustrados o recluidos que todo depende del grado de aceptación con que estemos respondiendo ante esta imprevista clausura doméstica. Lo cierto y verdad es que nuestras casas se han convertido en lugares de refugio permanente o casi, para hacer vida sedentaria con aire comprimido, cuando para muchos era solamente apeadero de descanso y poder reanudar la marcha hacia otro día.
Un clausura, un espacio con vistas a un exterior profesional telemático o festivo virtual, radiofónico y televisivo (no quiero pensar que sería de esta situación sin poder recurrir a estos medios de comunicación que sirven ahora para despejar y distraer el pensamiento)…que quizá ahí esté la clave de tomarlo como una cosa u otra…no sólo por el talante con que lo aceptemos, sino en la manera de aprovecharlo.
Un espacio más o menos reducido convertido en improvisado gimnasio, vía verde, biblioteca, cine, restaurante…lugar alternativo para nuestras aficiones y vicios.
Quizá resulte confortante asomarnos al ventanal de vez en cuando y ver volar a los pajarillos y palomas, pensando además que en el campo todos los animales, ignorantes del momento, corren libres. Pero mucho más confortante aún que a las ocho de la tarde, cada día, dejemos lo que en ese momento estemos haciendo y nos asomemos a la calle para aplaudir a todas las personas que luchan para que las vidas no se acaben o trabajan para que el mundo no se pare.
De cualquier forma, nos encontramos en una situación para la que no estábamos preparados ni entrenados y que debemos aprender de manera autodidacta no sabiendo además para cuánto tiempo; que no sé a ustedes, pero para quien escribe, la percepción es de una “inquietante quietud” personal en un mundo que sin embargo sigue girando; como una interminable foto furtiva, metida en una película de acción y misterio, algo tremendamente extraño y raro.