viernes, 19 de abril

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Opinión

Pasotismo

Por Fermín Gassol Peco

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De siempre han existido expresiones que etiquetan y definen ciertas posturas ante distintos momentos y acontecimientos; frases como “la vida misma”, “que me quiten lo bailao”, “más se perdió en Cuba” y tantas otras. Así mismo sacamos a la luz palabras que a modo de colofón apostillan entrevistas y diálogos. Frecuente hoy es acabar una conversación con un ¡¡venga!! …no sabiendo si es un “¡ya está bien de entretenerme, corta ya!” o algo sin sentido, así sin más.

Existen sin embargo otras frases que tienen cierta carga de profundidad, que denotan estados de ánimo, actitudes mentales ante los hechos que la experiencia nos trae, realidades de la vida misma; hoy es muy frecuente acabar una conversación sobre algo que supone un conflicto o problema que no es de nuestro agrado con un encogimiento de hombros a la vez que decimos lacónicamente: “Esto es lo que hay”…Pero ¿Qué pretendemos decir al utilizar esta expresión? ¿Resignación, aceptación con lo que nos viene o tenemos encima, tragar a regañadientes con lo que otros deciden? La frase denota desde luego cierta impotencia, cierta complacencia involuntaria para querer justificar el hecho de no poder cambiar lo que no nos gusta o con lo que no estamos de acuerdo.

La pregunta surge entre espontánea y lógica ¿Por qué? ¿Por qué en un mundo de libertades existe todavía el sometimiento de pensamiento y de acción? ¿Por qué existen las “dictaduras en el comportamiento cotidiano social, político, económico, familiar”? De manera habitual todos nos encontramos en situaciones con las que tenemos que convivir como si fueran las más normales del mundo y que no siéndolo ni de lejos, responden al conocido y popular “ajo y agua”; nadie sabe porque las han impuesto, aunque si conocemos quienes han sido y cómo lo han hecho.

Cada uno sabrá cuáles son sus claudicaciones más o menos voluntarias, “las particulares bajadas de pantalones existenciales que tiene que soportar a diario”. “Atilas” del comportamiento familiar más tirano hacia las personas mayores por ejemplo, las normas más básicas de educación, la integridad mental y física, las verdades más profundas en aras de lo políticamente correcto; claudicaciones ante la falta de honradez y corrupción económica, ante la lógica y sentido común, ante la salud y sobre todo ante la vida. La frase “esto es lo que hay” suena, sabe y huele a una alarmante falta de espíritu revolucionario, a un amargo consentimiento de que unos sigan pisando a los otros, a que unos pocos engallados se impongan a otros muchos acoquinados a una sociedad narcotizada, a un alarmante pasotismo.

El mundo necesita una revolución de agua limpia, luz blanca y letras claras, una revolución en la naturaleza de la inteligencia y los sentidos, donde todo sea más nítido, donde cada día haya más hijos de la luz y menos de la noche, más oxígeno y menos humo y niebla en las mentes, más inocencia en las acciones, más bonanza en el horizonte, más verdad y menos mentira. El sometimiento sicológico y vital a las personas no necesita de metralletas, ni bombas racimo para imponerse, basta con implantar la negación de los argumentos racionales más básicos, pisándolos con las botas de la ignorancia y suficiencia.