Prometer y cumplir, futuro y pasado

Si hablar costara dinero, cuantas palabras sin fundamento dejaríamos de pronunciar. Pero sacar a pasear la lengua es gratis de momento aunque no sabemos por cuanto tiempo, cuestión de impuestos.

Y si recurrimos al diccionario para hablar en futuro la cosa puede alcanzar cotas gloriosas. Prometer es una de las cosas más fáciles y baratas que se pueden hacer o por mejor decir en este mundo, sobre todo en el de la política, máxime si resultan carentes de cualquier responsabilidad si no se llevan a cabo. La condición que deberían encerrar las promesas en un país serio sería poder denunciar a quienes no las cumplen ante notario. 

Pero esta frivolidad tiene su explicación; sucede que en la mayoría de las ocasiones las simples promesas satisfacen a quienes las escuchan sin que exista el mínimo interés en saber si se van a cumplir o se han cumplido. Es la ciega visceralidad que aún nos invade a la hora de votar…contra los otros. Y eso los saben muy bien los políticos que de esa manera tan práctica regalan el oído a sus incondicionales. Los tiempos verbales “haremos, conseguiremos, seremos, promocionaremos”, se vuelven en alegres, prontas y gratuitas palabras al viento.

Una vez más se trata de nosotros mismos. Entrar al trapo de las tomaduras de pelo y la falta de respeto y de memoria. La incoherencia, la inadecuación de futuro y pasado en política, de aquello que se promete y lo que se ha realizado es algo así como el extracto seco en que quedan los jugosos proyectos e intenciones, algunos de ellos inalcanzables desde la misma cuna de la tribuna del mitin en que se proponen; en lo que resultan otros que acaban resultando imposibles por las circunstancias o aquellos que prometidos para ser puestos realmente en práctica, son olvidados en cuanto se tiene asegurado el poder.