jueves, 18 de abril

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Opinión

La igualdad

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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Foto: Emilio Nieto

No es lo mismo hablar que escribir, porque lo que se habla se olvida casi al momento mientras lo que se escribe, como dice el proverbio latino: quod scripsi, scripsi lo escrito, escrito está ; lo que se escribe se puede leer siempre porque perdura en el tiempo y en el recuerdo. Hablar de igualdad en estos momentos es como hurgar en la herida de la sociedad o al menos de una parte de ella que nunca sabremos a cuanta gente representa pero que realmente su vocerío se escucha por doquier aunque, en muchas ocasiones, no se sepa muy bien lo que se quiere decir con igualdad.

La palabra igualdad, como muchísimas de uso ordinario de nuestra lengua castellana, procede del vocablo latino eaqualitas aequalitatis que significaba llano, equilibrado ecuanimidad, homogeneidad. Parece cierto que estos significados dependen muchísimo del campo científico, social o político en el que se emplee este término que, aislado, no quiere decir casi nada o nada, porque como término abstracto, semejante a la verdad, a la bondad, credulidad deben ser acompañados de campos concretos a los que extender su acción.

En el caso de las matemáticas, el signo de la igualdad fue la primera acepción del término pasando a ser la principal herramienta que posee esta ciencia para relacionar entre sí dos términos semejantes o iguales, de tal manera que si se modificara uno de ellos obligatoriamente habría que modificar el otro. En definitiva, la igualdad, dentro de la ciencia matemática, siempre tiene dos componentes que funcionan como iguales. Así pues, igualdad es una equivalencia o conformidad en la calidad, cantidad o forma de dos o más elementos. Según Platón este concepto matemático tuvo una fuerte influencia en otras disciplinas especialmente artísticas, pláticas o musicales llegando incluso a la literatura y a la poesía porque la igualdad se encuentra en la proporcionalidad de los elementos que componen un todo.

La igualdad en el sentido social y político nació en Francia y nació de la mano de la burguesía en el año 1789 cuando ésta derrocó la tiranía del Rey Luis XVI. En este momento histórico, el concepto de igualdad equivalía a que todas las personas tenían derechos y obligaciones ante la Ley. Así pues desde ese momento el concepto de igualdad pasó a significar la total ausencia de discriminación entre los seres humanos, al menos en lo que respecta a los derechos.

El término igualdad en la sociedad vela por el derecho de cada ciudadano, independientemente de su clase social, lugar de residencia, sexo, raza o religión de exigir el mismo trato, de tener las mismas oportunidades y las mismas obligaciones frente a una misma situación real en la que se puedan ver involucrados los seres humanos. A este fin es clarividente el artículo 14 de la Constitución Española de 1978 cuando dice: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Parece que este artículo constitucional deja claro que no puede haber ninguna discriminación, ni positiva ni menos negativa, por razón de sexo, nacimiento, religión u opinión pero recalca que en ninguna situación o circunstancia personal o social.

Entendiendo así la igualdad, de otro modo sería muy complicado, forma parte, casi inseparable, de la Justicia social y por lo tanto su función es la de intervenir en situaciones o sobre factores que propongan discriminación, intolerancia y desigualdad para evitar los errores de la injusticia cometidos en el mundo como pueden ser, y así han sido, la esclavitud o la xenofobia.

La igualdad con epítetos, cuando digo con epítetos, es porque debe llevar este concepto una finalidad de realidad, debe ser la base de toda auténtica relación social entre los seres humanos que para ser verdadera, debe fundamentarse o articularse sobre dos grandes ejes sociales: la verdad y la justicia que sirvan para reconocer y tutelar a cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que puede depender. No debemos olvidar que el ser humano es un todo indivisible y todas sus partes tienen un mismo objetivo que no es otro que la potenciación global y no segmentaria de esta totalidad.

Para el feminismo la igualdad tiene muchas variables o realizaciones, la mayoría de las veces diversas, para llevar a cabo un objetivo que no es otro que el cambio de roles sociales entre hombres y mujeres. Gloria Steinem dice que una verdadera feminista es alguien que reconoce la igualdad y la plena humanidad de las mujeres y de los hombres. Para Gregorio Marañon no son los dos sexos superiores o inferiores el uno del otro. Son simplemente distintos. Emma Watson dice que: La raza humana es como un pájaro y necesita sus dos alas para volar. No cabe duda que los seres humanos, hombre y mujer, debemos ser, al mismo tiempo que independientes, libres, responsables cooperantes para lograr el más grande de los objetivos sociales y convivenciales que es mantener la vida sobre la tierra con plenas garantías de igualdad de oportunidades en todos los sectores sociales.

Así pues, parece necesario aclarar algunos elementos perturbadores que se han ido colando en la sociedad por parte de feministas que creen firmemente que los sexos, especialmente el masculino es el culpable de todos los males que aquejan a esta sociedad y por lo tanto las leyes deben ser más duras y contundentes para un sexo que para el otro. Por otro lado se habla de igualdad como la panacea que soluciona todos los problemas que pueda tener esta sociedad y no somos capaces de distinguir entre igualdad de oportunidades ante la educación, el trabajo, la convivencia, las relaciones sociales o familiares y sin embargo hablamos de igualdad como término absoluto cuando realmente esto es una imposibilidad totalmente real y cartesiana. La igualdad en absoluto no existe ni existirá nunca.

Deberíamos ser conscientes que cuando se habla de violencia de género, este término no es correcto ya que el género, en sí ni es violento ni deja de serlo porque quien puede ser violento es el ser humano en la vertiente de hombre y mujer pero nunca una parte de éste porque el género no tiene voluntad para ejercer la violencia ni puede ejercerla por sí mismo, a este fenómeno se le llama en literatura Metonimia; La parte por el todo. En definitiva el concepto de violencia de género solamente induce a error y a confrontación entre los hombres y mujeres. Por otro lado nunca la presunción de inocencia de un ser humano se puede ver vulnerada ni por la ley ni por nadie ya que es un derecho constitucional recogido en el artículo 24. 2.- de la Constitución que dice: Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia. ¿Esto se respeta en la mal llamada Ley de Violencia de Género?