jueves, 28 de marzo

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Opinión

Trileros jugando a la democracia

Artículo de Opinión de Julián Sanz, secretario general de Podemos-Puertollano

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Somos seres sociales que necesitamos de la comunidad para desarrollarnos como especie en plenitud, producto de ello, el ser humano desde hace milenios se agrupa en comunidades cada vez más grandes y a su vez más complejas, y como una de sus consecuencias colaterales, de manera crónica y sistemática a lo largo de nuestra historia han surgido tensiones entre los distintos individuos y/o colectivos que componen dichas comunidades, surgiendo la imperiosa necesidad de la política como forma de entender nuestra relación, entre iguales y con el mundo que nos rodea.

Algunos entienden el desarrollo de la humanidad como una suerte de mejora y avance constante simplemente por el propio devenir del tiempo, abstrayéndose de todo un cúmulo de variables que orbitan a nuestro alrededor; mientras que hay quienes entendemos que durante el transcurso y la sucesión de las épocas se experimentan procesos similares al movimiento de una montaña rusa, con momentos de profundo oscurantismo en la parte baja y momentos álgidos en cada una de las cumbres parciales que se van alcanzando.

No hay victorias ni derrotas absolutas. Tras cada cumbre han de venir períodos de asentamiento y blindaje de los avances conseguidos, para así poder proseguir, sin prisa, pero sin pausa, la marcha hacia un nuevo horizonte asumiendo los retos particulares que a cada generación le toca, nos toca, superar.

Craso error cometeríamos sí creyésemos que de nuestro vagón no tiran, en direcciones contrarias y con intensidad variable en función del momento político, fuerzas que pugnan por intereses enfrentados, de ahí la necesidad de blindar los avances conseguidos, que necesario es blindar, vía reformas constitucionales, casos como el mantenimiento de unas pensiones dignas que hagan que nuestros mayores pueden llevar a cabo su proyecto vital con la dignidad que se merecen o el matrimonio entre personas del mismo sexo, para curarnos en salud tanto de las recetas neoliberales como de los Bolsonaros de turno, que a día de hoy no parecen tan lejanos.

Mucho costó arrancar la democracia al poder, una democracia que sirve como herramienta de decisión colectiva de los más sobre los menos, esos mismos que no se presentan a las elecciones, pero mandan. Sirviendo, por un lado, para continuar el camino de los avances de las mayorías o bien como un mecanismo de emergencia asemejado al freno de mano del vagón para en los momentos en los que la montaña rusa de la historia es empujada, no inocentemente, a seguir las leyes de la gravedad llevándose cualquier atisbo de progreso a su paso, las mayorías estemos protegidas de la ley de la selva a la que nos quieren abocar. Una ley de la selva en la que el rico y el poderoso estén bien resguardados por su posición, pero para el resto, pues eso, la ley de la selva, el sálvese quien pueda, la ley del más fuerte.

Sano es que en democracia haya conservadores que quieran avanzar más despacio, porque tengan más miedo al cambio o porque tengan más que perder, y quienes queramos avanzar continuando el ascenso del vagón de la historia con paso firme y decidido. La correlación de poder entre ambos es un buen termómetro que mide el estado de una sociedad.

Pero ¿qué es lo que vimos ayer en la Plaza de Colón? ¿Una derecha que sigue las reglas del juego democrático responsable con la estabilidad de un país, o una derecha echada al monte que por tener 4 votos más utiliza unos términos bélicos que poco bien le hace a la democracia? ¿Es sano que en una manifestación que convocan los principales partidos conservadores de la oposición se encuentren opciones antidemocráticas con tintes fascistas, si, fascistas, como Hogar Social Madrid, España 2000 o Falange Española?

Hay ocasiones en los que tienen más importancia las preguntas que las respuestas, y es el momento de preguntarnos, de cuestionarnos y de reconstruirnos, no hablo como partido, hablo como sociedad, una sociedad que ya sabe lo que es retroceder al abismo de la historia y que desde luego no quiere volver. Viene el momento “oportunista” de los trileros que juegan a la democracia solo cuando tienen las cartas marcadas. La lucha de los próximos tiempos, al menos, a corto plazo, no es otra que tirar del freno de mano para así defender la democracia frente a aquellos bárbaros que nos quieren imponer su forma de ver España, su España, aquella idea de nación excluyente, acotada y restringida simplemente a los suyos, pues le sobramos el resto.

Daremos, política, social, e intelectualmente, la batalla, nos jugamos el futuro.

Julián Sanz, secretario general de Podemos-Puertollano