sábado, 20 de abril

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Opinión

La ilusión de un nuevo día

Por Fermín Gassol Peco

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Dino Segré fue un conocido periodista y novelista italiano de origen judío que vivió en la primera mitad del siglo XX, sarcástico y caustico en el lenguaje, perseguido por los nazis y huido a Suiza, exiliado más tarde en Argentina, empleó para realizar los análisis de la sociedad de su tiempo un lenguaje irónicamente contundente sin concesiones ni salvedades para nadie. Su fino estilete como escritor resultó muy incómodo para la hedonista y aburguesada  sociedad de su tiempo. Pues bien él fue el autor de la siguiente frase:” El hombre no vive, como las bestias salvajes, en un mundo de cosas meramente físicas, sino en un mundo lleno de signos y símbolos”.

Si en algo se diferencia el hombre de los demás seres vivos es en la  capacidad  que posee de preguntarse, de interrogarse, de censurarse, de analizar lo que  sucede a su alrededor y a él mismo; utilizar los cinco sentidos penetrando más allá en la realidad que existe a través de ellos para además de mirar, observar; escuchar al oír, sentir al tiempo que palpa, pensar, gozar, sufrir y lo más hermoso y exclusivo, amar.

El hombre actual, positivo, hedonista, inmediato, pragmático, impresionado por sus conquistas, vive  actualmente  ten pegado al suelo que lo sostiene, a las posibilidades físicas que los conocimientos e inventos le procuran que difícilmente puede atisbar más allá de su “estatus” y “estatura”. Vivimos admirados por lo que podemos hacer, también por aquello que creemos saber y por lo que poseemos, pero mostramos muy poco interés en saber quien somos, donde estamos y sobre todo porque y para qué vivimos. Esta filosofía que tenemos de una vida a ras de tierra donde prima lo tangible, lo físico, lo sensorial, conlleva el importante inconveniente de no poder ver ni oír lo que existe en la distancia, en los amplios horizontes que la naturaleza nos ha puesto, menos próxima pero más altiva  y convincente a la hora de responder a nuestra puntual situación vital.

 Es el enorme peligro de vivir de una manera estrechamente racional, pseudo intelectual y emocional actuando de manera meramente instintiva dando respuestas inmediatas y primarias a cualquier contratiempo con que nos sorprende nuestra, creemos, controlada existencia sin estar atentos a los signos que se nos presentan y que hacen preguntarnos, como animal  racional, esperanzado, ilusionado y amante el porqué de nuestra naturaleza tan bella y tan cobardemente egoísta con los más débiles, con los indefensos, con los” imperfectos”. 

El horizonte, la esperanza, la ilusión que nos trae el nuevo día, sea lluvioso o nublado, soleado y templado o helador, es el mejor signo vital de lo imprevisible, variada y sorprendente que es nuestra existencia. Salgamos a su encuentro sin recelo, alcemos los ojos más al cielo y dejemos de mirar permanentemente al suelo. La vida siempre nos está esperando.