martes, 30 de abril

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Opinión

Migración interna: Nuestros pueblos se mueren

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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Foto: clubrural.com

He tenido la suerte de pasar estos días del puente de la Purísima Concepción, fiesta universal declarada por la iglesia católica el día 8 de diciembre de 1854, en la provincia de Ávila, concretamente en la Serrada, uno de esos miles de pueblos españoles que se encuentran al borde de la extinción como después veremos. El Papa Pio IX recogiendo el sentir de todos los cristianos del mundo publica la encíclica Ineffabilis Deus en la que declara como dogma de fe que la Virgen María está libre del pecado original desde el primer momento de su concepción.

La provincia de Ávila, una de las nueve provincias que componen la comunidad de Castilla y León tiene una población de 158.265 habitantes con 248 municipios y la capital con 58.149 habitantes censados. Si la comparamos con Ciudad Real veremos que hay una gran diferencia ya que la población de nuestra provincia es de 502.578 habitantes casi cuatro veces superior a pesar de que solamente tiene menos de la mitad de municipios 102, y la capital con 74.641 habitantes es decir más de 17.492 habitantes que la provincia castellana del norte.

Existen en España 8.124 municipios; más de 4.983 están, en estos momentos, amenazados por la extinción demográfica al subsistir con menos de 1000 habitantes y afectados por procesos de regresión vegetativa al morir más ciudadanos que nacen. No podemos olvidar que la España rural ocupa el 90% del territorio y solamente concentra el 20% de toda la población

Solamente he querido, con estos datos, informar de la situación, aunque diferente de una provincia a la otra, en la que se encuentra el mundo rural en España. Es casi vergonzoso y de plena responsabilidad de los que gobiernan dejar que muchos pueblos, principalmente del centro español, se vayan muriendo lentamente, y digo muriendo porque es esto lo que está ocurriendo en más de 1.321 municipios españoles que no pasan de cien habitantes. De estos municipios hay, cada quince días, un pueblo en máximo riesgo de desaparecer.

Si hoy Azorín recorriera los pueblos castellanos, andaluces y Extremeños, estoy seguro que de su pluma saldría un grito de dolor y posiblemente de desesperanza al contemplar cómo nuestros pueblo se han quedado vacíos de jóvenes y se ha llenado de personas mayores que, con los ojos mirando al suelo, en lugar de mirar el cielo, pasean junto a otros amigos y compañeros que ya gastaron su vida trabajando de sol a sol para que hoy la sociedad y el gobierno regional y nacional les de la espalada y les deje olvidados a su mala suerte.

Los bancos, solamente algunos bancos de los pueblos se llenan de nostalgia y de pensamientos que, ya hace tiempo, se marcharon por el horizonte de la vida y dejaron, en los rostros de sus ocupantes ocasionales, los surcos de la vejez y en muchos casos del abandono. Cuanto mayor es el número de hombres mayores que pueblan nuestros pueblos menor es el tamaño de éstos y más riesgo supone para que la vida, en estos municipios españoles, vaya desapareciendo. La mayoría de estos mayores, por otro lado la inmensa mayoría, viven en riesgo de pobreza, de exclusión social, con los mínimos medios para subsistir, envejecidos y sin esperanza porque a nadie pueden dirigir sus reclamos.

Es triste, más aún, es desolador el abandono social y gubernamental que sufren muchísimos pueblos de nuestro entorno social. Viven, si vivir es esto, pensando en el más allá y en los achaques y enfermedades que les acosan más que en proyectos de futuro para su pueblo y su familia si la tienen. Se han convertido en fantasmas vivientes, de tal manera que al atardecer, si visitamos un pueblo cualquiera de nuestra geografía nos podemos encontrar con señoras envueltas con sus vestimentas, tapadas las cabezas, las caras y arropadas hasta los pies paseando por caminos sin final porque el médico, que llega al pueblo cuando le toca, les ha dicho que es bueno ejercitar sus piernas.

Estos pueblos han perdido al maestro /a de tal manera que si aún hay dos niños, que por suerte del destino, llegaron al pueblo, procedentes de diferentes partes del mundo, son trasladados en autobús hasta la capital para recibir la escolaridad correspondiente. Ha desaparecido el médico que acude al pueblo dos días en semana para atender rápidamente los problemas más urgentes. El secretario del ayuntamiento atiende a los pocos vecinos unas horas a la semana. El sacerdote, que antes vivía en el pueblo, ahora tiene que atender a tres o cuatro pueblos y solamente acude los domingos para impartir la misa dominical. La guardia civil hace ya tiempo que desapareció y solamente se acerca a estos pueblos cuando lo estima conveniente. Nada de farmacias, de lugares de ocio o de recreo, hasta el pequeño bar cierra los días de trabajo. Los ayuntamientos padecen la miseria y la pobreza hasta tal punto que les es imposible atender las necesidades mínimas como puede ser el alcantarillado, la luz, limpieza de las calles o encender algunas luces de navidad y solicitan a los pobres mayores del pueblo el dinero que cuestan las obras cuando las hacen. etc.

Este desolador panorama es bien conocido por los que rigen los destinos de los españoles pero no se dan por aludidos y dejan que el 35% por ciento de la población rural española viva en unas condiciones muy precarias y muy discriminadas en relación con los ciudadanos que han tenido que huir a la ciudad y en ella encontrar las comodidades que, en nuestros pueblos, ya hace tiempo, se perdieron paras siempre. No vamos a hablar de lugares de ocio o divertimento porque solamente existe la calle, y en muchas ocasiones en mal estado, para que los mayores puedan salir de sus casas y dar los buenos días a su vecino siempre que exista y no esté la casa cerrada porque este hombre o aquel se murió el año pasado. Más aún, la mayoría de las casas posen escalones para acceder a ellas y esto les imposibilita poder pisar su querida calle. Nadie soluciona este problema de acondicionamiento de sus casas para eliminar las barreras arquitectónicas.

Sobre sus espaldas se ha producido una gran riqueza para todos los hogares españoles. De su sudor llega el pan a nuestras mesas, los frutos, las bebidas y todo lo necesario para que la sociedad urbana pueda vivir mientras ellos recogen las migajas de los opulentos ciudadanos urbanos. Al menos así lo ven ellos. El 27% de la población rural se ha dedicado toda la vida al sector agrario siendo éste la principal fuente de ingresos. En estos pueblos los jubilados, obreros autónomos del campo, marginados siempre hasta en la jubilación, tienen que seguir trabajando hasta que sus fuerzas se lo permitan porque de lo contrario no pueden hacer frente a sus mínimas necesidades.

La migración más dura y quizá más inhumana se está produciendo en estos momentos, y en estos segundos. Cada día 120 personas, especialmente jóvenes, hombres y en mayor medida mujeres abandonan nuestros pueblos de tal manera que más de 45.000 al año huyen de la pobreza rural para refugiarse, en muchas ocasiones, en la pobreza urbana y crear problemas donde antes no los había. Ha llegado el momento de volver los ojos hacia estos más de 1.321 pueblos que agonizan lentamente. Es momento de escuchar sus gemidos y ponerse a trabajar para que estos pueblos y sus moradores tengan futuro donde nacieron

No puede el gobierno nacional, autonómico y diputaciones cerrar los ojos una vez más y esperar que el milagro se produzca. !Ya¡, !ahora¡, después será muy tarde. Los pueblos necesitan ayudas, Que se cree riqueza, que se generen puestos de trabajo, que se realicen proyectos de sostenimiento de las zonas despobladas. Acudir en su ayuda y escuchar a los que lo dieron todo a cambio de miseria y abandono. Los pueblos necesitan inversión estatal para saciar la sed de miles de personas que mal viven para que muchos vivan muy bien a costa de su desolación y pobreza.

Cada día que pasa el problema se acrecienta y los mayores se nos van muriendo al mismo tiempo que lo hacen nuestros pueblos. ¿Acaso no se puede hacer nada? ¿No se pueden crear residencias municipales pequeñas para que, los mayores no tengan que abandonar sus pueblos y terminar sus días alejados de su medio y de su vida?, ¿No se pueden poner algunas bombillas de tantas como sobran en las ciudades?, ¿No se pueden limpiar sus calles y dotarlas de acometidas de agua y de alcantarillado? ¿No se les puede poner un día a la semana o al mes una película, un pequeño teatro sufragado por los poderes públicos? ¿Acaso creen ustedes que estos mayores y menos mayores no tienen sentimientos, ojos, voz y pensamientos para ver lo que ocurre en las grandes ciudades llenas de luz, llenas de todo y ellos faltos de todo?

!Basta ya de discriminación entre los ciudadanos del campo y los de la ciudad¡. ¡Basta ya de gastos superfluos en todas las administraciones¡ y entreguen todo este dinero público para que no muera un pueblo porque cuando esto se produce también morimos parte de nosotros.