viernes, 19 de abril

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Opinión

La Asunción de la Madre de Dios

Por Fermín Gassol Peco

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"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo". (Dogma de la Asunción de la Virgen María. Constitución Munificentisimus Deus, Pio XII, uno de noviembre de mil novecientos cincuenta.)

Un año más la Iglesia celebra en este día la festividad de la Asunción de Nuestra Señora. La Virgen de Agosto como popularmente se la conoce. En Ciudad Real lo hacemos bajo la protección de La Virgen del Prado…mientras que en otros muchos lugares de nuestra geografía se conmemora desde distintas advocaciones o amparos.

La Asunción al Cielo en cuerpo y alma de la Virgen María es “el premio” que su Hijo le otorga por haber sido concebido en su vientre, una gracia gozosa y única con la que María se encuentra y acepta desde su extraordinaria actitud de pobreza personal, olvido de sí misma e incluso del qué dirán en una pequeña aldea, con la sencillez e inocencia de una mujer humilde.

Sin embargo, quizá lo humanamente más importante para este reconocimiento es el hecho de que María pone en juego su voluntad con total fidelidad, obediencia y entrega sin límite a la causa de Jesús en cada momento de su vida; “haced lo que Él os diga”, —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y Él les respondió: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que Yo esté en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo”… y como culmen, el momento más doloroso e incomprensiblemente humano…la muerte de su Hijo en la Cruz. El dolor de una madre que no puede entender como el hijo de sus entrañas…que dedicó su vida a impartir Amor…cuelgue moribundo y desgarrado de un madero.

Un dolor que de manera similar pero real permanece en nosotros cuando vemos como muchos hermanos han sufrido y siguen padeciendo en nuestros días por confesar su Fe; cuántos cristianos hoy están siendo como Cristo, asesinados por el “peligroso e inaudito hecho” de vivir desde el “des-odio” y el amor a sus semejantes.

La Virgen…del Prado y demás advocaciones con las que María se venera, es la misma y única mujer que respondió al anuncio del Ángel, con un “he aquí la esclava de Señor, hágase en mí según tu palabra”. Con la Asunción, María permanece viva entre todos nosotros guiándonos como Madre de Dios.