viernes, 29 de marzo

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Sociedad

"Vamos a pedir a la Virgen Madre, nuestra señora del Prado que nos ayude a vivir como ella vivió"

Homilía del EXCMO Y RVDMO. SR. D. GERARDO MELGAR VICIOSA, Obispo Prior de la Diócesis de Ciudad Real con motivo de la festividad de la Virgen del Prado en el día de la solemnidad de la asunción de la Virgen María al cielo

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Excmo. Cabildo Catedral y sacerdotes con celebrantes. Ilmo. Sr. Vicario General de la Diócesis. Sr. presidente y hermanos de la Hermandad de nuestra señora, Santa María del Prado. Sra. presidenta y Camareras de la Corte de Honor de la Virgen del Prado.

Ilmas. autoridades que nos acompañan en esta Eucaristía.

Saludo también al Pandorgo y a la Dulcinea y sus damas de estas fiestas.

Queridos hermanos todos, devotos de nuestra señora, la Virgen del Prado, que habéis querido celebrar desde la fe la fiesta de nuestra señora bajo la advocación de la Virgen del Prado.

Cada año, la celebración de la fiesta de la Virgen del Prado, nuestra patrona, nos brinda la oportunidad de fijar nuestros ojos y centrar nuestro corazón en nuestra madre, la Virgen María, bajo la advocación de nuestra señora la Virgen del Prado y en la fiesta de su asunción a los cielos.

Su persona y su vida nos actualizan lo que significa ser creyente, que consiste en vivir los dos mandamientos principales que constituyen nuestra identidad de cristianos y seguidores de Jesús: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos.

 En María encontramos perfectamente vividos ambos mandamientos. Su vida fue un auténtico canto al amor a Dios sobre todas las cosas. El amor a Dios fue para ella siempre lo primero y lo más importante que condujo toda su vida.

Por amor a Dios:

  • Escucho en todo momento lo que Él le pedía.
  • Descubrió los planes de Dios sobre ella.
  • Estuvo pronta a ponerse al servicio del plan de Dios.
  • Respondió con generosidad y disponibilidad a los planes de Dios con su fiat (hágase en mí según su palabra).

-         En los momentos buenos

-         En los momentos de dificultad y de dureza.

  • El amor a Dios la lleva a anteponer el plan de Dios a sus propios planes.

1.    Su manera de actuar interpela la nuestra y, a veces, choca frontalmente con nuestra vida produciéndose un verdadero contraste que debe llevar a que nos preguntemos:

  • ¿Qué importancia damos nosotros a Dios en nuestra vida?
  • Realmente, ¿Dios ocupa el primer puesto en nuestra vida, en nuestras motivaciones y en nuestro actuar?
  • Cuántas veces nos preguntamos: ¿Qué querrá Dios de mí en este momento?
  • ¿Se nota en nuestra vida que Dios es realmente lo que más nos importa o se nota lo contrario?

Y eso en las distintas facetas de la vida:

-  En nuestra vida personal.

-  En la vida de nuestras propias familias

-  En nuestro trabajo.

-  En nuestra vida social

2.    La forma de vivir de María nos actualiza y nos hace revisar cómo estamos viviendo el segundo mandamiento de amar al prójimo.

Cristo nos pone este segundo mandamiento como el mandamiento nuevo: «Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado».

María es un auténtico modelo en el cumplimiento de cuanto pide este mandamiento nuevo. Ella amó y estuvo siempre al servicio de los demás:

  • De su familia: cuidando de su esposo José y de su hijo Jesús.
  • De Isabel de la que estuvo a su servicio en ese momento tan importante para toda mujer de dar a luz al hijo.
  • De aquellos novios de Caná, a los que se les acababa el vino.
  • De los discípulos a los que siempre acogió con cariño y a los que acompañó después de la muerte de Jesús.

María fue una auténtica servidora y amante de los hermanos, de los demás. Su comportamiento con los demás, cumpliendo el mandamiento nuevo, la sitúa en ser un verdadero ejemplo y testimonio de alguien que cumple dicho mandamiento nuevo.

Su comportamiento con los demás nos anima a nosotros a imitarla en nuestra vida en nuestra relación con los demás traduciendo dicho amor en:

  • Comprensión, no juzgando y, mucho menos, condenando a nadie.
  • Perdonando a quien nos ofenda.
  • Tendiendo nuestra mano a cualquiera que nos necesite.
  • Compartiendo lo nuestro con quienes vemos necesitados.
  • Siendo alegría para los tristes, sonrisa para el enfermo, consuelo de los afligidos, compañía de los que estén solos.

En María encontramos el modelo perfecto de alguien que vivió este estilo de vida de Jesús. Para ello:

  • Levantar los ojos de la tierra y elevarlos al cielo.
  • Mirar a María.
  • Contemplar su ejemplo
  • Imitar su vida.

Vamos a pedir a la Virgen Madre, nuestra señora del Prado que nos ayude a vivir como ella vivió los dos mandamientos que resumen todos los demás, para que nosotros también, desde nuestro ejemplo y vida, seamos para los demás un auténtico testimonio que ayude a otros a vivirlo como ven que nosotros lo vivimos.