viernes, 29 de marzo

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Opinión

La ilusión por vivir

Por Fermín Gassol Peco

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Anoche estuve cenando en uno de los múltiples chiringuitos que existen en Ciudad Real; estaba a tope, como casi todos, buen síntoma económico sin duda.  Pues bien, hablando de los quehaceres cotidianos veraniegos comenté así de pasada que nosotros en el campo no veíamos nunca la televisión; una de las integrantes del grupo, universitaria en ejercicio, me espetó, ¿y entonces que hacéis? Después de un momento de perplejidad, le contesté, leer y escribir.

León Daudet entre sus múltiples pensamientos tuvo uno referido a la falta de ilusión: “Es curioso que la vida cuanto más vacía es, más pesa”. Naturalmente que con esta afirmación el controvertido escritor francés no trataba de definir un teorema físico. El vacío al que se refería, consiste en esa sensación que todo ser humano experimenta cuando su vida trascurre ayuna de contenidos, de principios, de valores, de creencias, de motores existenciales; en definitiva, de razones para vivir.

¿Y quién de nosotros no ha tenido o tiene etapas de su vida en las que cada día que amanece se convierte en un etéreo nubarrón que impide orientarse, saber dónde estás, ver lo que la mañana ofrece de novedoso?

Hay dos momentos en la vida en las que ese vacío parece querer “llenar de nada” nuestra existencia de una manera más intensa; la adolescencia y los años de la jubilación. En la adolescencia ese vacío pareciera querer ser ocupado con fuertes dudas e incertidumbres para el futuro, mientras que en la jubilación ese vacío pretende ser colmado aliviando el cansancio con una pasiva y tediosa relajación, permaneciendo poco expectante hacia lo que la vida todavía nos puede deparar.

Llenar la vida no consiste en colmarla de continuos momentos felices, no; llenar la vida consiste en encajarla y moldearla con la policromía que los distintos y muy diversos momentos que ella nos depara, nos ofrece y hasta nos obliga a aceptar. La vida no tiene dibujada una forma prevista en el futuro sino que es el presente el que la va conformando, dirigiendo, satisfaciendo o defraudando. Llenar la vida no significa tener la permanente sensación de felicidad sensorial. Llenar la vida es querer llenar la inteligencia y el corazón de realidades, de promesas, de sueños y de futuro.

Pesan los vacíos provocados por la indiferencia intelectual y la inactividad física, el sedentarismo y la indeterminación vital. Pesan los vacíos provocados por la ramplonería existencial, el tedio y la vulgaridad emocional. Llenan, alivian, aligeran y tonifican la existencia, las ocupaciones, las vocaciones, los cariños y entretenimientos. Llenan la vida los compromisos y esfuerzos, las ilusiones y esperanzas, las tristezas y desalientos…todo aquello que hace de nuestra vida un vibrante motor existencial en movimiento.