Estreno en Royal City

 

Un grito en la niebla (1960)

Director: David Miller

Intérpretes: Doris Day, Rex Harrison, John Gavin, Myrna Loy, Roddy McDowall, Herbert Marshall, Natasha Parry, Hermione Baddeley, John Williams, Richard Ney, Anthony Dawson

Sinopsis: La policía intenta proteger a la esposa de un importante financiero que ha sido amenazada de muerte por una voz anónima. A pesar de los esfuerzos de los agentes, el cerco se estrecha cada vez más. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Un título olvidado en la actualidad –a fecha de 7 de agosto de 2017- y necesitado de urgente reivindicación, no tanto porque no fuera (muy) bien recibido en el momento de su estreno -1960- sino por ese haber transcurrido tanto tiempo desde el mismo… y haber surgido en todas estas décadas a su rebufo numerosos títulos de corte parecido. Incluso Carlos Aguilar sugiere que constituye un precursor del inminente “giallo”

Bueno, para ser exacto la verdad es que a su vez es deudor de la alargada sombra de Alfred Hitchcock y de una de sus obras coetánea a ésta, CRIMEN PERFECTO. De hecho comparte idéntico inspector de Scotland Yard, el inefable y flemático John Williams (no confundir, claro, con el extraordinario compositor de STAR WARS, ET y de tantísimas otras maravillas). Con Hitch comparte también el protagonismo de una –como siempre- formidable Doris Day, que había trabajado cuatro años antes con el mago del suspense en la nueva versión en color de EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO.

A lo anteriormente expuesto, sumen que transcurre en el Londres más típico que imaginarse pudiera, neblinoso y misterioso, realzado por un refulgente color obra de quien puso tantas veces texturas a algunas de las obras máximas del rey del melodrama Douglas Sirk. Me refiero a ese brillante profesional que fue Russell Metty, un fuera de serie manejando las paletas emulsivas de diversas y llamativas tonalidades. La ciudad es mostrada con un contraste de lo más estimulante, tenebroso y amenazador de noche y luminoso y sofisticado de día.

Principalmente la acción transcurre en el barrio de Grosvenor Square, y resulta inevitable que acuda a mi memoria una curiosa producción romántica y decimonónica jamás estrenada en España pero vista en Televisión Española en 1979 titulada precisamente VIVO EN GROSVENOR SQUARE (también conocida como SEDUCCIÓN), con una actriz de mucha popularidad por entonces -1945- y hoy ignota hasta para algunos buenos aficionados, Anna Neagle (y curiosamente con el mismo partenaire masculino que el que sale aquí, Harrison).

Por ahí, por la esplendorosa mansión –estamos en entre gente y ambientes ricachones- centro del foco de la trama y por diversas localizaciones de la ciudad, se mueve una Day que lleva sobre su espalda y sobre su plausible gestualidad facial la principal carga dramática de la función. Hay que recordar que esta actriz desdeñada por tantos, dentro de registros más serios y dramáticos ha legado actuaciones tan memorables como las de ÁMAME O DÉJAME, la que supondría su debut en la gran pantalla EL TROMPETISTA o la citada EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO. Matizo esto, por si alguno todavía pudiera pensar que su territorio se circunscribió a la comedia, algo igualmente merecedor de los máximos elogiosos (¡qué estupendas son PIJAMA PARA DOS, ENSÉÑAME A QUERER o CONFIDENCIAS A MEDIANOCHE!).

Le da replica el siempre elegante, flemático, turbio y ambiguo Rex Harrison. Poco que añadir respecto a uno de los verdaderamente grandes de aquellos años.

Y resulta amplia la cohorte de sospechosos de este sobresaliente y angustioso suspense, este “thriller” psicológico de primera: el que fuera niño prodigio Roddy McDowall (el crío de ¡QUÉ VERDE ERA MI VALLE!), el guapetón y buen percha John Gavin (gran amigo de Reagan, nombrado por este embajador en Méjico), Anthony Dawson (otra conexión con CRIMEN PERFECTO, el pretendido asesino al que clavaba las tijeras Grace Kelly en la mencionada CRIMEN PERFECTO) y Herbert Marshall (marido de Bette Davis en LA LOBA). Añadan una veterana pero todavía –la que tuvo retuvo- elegante Myrna Loy.

Dirigidos todos ellos por un cineasta de valía, el estadounidense David Miller, en cuya filmografía no muy extensa (unos 20 filmes) pueden encontrar verdaderas gemas como BILLY EL NIÑO en versión de 1940, LA CALLE DE ATRÁS o las que considero sus tres obras maestras, la melodramática VIDA DE MI VIDA, el western contemporáneo con un inolvidable Kirk Douglas LOS VALIENTES ANDAN SOLOS y la intriga MUERTE SÚBITA.

De intriga hay mucho en esta lujosa y estilosa producción rodada por la Universal en escenarios naturales. Miller le imprime un ritmo de lo más dinámico, cada amenaza de la protagonista está perfectamente plasmada, utiliza con inteligencia el despiste y las pistas falsas y maneja con fortuna recursos de cámara de todo tipo, desde los de grúa hasta acentuados picados. A propósito, estoy pensando en la escena inicial, uno de esos plano-secuencia, tan de moda en el cine actual, de notable valor.

Otros momentos perdurables y que han pasado la prueba del tiempo son el del ascensor, el del autobús o la sombra tras la ventana.

Conviene aclarar que ya de base partía de un buen guión, impecablemente urdido y desarrollado aunque son varios con los que estoy en completo desacuerdo que lo han achacado de artificioso, de Ivan Goff y Ben Roberts, responsables de otros libretos para el recuerdo, como los de AL ROJO VIVO y EL HIDALGO DE LOS MARES, plasmados inmejorablemente por otro genio alejado de cualquier atisbo de petulancia, Raoul Walsh.

El compositor Frank Skinner acompaña inmejorablemente con sus acordes todo tipo de momentos, románticos y escalofriantes. Va reflejando perfectamente los estados anímicos de la acosada -¿o no, será todo fruto de su imaginación?- heroína.

El título original, MIDNIGHT LACE, nada que ver con el español al que ya puestos podrían haber puesto VOCES EXTRAÑAS o VOZ EN LA NOCHE, hace alusión a un traje de encaje de medianoche que Day viste con indudable clase. Y es que el vestuario asignado no tiene desperdicio.

Se pasa un magnífico mal rato envuelto en mucho glamour. Excelente.

 

José Luis Vázquez

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