Estreno en Royal City

 

Despertares (1990)

Director: Penny Marshall

Intérpretes: Robert De Niro, Robin Williams, Julie Kavner, Ruth Nelson, John Heard, Penelope Ann Miller, Alice Drummond, Judith Malina, Barton Heyman, George Martin, Anne Meara, Richard Libertini, Steve Vinovich, Bradley Whitford, Max von Sydow, Peter Stormare, Vin Diesel

Sinopsis: A finales de los años sesenta, el doctor Malcolm Sayer (Robin Williams), un neurólogo neoyorquino, decide utilizar un medicamento nuevo para tratar a sus pacientes de encefalitis letárgica, enfermedad que priva de las facultades motoras a las personas que la padecen hasta reducirlas a un estado vegetativo. Poco a poco empezará a manifestarse cierta mejoría en los pacientes, especialmente en Leonard Lowe (Robert de Niro). (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

AWAKENINGS, o sea DESPERTARES, es de ese tipo de maravillosas películas que encandilan a públicos de toda edad y latitud, inclusive a profesionales sanitarios de toda índole y condición, pero en cambio provoca cierto desdén entre mis colegas críticos. Esta retahíla me la habrán leído o escuchado en otras ocasiones, pero no por ello es merecedora de ser traída una y otra vez. Sobre todo, para manifestar mi posicionamiento con los primeros.

Estamos ante otro de esos exponentes tan benditamente habituales de cine basado en historias reales. Este es uno de los tantos objetivos de este invento de contar las cosas en imágenes, la de resultar de divulgador de acontecimientos admirables o no tanto y que solemos desconocer. En este caso los expuestos por el neurólogo Oliver Sacks en una base literaria previa, en su autobiografía, en la que relata el descubrimiento, en 1969, de un importantísimo fármaco, el L-DOPA (utilizado para el Parkinson) y su aplicación en pacientes catatónicos que sobrevivieron a la epidemia de encefalitis letárgica, o enfermedad del sueño, que tuviera lugar entre los años 1917-1928. Y que precisamente se confundiera inicialmente con la esquizofrenia catatónica.

La película trata de la “resurrección” (no contaré mucho más) de algunos de estos pacientes, de uno en concreto, Leonard, encarnado magistralmente por un Robert De Niro en plenitud (47 años). Igualmente aborda la relación de amistad con su provisional salvador, el propio Sacks encubierto bajo el nombre de Malcolm Sayer, e interpretado a idéntica altura artística que la del anterior por Robin Williams.

Sus desvelos, su acercamiento, su descubrimiento, su mutua, recíproca amistad, los desánimos, las euforias, las puntuales alegrías que se establecen entre ambos, están delicada, sobria y emotivamente descritas por la cámara sensible, solvente de Penny Marshall (JUMPIN´JACK FLASH, ELLAS DAN EL GOLPE, LA MUJER DEL PREDICADOR), que venía de haber obtenido un rotundo taquillazo dos años antes con la deliciosa comedia romántica BIG, protagonizada por un todavía imberbe Tom Hanks. A título anecdótico referiré que es la hermana del recientemente desaparecido Garry Marshall, firmante entre otras perlas de la multi taquillera y cautivadora PRETTY WOMAN.

Los dos hermanos siempre han sido conscientes de la importancia fundamental que tienen los actores en el medio en el que se desenvuelven. Aquí, aparte de esos dos monstruos anteriormente citados, Penny contó con unos secundarios “de luxe”, desde un ya veterano Max Von Sydow en una casi episódica aparición de 5 minutos, hasta dos actrices verdaderamente irresistibles y que nunca han tenido todo el protagonismo que hubieran merecido. Me refiero a Julie Kavner, en un precioso papel como la enfermera que siente algo más que respeto profesional por el doctor. Y a Penelope Ann Miller, que en diez minutos se adueña de la pantalla a base preferentemente de tirar de dulzura. Protagoniza con De Niro la que, probablemente, sea la secuencia más recordada, la de ese baile tan estimulante, bonito y reparador.

Hay más momentos que ponen el nudo en la garganta, sin ir más lejos el final, uno de esos que encogen verdaderamente el corazón. Alternado, lo que le sienta muy bien al desarrollo de lo que vemos, con otros de corte humorístico, como es el despertar de algunos de los enfermos o el de esa mujer que no puede ver ningún bolígrafo.

Son todos ellos personajes reales, cercanos, muy bien escritos previamente en guion por todo un consumado especialista en este terreno, Steven Zaillian (LA LISTA DE SCHINDLER), el mismo que debutara tras las cámaras con esa joya titulada EN BUSCA DE BOBBY FISCHER.

Hablando de sensiblerías, precisamente este guión hace gala de no caer en la misma, ni en el melodrama facilón, sí por supuesto, y muy legítimamente, en situaciones de gran emoción. Y a la vez es una propuesta dura que no deja de ser a la vez una inteligente, una lúcida reflexión acerca de la extraña naturaleza humana.

Llegado a este punto me parece oportuno traer a colación unas cuantas reflexiones encontradas en la red que vienen firmadas por Belén Alonso. Apunta cosas muy interesantes. Como que el despertar en a quien está tratando genera el cambio en el médico, pues sus ambiciones profesionales quedan relegadas, pasan a un segundo lugar, a favor del bienestar de a quienes asiste. O la manera en que éste explica a Leonard su deterioro, algo no tan habitual por entonces. Por último, el hecho que el dr. Sayer no tome la recaída de sus pacientes como un fracaso es un aspecto a tener también muy en cuenta, pues no deja de resultar una actitud positiva al aceptar sus propios errores y asumir las limitaciones de una ciencia que no todo lo cura.

Dando el salto a otros apartados técnicos y pese a ser acusada en su momento de melindrosa o sensiblera, me parece estupenda la banda sonora de Randy Newman, que combina con gran talento el piano con piezas orquestales.

Y así podría extenderme a otros campos, pero no me enrollo mucho más. Señalar, eso sí, que fue un exitazo comercial en su momento, 1990, y que estuvo nominada a 3 importantes Oscar: película, actor principal (De Niro) y guion.

Finalmente indicar que se acaba erigiendo, pese a todos los pesares, en un canto a la vida, en el aprovechamiento de esas pequeñas cosas que le dan sentido, en animarnos a seguir adelante pese a la mayor de las adversidades, en no dejar de pelear, en tratar de no desfallecer y en saborear cada instante. Todo esto casa bastante con una buena porción de trabajos interpretados por el añorado Robin Williams, oh capitán, mi capitán. 

José Luis Vázquez

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