El reflejo de Alba

 

01/04/2016

Se busca joven entusiasta y con experiencia para trabajar gratis

Foto: IMarquez.

“Hello, hello! Hello, how are you? I´m fine, I´m great, I´m wonderful”. Durante toda la semana, marco el inicio de mis tardes entonando esta rima junto a un coro de niños y niñas de cinco años que me llaman teacher. La empresa para la que trabajo me provee del material escolar necesario y de una guía que sugiere los patrones básicos sobre los que desarrollar las clases. Sin embargo, este manual olvida la aversión de los más pequeños a la monotonía, de manera que a la hora de trabajo en el aula por la que se me paga habría que sumarle el tiempo que empleo en preparar actividades alternativas que mantengan interesados a los niños. La satisfacción en el alumno conlleva que los padres sigan abonando las mensualidades que exige esta actividad extraescolar.  

Exprimiendo al máximo mi titulación en inglés, los martes y los jueves me dedico a impartir clases particulares cuando termino mi trabajo en el colegio. Además, sin salirme del ámbito educativo pero alejándome de la lengua extranjera, los lunes por la tarde coordino un taller periodístico en Librería Bravo de Fuenlabrada, que se ha convertido en el último reducto donde poner en práctica mis conocimientos y experiencia como periodista a cambio de un salario, pues hacía demasiado tiempo que no percibía una compensación económica en el ámbito de la comunicación.

Entre las horas de trabajo en casa y en las distintas clases, busco tiempo para colaborar en este periódico, para estudiar las tres asignaturas del grado de Historia que curso por las mañanas, para ir al gimnasio de manera regular, para dedicar tiempo a mis aficiones  y para disfrutar y divertirme con la gente que tengo a mi lado. Parece que el esfuerzo para lograr este equilibrio se corresponde con una cifra que roza los 300 euros al mes.

A veces, cuando saco cinco euros de la cartera para comprarme un simple pintalabios o cuando lleno el coche de gasolina, gracias a la ayuda de mis padres, me siento afortunada frente al alto porcentaje de población en paro. Sin embargo, pronto vuelvo a recordar la precariedad laboral en la que me encuentro atrapada y las escasas expectativas de futuro que me ofrece. Sé que 300 euros no alcanzan siquiera para malvivir, de modo que no descanso en mi búsqueda de empleo para encontrar algún otro trabajo que poder compatibilizar con mi complicado horario o, mucho mejor, para conseguir ser contratada como periodista en un medio de comunicación que esté dispuesto a pagarme por el trabajo realizado.

¡Qué soñadora! pensaréis. De acuerdo, lo admito. Es de locos pensar que cualquier gabinete o medio de comunicación vaya a integrar en su plantilla a un graduado en periodismo, puesto que es mucho más rentable contratar a un estudiante por el que recibir una subvención. Mientras, el becario en prácticas no recibe sueldo alguno o se le asigna un salario que cubre a duras penas los gastos de dieta y transporte.

A pesar de lo complicado del asunto, parece que periodistas y estudiantes del grado tenemos que mostrarnos agradecidos por la generosidad de las empresas que nos ofrecen la oportunidad de convertirnos en eternos becarios o de regalar nuestro trabajo a cambio de sumar experiencia y, en ocasiones, darnos visibilidad. Es raro, pero no conozco a nadie que pague las facturas con experiencia y visibilidad.

He asumido que las ofertas de prácticas y de colaboración se han comido a las de empleo. Sin embargo, me resulta más difícil de asimilar la sensación de estar regalando tu trabajo sin recibir siquiera la tutorización mínima que toda empresa que contrata a un estudiante universitario está obligada a realizar. Mis prácticas curriculares en Objetivo Castilla-La Mancha me dieron la oportunidad de realizar el trabajo de campo de una periodista y me dotaron de mayor confianza ante la cámara o a la hora de realizar una locución. Sin embargo, todo lo que aprendí fue de manera autodidacta pues nunca dispuse oficialmente de un tutor que contribuyera a mi formación en la puesta en práctica de la profesión periodística. A toro pasado, he de reconocer que no me sorprende esta actitud, pues la falta de profesionalidad de este medio digital es palpable también en otros aspectos, como eliminar espacios a colaboradores sin previo aviso y sin motivo justificado o sostener el medio de comunicación a base de la sucesión de estudiantes en prácticas y de retrasos en los pagos a sus trabajadores.

Muchos son los medios que siguen esta línea de actuación y que no corresponden adecuadamente con el trabajo que les salvan sus estudiantes, pues este feedback ha de ir más allá de ser honesto a la hora de calificar el informe de prácticas. Otras empresas, quizás las más reconocidas, pretenden encontrar un perfil que no se corresponde con el de un periodista. La última oferta de prácticas a la que accedí pedía que el candidato tuviese conocimientos de Photoshop, uso profesional de la cámara y edición de vídeo y audio, entre otras cosas. Estas destrezas no tienen que ser dominadas por un periodista, más aún si todavía es universitario, tal  como requería la empresa en cuestión. Actualmente, se ha puesto de moda un perfil mixto-polivalente que no favorece a ninguno de los sectores de la comunicación puesto que el periodismo, la realización y la comunicación audiovisual son ramas académicas y profesionales distintas, por lo que deberían ocupar un puesto diferenciado y específico en el mundo laboral.

Mientras los jóvenes con formación superior nos desesperamos buscando unas prácticas basura o un empleo precario, aquellos que decidieron optar por una formación académica básica o que se están planteando reciclar el diploma de su ciclo formativo de grado medio pelean por conseguir un trabajo en el que no les exijan más años de experiencia que los que tienen cumplidos. Debo ser muy rara porque tampoco conozco a nadie que lleve doblando camisetas o sirviendo copas desde los ocho años. 

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