Barricada Cultural

 

11/03/2020

Olvidadas íberas

por Ignacio Gracia

Una de mis películas favoritas es Leyendas de Pasión. La película comienza con una frase que me parece genial, que te hace tomar partido por el personaje de Brad Pitt ocurra lo que ocurra: “Hay personas que escuchan con especial claridad su voz interior y esto las hace volverse locas o convertirse en leyenda…”

Es raro toparse con personas de este tipo. Pues tengo la suerte de conocer a una. Se llama Teresa Sánchez. Compartimos inquietudes deportivas, artísticas y literarias; pero Teresa sigue esa llamada sin reservas, sin excusas. Sin red. Y no es fácil, os lo aseguro, sobre todo hoy día en el que todo el mundo se abandona al curso de la corriente. Su carácter inquieto, competitivo, curioso –culillos de mal asiento las llaman en mi pueblo-, cuando se cultiva sin escatimar provoca resultados que destacan de forma extraordinaria. De hecho destacan demasiado, hecho que para muchos resulta insoportable, aunque no me creáis. Pues así es Teresa. Destacó en lo deportivo como subcampeona de España de triatlón, empezó a desarrollar técnicas de pintura que se ven evolucionar y mejorar día a día y hasta osó dedicarse a la escritura.

Y tal y como acude el ciclista a probarse en una competición en vez de exhibirse entre mediocres, en la literatura la forma de probar las fuerzas es escribir un libro. Y si tienes valor lo editas tú misma. Pues el libro se llama Olvidadas Íberas. No os voy a destripar el contenido, por supuesto. Solo os quiero comentar algunas cosas que me llaman la atención, un poco en la línea de lo que decía al principio, porque creo que os van a sorprender.

Es una novela diferente, o no habitual. De alguna forma se nota que es una ópera prima, pero al final te vuelves receloso y sospechas que te están engañando. Lo primero que salta a la vista es que es muy corta, de pocas páginas y de letra gorda que se lee bien. Me recuerda a una acuarela, porque está hecha a capas. Tiene tramas y planteamientos de diferente textura. Algunos son casi son minimalistas, mientras que otros te los encuentras desprevenido y te hacen reflexionar mucho, resaltan sobre el escenario simple de la imagen. Es sencilla y rápida la trama. Estudiadamente sencilla, y sé por experiencia que eso es tremendamente difícil, casi lo más difícil. La construcción de las escenas me recuerda a la forma en la que John Ford rodaba Centauros de Desierto, como construyendo una historia a hachazos, negándose a seguir un hilo proporcional, a cubrir cada hecho cronológico con un tamaño fijo, haciendo algo monótono. En absoluto, eso es la grandeza de Centauros y en eso consiste el placer de sumergirte en guiones que rompen las reglas y te sorprenden como en Juego de Tronos. Personajes de Ciudad Real salpicados con historias que parecen exageradas pero necesariamente son ciertas.

Y precisamente me doy cuenta que este tipo de estilo ya lo he visto en algún sitio. En algunos. Me recuerda un poco a Jesús Carrasco, al que han hecho famoso por ser el escritor en el que se basó la ganadora del Goya a mejor película de este año: Intemperie. Tremendamente sencilla. Corta. Diferente. Un tipo que fue premio de la crítica en el 2013 y que solo tiene dos novelas, porque no quiere producir best-sellers. Hablamos de otra cosa. De literatura. De cosas simples aparentemente pero que te calan. De calidad. De gente para la que el equipaje o lo superfluo sobra. Quizás sea esta una corriente literaria, quizás la de la última generación de los escritores. Curiosamente, yo también intento escribir así y me reconozco en algunas de las características o defectos.

Atreveos. Olvidadas Íberas. Sencillo, se lee fácil, demasiado fácil para cuando te das cuenta de la trampa. Y cuando has acabado empiezas a digerir algunas cosas. Y lo mejor de todo (que es lo peor) es que te quedas con ganas de más. Y te empiezas a preguntar cómo va a ser la próxima, porque sabes que también te va a sorprender.

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