Barricada Cultural

 

03/03/2020

Te daría la vida... si pudiese

por Mercedes de Miguel González

El otro día, mi compañero J. me comentó que a su nieto, de dos años, se le había diagnosticado una leucemia. Quise gritar en ese momento, por la injusticia y el horror que, sin duda, padecerían sus padres y él mismo. Se empeñó en mostrarme un vídeo del chaval de antes de la enfermedad. Hizo mal: cada secuencia se me ha quedado grabada en la retina y me persigue a donde quiera que vaya. Un niño robusto, vivaz, que juega sin importarle el mañana.

Días después me muestra otro vídeo: el niño ya no está tan hiperactivo, presenta unas ojeras pronunciadas bajo los ojos y diferentes moratones en su cuerpo. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos por no llorar, porque lo cierto es que había intentado que la cuestión no me afectase más de lo debido. No obstante, lo ha hecho. La imagen del niño se me clavó como algo etéreo y eterno. Yo sabía…, claro que lo sabía, pero sencillamente no quería (bajo ningún concepto) pensar que ese niño tuviera que prescindir de su infancia y pasar por tantos padecimientos.

Y este es el momento en el que yo me pongo de cara a Dios y le exijo que deje de hacer sufrir a criaturas inocentes. Que ellos no tienen la culpa de nada. Este también podría ser el momento en el que yo me plantease si realmente Dios existe, si permite que ocurran estas cosas. Pero, tanto si me las planteo como si no, nadie me dará la respuesta. Así que lo único que puedo hacer es, aparte de ofrecer mi sangre (puesto que he sido bendecida con el RH negativo), darle los parabienes a mi hija (solidaria a más no poder), que ha decidido convertirse en donante de médula. A ella no le importa que, llegado el momento, tengan que anestesiarla para extraerle ese elixir que puede darle la vida a alguien que lo necesita.

 

Foto: milenio.com

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