22/05/2017
Seré breve. Hoy se decide la Liga entre el Real Madrid y el Barcelona, o sea, los de siempre. Me importa una higa. Yo soy del Atleti y nada nos jugamos. Ahora bien, se juega el último partido en el viejo estadio del Manzanares y me voy a ir a verlo. Ya saben, la nostalgia. Y además nos enfrentamos al padre, al Athletic Club de Bilbao; guiños del destino.
Escribo pues estas líneas a vuela pluma, antes de prepararme para el rito futbolístico. Y lo hago para recomendarles vivamente una exposición que ocupa la Sala Alcalá de Madrid hasta el día 23 de julio y que a mí me parece fascinante. Se trata de la obra del escultor madrileño Mateo Maté. La muestra se titula Mateo Maté, canon, y en ella se hace un recorrido por el canon griego de belleza pasado por las variaciones que introduce el autor, de tal forma que nos enfrenta a una reflexión sobre los estándares estéticos actuales, para conformar una nueva mirada, ética, estética y religiosa. Quince figuras realizadas sobre los moldes de las figuras originales de la Real Academia de San Fernando en las que encontramos un Discóbolo negro, una Venus embarazada, un Adonis y una Venus obesos. Se trata, en suma, y como afirma su autor de una sutil sospecha acerca de la utilización de la iconografía y de la estética por el poder. Obras cultamente subversivas para estos tiempos de hinchada información y magro conocimiento.
Y dos propuestas magníficas que recaen sobre la Fotografía. La primera de ellas es la exposición de fotografías antiguas que narran la historia de los talleres de grandes artistas desde los archivos fotográficos del Instituto del Patrimonio Cultural de España, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. La muestra recoge el trabajo de grandes pintores y escultores en sus espacios de creación desde finales del XIX hasta los años cincuenta del pasado siglo. La segunda propuesta es del Museo Sorolla: Sorolla en su paraíso y reconstruye el espacio creativo, personal y familiar de Joaquín Sorolla y su reflejo en el mundo artístico español de la época.
Para concluir, una de enología. En el año 1995 una bodega nueva en ese momento y completamente desconocida ganó un concurso internacional, considerándose su vino “el mejor del mundo”. El vino en cuestión era el Matarromera del 94, elaborado en Valbuena del Duero y primer vino de la bodega. En mi modesta opinión, una muy buena operación de marketing. El empresario detrás de ese vino ha puesto desde entonces en marcha seis bodegas más. En el año 2014 llega a la Rioja, concretamente a San Vicente de la Sonsierra, y de momento ha sacado un crianza, el de 2015, su primera cosecha. Como en lo del fútbol, cada uno tiene sus preferencias, y yo, que no me escondo, soy más de Rioja que de Ribera. De ahí que exprese mi “reserva” acerca de un “crianza” al que le falta algo de redondez y que se tarifa a 17 pavetes. Hay mejores ofertas por ahí fuera.
Sigan con salud.
Foto: youtube.com
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es