viernes, 29 de marzo

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Haciendo las américas

De gala

por Lola Romero (Houston)

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Participamos hace unos días en una gala benéfica de la escuela universitaria con la que trabajamos en algunos proyectos. El objetivo del evento era recaudar dinero para becas educativas y ayudas económicas para estudiantes, y reunió a una parte muy representativa de nuestra ciudad-bosque al norte de Houston.

Fue una experiencia muy “americana”, en la que no faltó por ejemplo, una “subasta silenciosa” (o “silent auction”), que consistía en numerosos objetos donados por patrocinadores colocados en exposición, con su hoja correspondiente para que la gente escribiera su oferta. Como en cualquier subasta, ganaba el mejor postor. Entre esos objetos, nos llamaron la atención dos banderas, una americana y otra texana, con algo de historia decía el folleto informativo porque habían colgado del capitolio de Texas una (no recuerdo cuál), y había pertenecido a algún legislador conocido la otra. Estoy bastante segura de que fueron de los objetos por los que más ofertas se recibieron…

Pero quizá debería haber empezado por el principio, y haber contado que la cena, prevista a las 7 de la tarde, empezó con tanta puntualidad que cuando nosotros nos sentamos, mucha gente ya estaba acabando el primer plato. Y nada de espacios interminables entre primero y segundo del menú: era dejar el tenedor después de terminar la ensalada, y casi al vuelo te estaban cambiando el plato. El segundo, por cierto, mezclaba carne y langosta, todo en uno, algo muy típico aquí. Y es que, aunque el evento era en el mejor hotel de la zona, ¿qué necesidad hay de complicarse preguntando si se prefiere carne o pescado, o de gastar en dos platos diferentes si se puede combinar? Y… ¿quién ha dicho que un solomillo de ternera bien cocinado a la brasa no combina con una langosta cocida en su jugo, o con unas gambas cuya “gabardina” es una loncha de bacon? ¡Texas en estado puro!

Mientras servían los postres, un pastel de frutas con helado, se fueron sucediendo las intervenciones oficiales, los vídeos conmemorativos, y, cómo no, el momento emotivo en el que informaron a la estudiante encargada del discurso de la noche de que le daban una beca para que pudiera continuar sus estudios. Tintinearon los tenedores al ser dejados en los platos mientras los aplausos acompañaban las lágrimas de la chica…

Y casi al instante, dieron paso a una afamada directora de subastas y empezó el ajetreo de manos levantadas para pujar por cosas como un partido de golf y posterior cena con el “Chancellor”, o decano, de la universidad. Esta parte resultó curiosa al principio, pero luego nos aburrió un poco porque hablaban tan deprisa y con esa manía de decir los números agrupándolos de dos en dos, que decidimos que era demasiado esfuerzo para lo poco que nos atraía lo que se estaba subastando. Y además empezamos a oír al DJ que se estaba preparando en la pista, así que no pudimos resistirnos al bailoteo: desde el “Despacito” a los clásicos del Rock ‘n Roll, pasando por un “baile en línea” del country texano.

Lo pasamos muy bien, y tengo que decir que aprendimos un poco más de esta cultura a la que tanto le gusta el espectáculo.

Eso sí, en la invitación decía que la fiesta era hasta las once de la noche, y a esa hora menos uno o dos minutos, la música cesó. Se acabó lo que se daba… aunque parece que se dio mucho. Al final la gala consiguió recaudar casi medio millón de dólares. Muy americano eso también…