domingo, 15 de septiembre

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Estreno en Royal City

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Simbad y la princesa ()

Director: Nathan Juran

Intérpretes: Kerwin Mathews, Kathryn Grant, Richard Eyer, Alec Mango, Torin Thatcher, Danny Green

Sinopsis: Simbad emprende un peligroso viaje lleno de aventuras hacia la misteriosa isla del Coloso con la intención de romper el maleficio lanzado por un diabólico mago contra la princesa de la que está enamorado. Para salvarla, deberá luchar contra innumerables monstruos míticos como el Cíclope devorador de hombres, un esqueleto que maneja un sable, un feroz pájaro bicéfalo llamado el Roc y un dragón que lanza llamaradas de fuego por la boca.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Islas Colosa, cíclopes, hechiceros, lámparas mágicas, princesas miniaturizadas, países de las mil y una noches, prodigios de todo tipo, aves Roc, esqueletos, motines, dragones, encantamientos… todo esto y mucho más forma parte del imaginario de un clásico indiscutible del cine de aventuras, o si prefieren una mayor precisión, una de las cumbres del género de fantasía oriental.

A los más jóvenes, requeriría una cierta condescendencia respecto a sus trucajes visuales dada la fecha de producción, pero a cambio les propongo que ojalá puedan disfrutar con la imaginación e inventiva que ofrecen.

Supuso la primera de las tres colaboraciones que sobre el legendario personaje de Simbad produjeran para la Columbia Pictures un tándem de lo más creativo, el compuesto por Charles Schneer (productor) y el genio de los efectos especiales Ray Harryhausen. Los otros dos títulos se prolongarían en el tiempo, mediada la década de los 70, EL VIAJE FANTÁSTICO DE SIMBAD y SIMBAD Y EL OJO DEL TIGRE.

Precisamente Harryhausen que iniciara su trayectoria como colaborador de otro fuera de serie en su mismo terreno, Willis O´Brien en la mítica KING KONG, se erige en rey de la función con esa anteriormente aludida capacidad para crear sortilegios con muñecos entremezclados con personajes reales, utilizando la técnica de la stop-motion/fotograma a fotograma.

Sus diseños pueden parecer hoy en día ridículos a muchos, pero insisto en que destilan un encanto, un sentido de lo maravilloso, difícilmente igualados por tantas otras resoluciones digitales, infinitamente más creíbles y perfeccionadas pero sin duda, carentes de ese sentido de lo  primitivo,  artesanal y hoy en día camp, aunque tal vez tuvo esta última vitola desde su misma concepción.

Tres secuencias bien pudieran determinar el resumen perfecto del espíritu y las maneras Harryhausen aquí expuestas. Esa lucha contra el esqueleto, ampliada y perfeccionada ocho años después en otro nuevo hito, JASÓN Y LOS ARGONAUTAS. O la que tal vez determina más el recuerdo de esta producción, vista sobre todo por tantos de nosotros en edad infantil, como es aquélla en que la princesa es reducida a la talla de un pulgar, siendo introducida en una lámpara con genio dentro. La tercera es la referida a la guarida del mago custodiada por un antepasado de Smaug. La de los cíclopes aplastando marineros no tiene tampoco desperdicio. Hay varias más.

Sazonen todo esto con una partitura musical excelente del compositor habitual de las películas de Hitchcock en su última etapa, Bernard Herrman, otro de los genios que pusieron aquí su sello, evocadora de rincones prodigiosos en los que es posible todo tipo de sortilegios, y tendrán ya un compuesto de muchos quilates.

En cuanto a los protagonistas, él, Kervin Matthews, es un tanto sosito, pero ella, Kathryn Grant, resulta adorable. Una belleza casi “teenager” propia de finales de los 50 pero con oportuna vestimenta oriental. La estrella en este apartado acaba resultando ser un magnífico secundario,  Torin Thatcher, al cual le toca lidiar con el malvado mago Sokurah.

Nathan Juran, el director, es un esforzado artesano, que se desenvolvía bien en el terreno del “fantastique” (20 MILLION MILE TO EARTH por ejemplo), ofreciéndonos de vez en cuando algunas perlas como ésta, sin duda la mejor de toda su discreta carrera.

Dos curiosidades para finalizar. Una buena parte del rodaje tuvo lugar en tierras españolas, con la Alhambra granadina recreando al mismísimo Bagdad. No se podría haber escogido entorno mejor. La participación de técnicos españoles es notoria, desde Eugenio Martín como ayudante de dirección o el gran Gil Parrondo echando una manita con los decorados.

La segunda es alusiva a su título original, EL SÉPTIMO VIAJE DE SIMBAD, nada que ver con el finalmente puesto por estas latitudes, aunque en ambos se respete el nombre del aventurero.

Si son capaces, sobre todo muchos veteranos de mi generación, intenten  zambullirse de nuevo en gozosas impresiones cinematográficas de la niñez. Los que la vean por primera vez, no dejen de valorar la capacidad de aquéllos pioneros para sorprender a unos espectadores mucho más incautos y complacientes al respecto.

 

José Luis Vázquez