viernes, 29 de marzo

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Estreno en Royal City

Compartir en Facebook Compartir en Twitter Imprimir crítica

Un extraño en mi vida ()

Director: Richard Quine

Intérpretes: Kirk Douglas, Kim Novak, Ernie Kovacs, Barbara Rush, Virginia Bruce, Walter Matthau

Sinopsis: Drama de infidelidad entre dos adultos cuyas respectivas parejas no les prestan mucha atención. El arquitecto Larry Coe, casado y con dos hijos, se siente atraído por Margaret Gault desde el momento en que la ve en la parada del autobús escolar. El hijo de Margaret es compañero del hijo menor de Larry. Margaret admira a Larry desde que vio en una revista la casa por la que le dieron un premio. Y también se siente atraída por él. La primera cita es un paseo hasta el terreno en que se levantará la casa que Larry está proyectando.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Antes, mucho antes, como cuarenta años, de la aparición de la sublime LOS PUENTES DE MADISON… y pocos después de BREVE ENCUENTRO, entre otros muchos ejemplos, se filmaría en -¡cómo no!- Hollywood, al comienzo de la prodigiosa década de los 60, una obra maestra sin posible pestañeo alguno, ésta, titulada UN EXTRAÑO EN MI VIDA, en realidad el original viene a ser algo así como EXTRAÑOS CUANDO NOS ENCONTRAMOS.

Una obra maestra sobre la infidelidad matrimonial, el deseo (el inusual para la fecha femenino), la pasión y, claro, el amor. También sobre sus consecuencias menos luminosas… la desilusión, la desesperanza, la amargura revoloteando tras la consumación y la plenitud vividas. Todo ello servido mediante unas resplandecientes imágenes que estallan ante los ojos. Y mientras la relación amorosa entre los adultos va cobrando cuerpo según se va construyendo la casa que está construyendo el arquitecto.

Cuatro años tardaría en estrenarse en esa España todavía del botijo debido, una vez más, a la Madame Censura imperante en aquél lugar dominado por un franquismo que comenzaba una tibia apertura hacia un relativo desarrollismo, el que sí era mostrado de verdad de la buena en esta joya, el del “american way of life” en casi su máximo apogeo. Y es que cómo son esos usos y costumbres aquí mostrados, esas actitudes tan civilizadas, unos fabulosos coches, esos frigoríficos, esas casas de madera con cuidados jardines...  Toda una determinada época se encuentra perfectamente reflejada, o al menos sus penachos más aparentemente relucientes, también sus subterráneos, sus hipocresías, sus mezquindades emocionales.

Así que ya podrán suponer que la aparición en nuestra piel de toro de un latigazo como este y de una mujer bandera como su protagonista, la mítica Kim Novak (Juan José Porto le rendiría un discreto homenaje en EL CURSO QUE AMAMOS A KIM NOVAK), por mucho que mutilaran algunas de sus escenas, o las adulteraran sonoramente, constituyera toda una bocanada de aire fresco. Lo admirable es que hoy en día, continúa resultando de una modernidad sorprendente, de una vigencia y frescura apabullantes.

No me extraña que su director, Richard Quine se sintiera embrujado, absorbido por aquélla mujer. No era para menos. Estamos hablando de la señora de VÉRTIGO o PICNIC, dos referentes fundamentales en la vida de toda una generación, e inclusive de alguna otra posterior. De nuevo tan o más sensual como en esas apariciones… no precisamente marianas. Rebosante en erotismo fino, perturbador, de una carnalidad que no hace falta mostrarla explícitamente para percibirla. Probablemente más deseable que nunca… y ya es poner el listón alto. No hay más que estar atentos a ese deslizamiento o fijación de cámara en su maravillosa espalda, en ropa interior o abrochándose una chaqueta.

Quine la filmó en 1960, tras EL MUNDO DE SUZIE WONG y justo antes de LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO, sus tres principales obras maestras. Podría añadir ME ENAMORÉ DE UNA BRUJA –estas dos últimas, repitiendo con su musa- y LA CASA NÚMERO 322, con lo cual contaríamos con un quinteto difícilmente superable. Un cineasta a reivindicar sin duda, pese a que ya gozara de crédito en su momento entre amplios sectores cinéfilos.

En este trabajo en concreto, se apoyó en un equipo de colaboradores de ensueño. Comenzando por su guionista, Evan Hunter, adaptador de su propia novela, que nos regala diálogos tan brillantes como “si alguna vez llegas a conocer a un ser humano, será un milagro” que espeta en un momento álgido el arquitecto aglutinador de la trama, Larry Coe.

Su plantel continúa con una bellísima y delicada banda sonora de George Duning (con quien ya colaborara en SUZIE WONG) o una fotografía de tan alta precisión como su texto o su puesta en escena, debida a un imprescindible en estos menesteres, Charles Lang, que saca todo el partido posible a ese cinemascope tan ensanchado como los sentimientos de sus insatisfechas criaturas. Beverly Hills se convierte en un marco resplandeciente pero asfixiante para otorgarle lustre.

Luego está ese reparto encabezado por la ya citada Novak y un tremendo, como siempre, Kirk Douglas, con el cual se permiten –y permite- una humorada a costa del hoyuelo de su barbilla. Pero pueden disfrutar igualmente en cometidos tan solo secundarios por una mera cuestión de minutero, de extraordinarios actores como Ernie Kovacs como el escritor, Barbara Rush como la mujer del arquitecto o un antipático Walter Matthau, en el ropaje de un vecino entrometido y un tanto viscoso.

Atrevida, sincera, descarnada, valiente, deslumbrante, profunda sin afectación alguna, de una desnudez dramática que daña, trata inmejorablemente de los asuntos del corazón y de las apetencias sexuales. De lo complicados que somos para los demás y para nosotros mismos.  

José Luis Vázquez