viernes, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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Dolor y gloria ()

Director: Pedro Almodóvar

Intérpretes: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo, Julieta Serrano, Nora Navas, Neus Alborch, Rosalía, Cecilia Roth, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Paqui Horcajo

Sinopsis: "Dolor y Gloria" narra una serie de reencuentros de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, otros recordados: su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia en busca de prosperidad, el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. "Dolor y Gloria" habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de narrarlo, y en esa necesidad, encuentra también su salvación.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Definitivamente el Almodóvar que más me gusta está siendo el de sus dos últimas entregas, JULIETA y esta. El más serio si quieren y dramático con pocas veleidades para ese humor tan peculiar que se convirtiera en marca de fábrica y seña de identidad en los 80, el más formal, autobiográfico, mejor remachado formal y estéticamente, el todavía aún más personal dentro de esa manera de hacer suya siempre tan peculiar e intransferible, el más asumido invernal (los años no pasan en balde).

Bien pudiera referirme a este último trabajo suyo parafraseando una de sus cumbres artísticas, TODO SOBRE PEDRO. La crisis, las soledades, las incertidumbres, los recuerdos y los miedos de ese cineasta llamado Salvador Mallo, al que recrea admirablemente Antonio Banderas –debería volver a actuar más a menudo en España- no hace falta esforzarse mucho para intuir que son los del propio cineasta manchego, de hecho, así ha sido por él reconocido.

Y ese buceo, esa inmersión anunciada desde el inicio por ese plano en el que el protagonista aguanta la respiración bajo el agua, en pos de su infancia (intentando asumir y “enmendar” su desolador presente), resulta de lo más honda y fascinadora. E infinitamente más lograda que la recreada en LA MALA EDUCACIÓN (de todas formas, no hace falta la comparativa para que me incline ante su deslumbrante puesta en escena), propuesta fallida a la que le podía la (mala) bilis y el rencor tan habitual por estos pagos ibéricos. En cambio, la mostrada en esta DOLOR Y GLORIA, título de lo más semanasantero y por tanto flagelador, está impregnada por una evocación y sentimientos que beben, sí, en cierta amargura, pero fundamentalmente en la belleza, la emoción contenida, la recuperación de la memoria y la poesía de esas sábanas blancas en las que disfrutaba de su pasión cinematográfica, envueltas en olor a pis y jazmines o en las que tendía su progenitora al lado del río (en una secuencia verdaderamente hermosa). Los efluvios con los que viene descrita me embriagan.

Además, me acaba de ganar del todo para su causa con ese retrato, ese homenaje, esa declaración de amor que lleva a cabo de su progenitora y por extensión de esas mujeres tostadas al sol de secarral y los lavaderos del terruño quijotesco, esas admirables y supervivientes mujeres de una posguerra ya avanzada y que comenzaba a ser ligeramente colorida. Mujeres de “ovarios de granito” que diría el buen amigo y magnífico escritor Ignacio Gracia, que sacaban adelante a sus churumbeles en condiciones nada fáciles, intentado a la vez salir adelante ellas. Ahí, en un papel no muy extenso en cuanto a minutaje pero sustancioso en carne, emerge poderosa la figura de Penélope Cruz, aquí en su versión maggiorata manchega, más tirando a Sofia Loren que a su versión Audrey Hepburn (la época y el lugar generaba más lo primero).

Y cómo está y apuntala Julieta Serrano en su versión anciana, comprensiva y conocedora de la vulnerabilidad del hijo y de su “descarrío”. Borda la composición Julieta Serrano. En los diálogos que mantienen alcanza a trasladar una especial e incluso divertida emotividad. Por un momento, con el momento del sudario, me remitió a la descacharrante madre del actor y director Gustavo Salmerón, Julita Salmerón, en la espléndida MUCHOS HIJOS, UN MONO Y UN CASTILLO. Especial ese esa conversación con una cajita de recuerdos por medio.

Pero hay que ver el rigor, el mimo, el decorativismo de calado con el que está filmada de principio a fin. Verdaderamente es un Almodóvar espectacular en la plasmación de un mundo propio y de sus recuerdos, de su crisis de identidad, tal como hiciera en otro registro el Federico Fellini de OCHO Y MEDIO, referencia inevitable, ineludible.

No me parece tampoco gratuita la cita visual a ESPLENDOR EN LA HIERBA (ni a la destructiva Marilyn), no solo por estar protagonizada por uno de sus amores adolescentes en la gran pantalla, sino por lo revelador que es el propio título de ese pasado contenedor de un gran amor finalmente perdido. Y es que la pérdida se acaba convirtiendo en soniquete principal de la trama. También el perdón, o la ausencia de quienes ya no están en su vida (muy bien Leonardo Sbaraglia en esa reveladora aparición como ese gran amor del pasado ya envejecido). O el parcial reencuentro. Evidentemente, la primera persona lo acapara aquí prácticamente todo, pero no advierto la impostura de alguna otra ocasión o un egocentrismo vacuo.

Consigue igualmente sorprenderme esta propuesta por la belleza que despliega entre hiriente, cegadora, refulgente, vívida. Esa paleta de colores, por esos rojos saturados, seguramente influencia del genial Vincente Minnelli. Y ténganse igualmente en cuenta los elegantísimos créditos, los diseños, de Juan Gatti.

Los niños en unos pocos planos están perfectamente encarrilados, especialmente, Asier Flores, Almodóvar chavalín. La elegancia estética con el que está mostrado ese incipiente y conmovedor primer deseo merece reconocimiento. También es muy destacable ese monologo teatral –la película es teatral y literaria en el mejor de los sentidos- que se marca Asier Etxeandía. O esas habituales y sentidas canciones que impregnan su banda sonora y que riegan la historia de puro sentimiento, desde esa preciosa A TU VERA interpretado al capella y al alimón por la rompedora cantante Rosalía y por Cruz, hasta la preciosa y melancólica COME SINFONIA en la maravillosa y poderosa voz de Mina.

Es increíble, me lo dicen hace tan solo cuatro años y no me imaginaba que pudiera apoderarse de mí el mayor de los entusiasmos y el ardor guerrero para hablar del cine del calzadeño. Y eso que son varias las cintas suyas que me encantan, desde LA LEY DEL DESEO, ÁTAME o MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS hasta TODO SOBRE MI MADRE, HABLE CON ELLA o VOLVER, pasando por las muy grandes y no tan reivindicadas LA FLOR DE MI SECRETO (la más manchega hasta la aparición de VOLVER y de esta, todas están impregnadas de detalles o esencias de la tierra), CARNE TRÉMULA y TACONES LEJANOS.

Otras, sencillamente nunca he podido con ellas, se me han indigestado, es el caso de las verdaderamente infumables KIKA, MATADOR, la ya citada LA MALA EDUCACIÓN, LOS AMANTES PASAJEROS y la pretenciosa LOS ABRAZOS ROTOS. Tampoco las primeras, aunque pueda reconocer su frescura y su carácter rupturista, me llevaron nunca a su terreno, me refiero a PEPI LUCI BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN y LABERINTO DE PASIONES. Curiosamente, fueron estas por las que fue inmediatamente reconocido y por las que los seguidores de ambas se han mostrado a más recelosos con esta etapa última suya. Justo lo contrario de lo que me pasa a mí.

Y es que cuando a veces me metía con su obra les aseguro que no me sentía feliz por ello, aunque el personaje o la persona que proyecta nunca me haya caído precisamente bien, así que me alegra poderles manifestar lo que he disfrutado con esta joya, tal vez una de las tres mejores de una filmografía a la que debo reconocer en cualquier caso nivel, brillantez, personalidad, distinción autoral y algunos otros diversos méritos.

Me encuentro ante un Almodóvar muy grande que viene a sumar a su obra otra preciada yesca. Capaz de transmitir el dolor físico y el emocional, y hacerlo desde un impudor alabable como lo pudieran ser las prerrogativas a San Antonio de Padua. Y manifestándose tan magnífico depurador de estilo como siempre, incluso cuando ha errado el tiro. Pero lo noticiable es que al igual que en JULIETA vuelve a recuperar la forma de la manera más plausiblemente madura.

José Luis Vázquez