domingo, 19 de mayo

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Estreno en Royal City

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Le redoutable (Mal genio) ()

Director: Michel Hazanavicius

Intérpretes: Louis Garrel, Stacy Martin, Bérénice Bejo, Grégory Gadebois, Micha Lescot, Louise Legendre

Sinopsis: Mediados de los 60. Durante el rodaje de una de sus películas, el director francés Jean-Luc Godard, recién divorciado de Anna Karina, se enamora de la actriz de 17 años Anne Wiazemsky, con la que más tarde se casaría. Pero la acogida de la película no es positiva y desata una crisis en Jean-Luc. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

Michel Hazanavicius, el flamante director galo de esa maravillosa película que es THE ARTIST (por cierto, ha fallecido hace escasos días el simpatiquísimo chucho protagonista, Uggie, a los 13 años como consecuencia de un cáncer), ha conseguido que su compatriota, el insoportable cineasta Jean-Luc Godard, pueda generarme cierto interés tras cuatro décadas en que temblaba ante todo lo que pudiera ver con su firma.

Tal vez mi aseveración resulte un tanto injusta, pero nunca participé de la entronización de alguien que, vale, lo puedo reconocer, fue fundamental en el desarrollo de la “Nouvelle Vague” y trajo conceptos muy rupturistas al mundo del Séptimo Arte pero que salvo algún que otro título de los primeros compases de su filmografía (su mejor obra AL FINAL DE LA ESCAPADA, PIERROT EL LOCO e incluso llegaría hasta EL DESPRECIO/LE MÉPRIS) la mayor parte de la misma me resulta insufrible, sobre todo a partir de su radicalismo político a finales de los 60 y su pertenencia al Grupo Dziga Vertov.

La película tiene una clara vocación burlesca del personaje pero desde un cierto respeto. Vuelve a poner sobre el tapete la dicotomía, o bifurcación, entre el –para algunos, vuelvo a matizar que no para mí- genio y su cuestionable persona. Tal como reflejaba AMADEUS al abordar la figura de un Wolfgang Amadeus Mozart estratosférico en lo artístico e insufrible en su aspecto más íntimo, al contrario que lo que sucedía con su rival Salieri, aunque muy simpático tampoco resultaba éste en el trato.

Hay una frase pronunciada por el propio Godard y que se recoge aquí al final, que constituye toda una declaración de principios de la manera de ser de este tipo engreído, fatuo, déspota, petulante, pagado de sí mismo, cruel emocionalmente e inaguantable (y cuando manifiesto esto lo hago en base no solo al retrato mostrado sino a numerosos testimonios de quienes le han ido rodeando a lo largo de su vida… próxima a cumplir los 87 años): “Que me haya equivocado no significa que no tuviera razón”.

Que uno de esos por él desconsiderados y denominados despectivamente directores (de ahí esa separación que hacía al comienzo de esta reseña entre estos y cineastas) se haya atrevido a “mofarse” y a hacer una película convencional sobre una etapa concreta de su vida ha debido sentarle como una patada, de ahí que ni se dignara a contestar a la carta que le enviara aquél adjuntándole el guión.

Voy más allá, esta particular visión parte de un material literario muy entroncado con alguien que compartió vida con él, las memorias de su segunda y joven –se llevaban 17 años de diferencia- esposa, Anne Wiazemsky, con quien rodara algunos de sus trabajos más llamativos que no ni remotamente atractivos, la que se erigiera en sucesora de su anterior musa, la también actriz y fascinante Anna Karina. A propósito de ello hay un comentario de su incipiente relación que acabaría resultando profética en su segunda frase (“Tenía la suerte de admirar al hombre que amaba. Estaba a punto de revolucionarse a sí mismo”).

Y ahora aclaro el por qué de algunos de los atractivos que encuentro en esta propuesta que han generado mi considerable simpatía y adhesión.

Por ejemplo, el dibujo de los personajes llevado a cabo, el de la pareja principal fundamentalmente, me parece muy nítido, muy diáfano, aunque ello pueda conllevar caer en un relativo esquematismo. Él, Louis Garrel como Godard lo clava “espiritual” y físicamente. Ella, la tal Anne W., se muestra burbujeante en su cometido, con ese toque y estilo tan sesentero, reflejado principalmente en su vestuario, en esas minifaldas tan del momento que con tanto estilazo y belleza luce la –en todos los sentidos- estupenda Stacy Martin. Tomo nota adecuada de esta promesa ya emergente.

Me gusta también mucho el colorido rociado, casi como de revista de modas de la época. Y pese a que pudiera parecer una ironía por parte de su máximo responsable –dirige, escribe y produce- envolverla así, creo también que supone un “homenaje” al “look godardiano” y al del propio cine que bullía en pleno mayo del 68… otro precisamente de sus aciertos, la recreación histórica de fondo.

Pero es que considero que hay también una clara intención por reflejar la manera con que se enfrentaba a las cámaras –todavía en aquél momento- el firmante de LA CHINOISE: tanto en ese aspecto publicitario, como en la división por capítulos de la historia contada, una pseudo biopic en este caso, o esos personajes hablando, dirigiéndose a los espectadores.

Luego está su banda sonora, con una particular y preciosa versión de CUANDO CALIENTA EL SOL que me pone los pelos de punta.

Y en fin, que pese a tratar sobre un individuo antipático, es una obra bonita, resultona, vistosa y muy llevadera. No es poco para quien retrata a uno de los autores que más se caracterizaba por filmar cosas ininteligibles, inconexas (pese a que tuvieran su lógica interna), “atragantable” e impresas a ritmo de síncope. Y por supuesto, no deja de constituir mi opinión sobre el mismo, algo muy intransferiblemente particular, tal como al fin y al cabo él hizo con su trayectoria artística (curiosa y paradójicamente, le chiflaban las producciones norteamericanas de toda la vida). Son los reparos de alguien tan convencional en gustos como el menda lerenda. 

José Luis Vázquez