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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Miércoles, 23 de octubre

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Foto: Aura Garrido y Maribel Verdú en El asesino de los Caprichos/El asesino de los Caprichos

-El tercer y último estreno del fin de semana es español y potable. Su título, EL ASESINO DE LOS CAPRICHOS (EL ASESINOS DE LOS CAPRICHOS):

Lo del caprichos del título no es porque el susodicho asesino en cuestión sea antojadizo, pues más bien resulta de lo más metódico eliminando a sus víctimas. Para ello se inspira en algunos de los 80 grabados del magistral pintor Francisco de Goya y Lucientes que respondían a dicho epígrafe, cuyo registro era erigirse en sátira social de la sociedad española de finales del siglo XVIII, especialmente de la nobleza y el clero. Intercambien estos estratos sociales por el de algunos representantes de la clase pudiente actual, compradores o marchantes, y tendrán un adecuado trasvase.

Este es pues el leiv motiv del –si no me fallan las cuentas- vigésimo primer largometraje del también guionista Gerardo Herrero. Una cantidad ésta nada desdeñable en una cinematografía como la española no demasiado prolífica actualmente (otro cantar fueron tiempos pasados) para los profesionales que se encuentran tras las cámaras. Aparte no se olvide su importantísima faceta como productor, en la que destacan su aval y aportación financiera en más de 50 títulos, algunos de la gran calidad de LA VIDA MANCHA, EN LA CIUDAD, TINTA ROJA, LA VIDA QUE TE ESPERA, BAJO LA PIEL, EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA, LUGARES COMUNES, el memorable EL HIJO DE LA NOVIA, EL CORAZÓN DEL GUERRERO, MARTÍN (HACHE), GUANTANAMERA, SÉ QUIÉN ERES o el reciente y espléndido policíaco de Sorogoyen QUE DIOS NOS PERDONE.

Dentro de su faceta como director, lo verdaderamente importante es que siempre hace un cine industrial con indudable oficio, versátil temáticamente y que no suele ofrecer ninguna gran fisura. En su debe, que rara vez, por no decir nunca, suele pasar de un estado de corrección, que le impide que sus obras resulten algo más que consumibles sin más y ya no digamos perdurables en el recuerdo. Es el caso que aquí me ocupa. Por otro lado, no es cuestión a desdeñar. Ya quisiéramos unos cuantos cineastas de esta guisa por el bien de nuestra industria.

Al igual que lo último que había estrenado hace cuatro años (no es muy habitual que suela dejar tanto tiempo entre filmación y filmación), la adaptación de otro “thriller” basado en una popular novela de Domingo Villar, LA PLAYA DE LOS AHOGADOS, vuelve a optar por una narrativa tradicional dentro del género, pero con algún que otro detalle singular. Por ejemplo, que los antagónicos inspectores protagonistas sean ambas mujeres, unas muy adecuadas en sus roles, y convincentes, Aura Garrido –que va justamente emergiendo- y Maribel Verdú.

Esta última se muestra tan sólida como en ella viene siendo costumbre, pero en este caso su papel responde a los habituales arquetipos masculinos solo que cambiados de sexo, pese a alguna peculiaridad propia de su sexo. Que no acaba teniendo un peso determinante en la trama pese aunque pueda parecer lo contrario, me refiero a los asuntos referidos a su maternidad.

Por otra parte, la trama en sí misma, al contrario que en SEVEN por ejemplo, no es gran cosa (le falta hurgar suficientemente en esa sociedad ociosa que retrata de fondo) ni tira de una potente dirección o unos geniales efectismos como los exhibidos en la fenomenal obra de David Fincher. Presupuesto más modesto aparte, opta por una contención y cierto pudor a la hora de recrearse en los cadáveres que van apareciendo. Esto no es necesariamente una virtud, aunque aquí resulta aceptable.

Eso sí, le vuelve a faltar esa pulsión, esa pasión o emoción propia del mejor cine americano. Siempre se queda como a medio gas, como si le acabara faltando pulso, aunque esta vez he de reconocer que es una de las mejores veces que ha sabido resolver un final.

Es una producción tan aseadita –y aséptica a ratos- como las que suele poner en pie Herrero, solvente, de cierta factura y discretamente amena. Se deja ver bien. Y la Verdú continúa siendo la Verdú, palabras mayores según ha ido madurando.