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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Jueves, 18 de abril

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Foto: Joan Collins y Jack Hawkins en Tierra de faraones/Land of the pharaohs

-No es precisamente de romanos, sino de egipcios, pero TIERRA DE FARAONES (LAND OF THE PHARAOHS) es una película que asocio desde que la descubriera por primera vez siendo un niño, a la Semana Santa. Me produjo verdadero pavor la primera vez que la vi y aún tiempo después. La reviso cada cierto tiempo, la mayoría de las veces por estas fechas. Lo he vuelto a hacer de nuevo este Jueves Santo:

Es la mejor película que he visto en mi vida sobre el mundo egipcio, pues adoro SINUHE, EL EGIPCIO, incluso es una de mis 15 favoritas de siempre, pero es otra cosa y FARAÓN de Kawalerowicz es soberbia, aunque su rigor formal y narrativo impiden que me provoque ese definitivo punto de entusiasmo que el de esta insólita obra del grandísimo cineasta norteamericano Howard Hawks, con guion de lujo en que colaboró el merecidamente reputado escritor William Faulkner, ganador del Nobel.  

La vi por primera vez muy jovencito, con 15 años, pero esos 15 años de los de antes, ingenuos, fascinados e impresionables… también bastante certeros a la hora de advertir el cine que aún años después todavía me sigue apasionando. Fue por televisión y en una de esas programaciones especiales que la única cadena existente –bueno, estaba también la segunda cadena, el UHF- nos regalaba repletas de largometrajes. Sí recuerdo perfectamente que fue durante unas vacaciones de Semana Santa.

Debo confesar que me provocó verdadero terror. Si me llegan a preguntar a esa edad cual era mi película de este género favorita, sin duda hubiera contestado la presente. Porque esto que me mostraban era real, había ocurrido, seguían reproduciéndose muchos de los episodios aquí narrados. Imposible olvidar esa cobra deslizándose y atacando al hijo del faraón, o los ritos funerarios para homenajear a sus muertos acompañados de cánticos que me parecían sobrenaturales, o las voces de los “dioses” dirigiéndose al populacho o esa secuencia final, digna de cualquier antología que se precie.  

Y luego está esa minuciosidad, prácticamente documentalista, con la que contaron y sintetizaron sus creadores esa construcción de la pirámide de Keops, los años (se prolongó durante dos décadas exactas), los miles de muertos, el sacrificio de tantos.  

Hay, además, una preocupación admirable por un cierto sentido de la justicia, latente en cada uno de sus fotogramas, sobre todo en su parte final. La codicia es otro de sus asuntos primordiales. 

La dirección de Hawks es fastuosa, digna de los mejores especialistas en este cine pseudohistórico y glamuroso, pero con una precisión narrativa verdaderamente asombrosa. Fue su primer trabajo en cinemascope y el tratamiento otorgado resultó ejemplar, aprovechando perfectamente toda la anchura del plano para grandes panorámicas y cuadros que parecen extraídos del momento reflejado. Y es mucho más “hawksiana” de lo que en tiempos se le reconoció, pues en el fondo y en primera instancia no trata sino de unos profesionales que ejecutan a la perfección su trabajo.

Pero hay que destacar otro elemento y otro nombre fundamental. La dirección artística llevada a cabo por Alexander Trauner, el mismo que fabricara esas dos joyas de decorados que son EL APARTAMENTO y LA VIDA PRIVADA DE SHERLOCK HOLMES… y otros muchos más, claro. Su labor tan puntillista, acudiendo en persona a museos cairotas para elaborar y recrear con la máxima precisión cualquier detalle, es digna de un capítulo aparte, como ha llegado a destacar en su faceta de avezado crítico el que fuera Fiscal General del Estado Eduardo Torres Dulce.  

El apartado interpretativo se revela también importantísimo. Jack Hawkins intimida como el faraón y una jovencísima Joan Collins despliega todos sus considerables encantos. Es la ambiciosa y bellísima princesa chipriota Nellifer. Alex Minotis y James Robertson Justice tienen a su cargo dos personajes golosina, sobre todo el primero. Son, respectivamente, el Sumo Sacerdote Hamar y el ingeniero Vashtar.  

Es un espectáculo deslumbrante, embelesador, subyugante, difícilmente olvidable, que atrapa de principio a fin.