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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Martes, 18 de diciembre

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Foto: Bing Crosby e Ingrid Bergman en Las campanas de Santa María/Bells of St. Mary's

-Tras la reciente programación en Los Clásicos del Deicy de la maravillosa SIGUIENDO MI CAMINO es una magnífica ocasión, con la Navidad además a la mismísima vuelta de la esquina, para volver a extasiarme con la segunda entrega del díptico, si cabe superior, lo cual es muchísimo decir (también programada en la popular taberna irlandesa). Dirigida por idéntico genio, LAS CAMPANAS DE SANTA MARÍA (THE BELLS OF ST. MARY´S) es una verdadera bendición cinematográfica:

Magistral secuela de la multioscarizada SIGUIENDO MI CAMINO, en la que se obran prodigios con un argumento que sobre el papel induciría a imaginar un insufrible folletín con trasfondo religioso. Pero el perfecto sentido de la medida, la genialidad y la fina ironía de su director, el genial Leo McCarey, aderezadas de un suave tinte de romanticismo, más considerables cargas de profundidad emotivas, dan como resultado una obra maestra del cine sentimental.

Muestra un gran sentido del humor y esas réplicas contrarréplicas de la pareja protagonista no tienen precio. O ese momento protagonizado por Ingrid Bergman, igual de guapísima que siempre pese a estar embutada en hábitos, enseñando a boxear a un crío golpeado por sus compañeros, no tiene precio. 

Hace una monja de embeleso. Coge el relevo como antagonista del entrañable cura encarnado por Barry Fitzgerald en el título previo.

Y Bing Crosby es un partenaire que le da adecuada réplica. En el fondo no deja de ser una historia de amor… por supuesto espiritual.

Obtuvo un Oscar al mejor sonido concedido a Stephen Dunn.

En su momento –mediados los 40, recién finalizada la II Guerra Mundial- fue una película de enorme popularidad, tal como ya lo había sido su antecesora.