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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Domingo, 19 de agosto

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Foto: una escena de ¡Vaya bichos!/Drôles de petites bêtes

-El tercer y último estreno del fin de semana –qué alivio- vuelve a ser una de esas producciones animadas europeas, de la brillante escuela francesa, que en los últimos tiempos están inundando las carteleras españolas… y por ende, la ciudadrealeña. Se trata de ¡VAYA BICHOS! (DRÔLES DE PETITES BÈTES):

Dentro del brillante terreno de la animación que están desplegando últimamente el cine francés, ¡VAYA BICHOS! no es ni mucho menos de lo mejor procedente de allí –recuérdese la reciente EL MALVADO ZORRO FEROZ, las espléndidas LA TORTUGA ROJA y LA VIDA DE CALABACÍN o la notable BALLERINA-, al estar destinada casi exclusivamente a los más pequeñines de la casa. Tira o abusa de una ñoñería que bien pudiera chirriar a los mayores, o igual me equivoco.

El caso es que ofrece imágenes o escenas bonitas (la de esos bebés abeja), y desde luego no seré yo el que no diga que su técnica no es correcta o que no merezca cierto respeto. Pero supongo que en mi caso concreto el hecho de haber ido acumulando una considerable saturación de productos infantilones de este tipo procedentes del corazón de Europa o extrarradio, me ha ido provocando cansancio y un poquito de hartazgo. Claro que luego veo LOS INCREÍBLES 2 y me compensa todo lo compensable.

Es fácil deducir en algunos de sus personajes la larga y maravillosa sombra Disney, como en ese grillo de buen corazón y valeroso.  La cosa va de intrigantes avispas para quedarse con el reinado de un panal y –tal como indica el título- bichitos de toda clase y posición que se posicionan en un bando u otro, unos muy buenos y otros muy malos. En resumen, una fábula de las de toda la vida, pero con menor empaque y alcance… por manejar cuestiones muy sobadas a estas alturas –la ambición del poder, por ejemplo- y para las que se hubiera necesitado tirar de mucha más imaginación.

Por otra parte, que suene de fondo la eterna y maravillosa LA VIE EN ROSE siempre resulta un aliciente.

Y aquí se acaban las virtudes o “excelencias” de una propuesta menor, que esgrime un habitual y muy convencional argumento simplón, pero que al menos no es prolongado en lo que a metraje se refiere, tan solo 77 minutos.

Lo que suelo decir en estos casos, que seguramente los niños no serán conscientes de la mayor parte de los reparos señalados, así que podría servirles para tenerlo un rato entretenidos. Pero el día que asistí a su proyección solo había acudido uno a la sala acompañado de su correspondiente responsable.