Dormir, descansar, parar, callar. Todas estas funciones son imprescindibles para un adecuado funcionamiento energético. Pero si algo es vital, por encima del dormir es, soñar. La ciencia ha demostrado que la privación de la fase donde se producen los sueños, la fase REM, nos revela que ésta es la más necesaria ya que, tras un período prolongado de privación de sueño, los ciclos se autorregulan para recuperar el tiempo perdido de esta fase aún a costa de acortar otras.
Hablar de sueños y no mencionar a Freud es casi imposible. Desde que publicó su teoría sobre los sueños, se abrió una puerta, la vía regia la denominó, hasta entonces casi inexpugnable para conocer la psique y el inconsciente. Se postuló como el paraíso del terapeuta para conocer la verdadera naturaleza humana y por ende, poder curar.
Pero más allá del papel terapéutico que puede ofrecernos el sueño y su revisión en consulta, en términos psíquicos quiero reflexionar sobre por qué soñamos lo que soñamos desde otro punto de vista más práctico.
Los sueños y su relación con la curación es una asociación que desde hace más de 4.500 años en la antigua China ya tenían en cuenta los médicos de la época. Conocían la conexión entre cuerpo, mente y espíritu y sabían del poder de los sueños porque en ellos se refleja el desequilibrio entre el yin y el yan, cuya armonía era fundamental para el tratamiento. En Grecia, pensadores como Aristóteles sabían de la importancia de los sueños porque éstos reflejaban la salud corporal y un médico podía curar atendiendo a los de su paciente. Galeno en el siglo II utilizaba los sueños para el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades y a finales del siglo XIX, Freud y Jung principalmente, teorizaron y sentaron las bases del psicoanálisis y la importancia del sueño para el acceso al inconsciente.
Pero alguien no tan reconocido como los ejemplos expuestos que van desde la China milenaria, la filosofía aristotélica, la grecorromana o el propio Freud, a mediados del siglo pasado, dedicó su vida a saber por qué soñamos lo que soñamos. En Leningrado, Vasili Kasatkin estudió 10.240 sueños de 1.200 personas durante cuarenta años y llegó a la conclusión de que los sueños son “los centinelas de nuestra salud”. Las señales que llegan al cerebro procedentes de todas las partes de nuestro cuerpo, el inconsciente las traduce en información en forma de sueños que nos avisará de posibles enfermedades que comienzan su curso. Podemos pues asegurar que en cierta manera los sueños prodrómicos existen, pero no de números de lotería o de preguntas de un examen por venir, sino que advierten de una posible enfermedad que está comenzando o va a comenzar su curso.
Si bien Kasatkin rechazó la visión psicoanalítica desarrollada por Freud, ambos postulados son compatibles. Dependiendo del sueño en sí, este nos transmitirá una información que podrá ser de tipo fisiológico o psicodinámico o, incluso y para el más puro materialismo, simplemente para procesar la información recibida durante el día y que el sueño, traduce al lenguaje psíquico.
Sea como fuere, préstales atención. No te harán millonario, pero pueden salvarte la vida.
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