sábado, 27 de julio

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Barricada Cultural

 

La bala en la recámara

por Ignacio Gracia

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Pues por expreso deseo de José Luis Vázquez y por aclamación popular para amenizar el tedio, igual todavía podéis leer esto. Una bala en la recámara o un bis extraño. La cosa va al hilo de investigación sin dinero, de catástrofes y de que seguimos teniendo la mejor infantería social del mundo y la peor pagada.

La historia comienza con un niño de unos 4 o 5 años en Las Pedroñeras, criado en una familia muy humilde cuyos padre a su vez pertenecieron a una generación criada en la posguerra, en una España en escombros. Disculpad a esta gente mayor cuando quizás es escéptica sobre la crisis actual, porque igual no estén tontos. Es que comparan esto con aquello y que murió mucha más gente de hambre en sus tiempos que ahora de coronavirus. O sufrió una desnutrición voraz por comer solo mondas de patatas o con suerte harina de almortas que generaron escorbuto, motes como “el zopillo” o simplemente entierros de niños o “enterricos”. Pues todo esto lo superaron para colocarnos en el primer mundo. Para que por cierto despilfarrásemos el legado que habían ahorrado miguita a miguita, porque algunos de las siguientes generaciones, sobreprotegidos y sin formación ni cultura pese a títulos universitarios, crecieron sin saber lo que costaban las cosas y sin miedo a lo que puede pasar si te miras solo el ombligo. Así nos ha ido.

Pero mucha gente tuvo otra vida, donde ya desde muy pequeño supo el valor de las cosas y lo que hay que hacer en los momentos de la verdad. Es el caso del niño de las Pedroñeras, que se llama Javier. Está solo en casa y de repente sale ardiendo la estufa de butano. Prende las cortinas y comienza un incendio. Ve que no puede resolver aquello.

Es un niño asustado. Va a salir corriendo pero cae en la cuenta de que el cuarto que arde está al lado de lo más valioso para una familia en aquella época: la habitación de los jamones. Bien se dijo que en la guerra el gorrino había salvado más muertes que la penicilina: era simplemente la posibilidad de comer. Intenta abrir la puerta que tiene unos ventanucos de cristal pero no se abre porque el fuego se ha propagado y el consumo del aire ha generado un efecto ventosa. Baja angustiado a la calle para buscar ayuda pero es la hora de ir al colegio y no hay nadie. Y entonces el niño de cuatro años hace lo que tiene que hacer. Regresa a la habitación de los jamones y rompe el cristal de la puerta.

Equilibrada la presión, abre la puerta y se mete en una habitación ya llena de humo. El jamón pesa casi más que él y lo arrastra con una enorme dificultad a la puerta de la calle. Os recuerdo que es un niño. Cuando vuelve a por el segundo –el último- la habitación está en llamas. Está agotado, pero lastimosamente rescata al náufrago del mar de llamas. Al salir por la puerta un mayor se percata de la situación y da la voz de alarma. Javier está asustado y teme que sus padres lo castiguen por haber roto la puerta o por no haber sabido apagar el incendio. Se va al colegio con la cara llena de carbonilla y las cejas quemadas. A regresar si padre no lo castiga, le da un enorme abrazo con los ojos llenos de lágrimas.

Pues este niño siguió haciendo lo que tenía que hacer y hoy es director de investigación del Hospital de Ciudad Real. Hace pocos meses fue reconocido entre los premios regionales de Castilla La Mancha, el primero que se otorgó por una labor de investigación en la que tengo la enorme suerte de colaborar. La primera patente del SESCAM en colaboración con la UCLM y encima relacionado sobre la actividad anticancerígena de un producto tan humilde y grandioso como el Ajo Morado. El doctor Francisco Javier Redondo está al frente de un gran grupo de investigación del Hospital que está enamorado de su trabajo. Le auguro el mejor de los resultados –acordaos que lo digo ahora-. Cuando les propusimos el tema de los ajos nos sorprendieron porque están todavía más locos que nosotros, contestando a nuestra propuesta como un solo hombre de honor, que dijera Napoleón. La ayuda de Farmacia, de Cirugía, de Oncología o del extraordinario papel de la UIT (investigación traslacional) es impresionante. Todavía hace falta recibir más medios y consolidar la plantilla. Pero tiene el apoyo pleno de la dirección del hospital, cosa extraña en estos tiempos. Planteaos la importancia de lo que estoy hablando cuando en ciertos momentos jodidos a los dirigentes se les llena la boca para hablar de investigación, los mismos que reducen su presupuesto.

Ahora mismo Javier, anestesista, está movilizado las 24 horas para volver a salvarnos el culo a cada uno si hace falta. Es un pequeño ejemplo dentro de tantos extraordinarios profesionales que además de aplausos justos igual necesitaban otros reconocimientos más sólidos. Me acuerdo de lo que hiciste con cuatro años y no tengo duda de que no podemos estar en mejores manos. Os dejo una foto suya explicando cómo se deben mover los pies en los sembrados de ajos (o hilos) para no pisar lo sembrado. Pura poesía de una persona que no quiso olvidar lo que le transmitieron sus padres. Con un par, Javi.