En el Día Internacional de la Mujer, tan devaluado en nuestro país, tan acaparado por una izquierda tan desesperada de causas nobles y más perdida que un pulpo en un cabaret, recibo con tristeza el adiós de un tipo tan caballeroso que es capaz, y así lo ha hecho, de morirse el día que homenajeamos a las mujeres. Se nos ha ido Luis Racionero a los 80 años, una edad a la que hace años él no aspiró a alcanzar. Ensayista, novelista, urbanista, liberal psicodélico, fue uno de los personajes de la cultura española reciente. Estudió ingeniería y económicas en España, pero su revelación intelectual se produjo en Berkeley (San Francisco, California) en cuya universidad asistió a las revueltas estudiantiles del 68 y estudió urbanismo, una disciplina entonces en pañales por estos lares. Allí se empapó de las obras de Huxley, Watts y Koetsler y se trató con Marcuse, Gainsberg o Angela Davis. Al llegar a España participó en la primera etapa de la revista Ajoblanco y se convirtió en líder de nuevos movimientos alternativos con su obra Filosofía del underground. En 1983 ganó el premio Anagrama y en 1993 publico un interesantísimo ensayo, Oriente y Occidente, en el que se nos anticipa la actual situación geopolítica mundial. Heterodoxo a tiempo completo, tras su etapa ácrata californiana se acercó al mundo nacionalista, llegando a formar parte en 1982 de las listas de ERC por Gerona. Posteriormente, se acercó al PP (superen esto) y fue nombrado por Aznar director del colegio de España en París y luego de la Biblioteca Nacional. Refinado, cosmopolita y bon vivant, sus obras Memorias de un liberal psicodélico (2011) por la que ganó el premio Gaziel, Una espiritualidad para el siglo XXI (2016) y Manual de la buena vida (2018) completan el testamento vital de un intelectual complejo y poliédrico que nunca temió remar contracorriente. Con todo, a mí me pareció maravilloso y conmovedor su libro de memorias Sobrevivir a un gran amor, seis veces. Una terapia irónica, como el escritor lo definió. Racionero se casó en 1991 con la famosa Dra. Elena Ochoa, hoy Lady Foster. Un gozavida que amaba a las mujeres. Ha hecho mutis por el foro en su día. Un crack.
Leo una interesante reflexión del director adjunto del diario económico Expansión, Iñaki Garay, acerca de la actitud del Gobierno frente a la epidemia del coronavirus. Entiende que “hubiera sido coherente y responsable, y seguramente más barato a medio plazo, tomar medidas más contundentes. Pero no vayamos a perder un voto. El Gobierno prefiere someter a toda la población a una escalada de contagios antes de que alguien pueda pensar que no es lo suficiente feminista por suspender las concentraciones y manifestaciones previstas para este domingo en muchas localidades de España con motivo del Día Internacional de la Mujer”. Todo ello contrasta grandemente con las medidas adoptadas en Italia. ¿En qué quedamos? ¿Qué ocultan? ¿Saben algo del tema o andan papando moscas? Sería bueno que empezaran a currarse el asunto con la seriedad y gravedad que merece. Lo vamos a pasar mal. Al tiempo. Y otra interesante reflexión, esta vez de Marie Curie: Nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales; de creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres, y no soy inferior a ninguno de ellos”. Pues eso.
Iba a recomendarles la exposición de Rafael en el Palacio del Quirinal en Roma, que fue residencia papal en el asedio a la ciudad. Solamente por ver de cerca La Fornarina (el pintor dibujaba a sus amantes de forma exquisita) merece la pena la excursión, echándole los huevos correspondientes debido al alcance de la infección coronavírica en Italia. Ahora ya no va a poder ser: se ha decretado el cierre de los museos. ¡Cómo estará la cosa!
Y una última recomendación: Hijos de Caín. Una historia de los asesinos en serie, de Peter Vronsky. Un rastreo exhaustivo de los criminales y asesinos psicópatas a lo largo de la historia, en Europa y Estados Unidos. También hay asesinas en serie.
El vino recomendado esta semana es un excelente ejemplar de los tintos de Toro: Uro 2014, de la bodega Hacienda Terra D’Uro. Un vino de enorme concentración, complejidad y elegancia. Fresco, sedoso y vibrante. Un pedazo de vino, muy expresivo de las características de la D.O. Ello no obstante, y pese a su calidad y gran puntuación Parker, no renuncia a una excelente relación calidad/precio.
Sigan con salud.
Foto: cronicaglobal.elespanol.com