sábado, 19 de abril

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Barricada Cultural

 

La astucia de Colón

por María Delgado

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El 29 de Febrero del año 1504, el almirante Cristóbal Colón, descubridor del continente americano se encontraba en un gran aprieto.

Varado junto con sus hombres en una playa remota de la actual isla de Jamaica, con la mitad de los marineros amotinados, y la otra mitad desmoralizados y prontos a amotinarse también, nuestro almirante necesitaba encontrar un modo de dar esperanza a sus compañeros y a sí mismo, aparte de garantizar la supervivencia de todos hasta encontrar una solución que los pusiese de nuevo rumbo a las tierras de España.

Durante el que fue su cuarto y último viaje de descubrimiento, en el que había buscado infructuosamente el paso que le llevaría hacia las verdaderas Islas de las Especias, él y sus marinos sufrieron toda una retahíla de infortunios que acabaron con lo que quedaba de la expedición perdidos en Jamaica, sin barcos, sin víveres, y con muy pocas esperanzas de ser rescatados. Además, Colón ya no era el líder férreo y carismático que había sido en tiempos de sus primeros viajes. En esta etapa final de su vida, este genial lobo de mar no era más que una sombra de sí mismo, estaba mayor, enfermo, y había sido humillado por quienes fueron antes sus protectores y amigos.

Al principio de su estancia forzosa en la antilla caribeña los españoles hicieron buenas migas con los nativos de los alrededores, quienes les proveían de comida; pero con el paso de los meses esas relaciones se habían agriado, debido sobre todo a la mala fe de los marinos amotinados, que se habían refugiado en tierras del interior de la isla, pertenecientes a las tribus taínas, y habían cometido abusos hacia sus pobladores. Los hombres de Colón se encontraban en ese aciago Febrero desesperados por comer, y éste encontró por fin una manera de doblegar a los indígenas sin necesidad de recurrir a la violencia.

Aprovechándose de sus observaciones diarias del cielo y las estrellas, y gracias a su Almanach Perpetuum, pudo pronosticar que esa noche del 29 de Febrero se produciría un eclipse lunar que podría ser muy vistoso desde la posición en que se encontraban. Mandó entonces recado a los jefes tribales de que se reuniesen con él en la playa, y una vez allí les amenazó con que sus dioses habían hablado con él y estaban muy enfadados con los indios por haber dejado de alimentar a los españoles. Como muestra de que todo esto era cierto, esa noche harían oscurecer completamente la Luna (elemento muy importante en la religiosidad de los nativos), para castigarles.

Caída la noche, los pobres taínos contemplaron con horror cómo un velo rojizo iba tiñendo la Luna, para más tarde desaparecer completamente en la oscuridad. Profundamente asustados, acudieron de inmediato al improvisado campamento de los españoles, llevando consigo toda clase de viandas, y rogaron a Colón, a quien ya consideraban emisario de los dioses, que rogase a éstos el perdón para su tribu. Éste prometió que así lo haría y que enseguida cesaría el oscurecimiento lunar. Los nativos se fueron más tranquilos, y los marinos españoles pudieron así salvar la vida gracias a la astucia del almirante.

Todavía habían de pasar bastantes días antes de ser por fin rescatados desde la colonia de La Española, pero esta pequeña treta les consiguió volver a estar en buenas relaciones con los habitantes de la isla, y les devolvió la esperanza de un feliz desenlace.

Las moralejas que podemos extraer de esta curiosa anécdota son varias: que nunca se debe perder la esperanza, por desgraciadas que sean las circunstancias; que como dice el viejo refrán, más vale maña que fuerza; pero, especialmente, a mi entender, que es bueno tener todo tipo de conocimientos, y que nunca sabes cuándo van a resultarte útiles.

¡Nos leemos!

 

Foto: hdnh.es