viernes, 19 de abril

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Barricada Cultural

 

Diseño, quesos y abogados del estado

por Fernando Aceytón Sorrentini

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En estos tiempos azarosos se está hablando mucho (más de lo que sería conveniente) de algunos cuerpos del Estado e indefectiblemente se deslizan generalizaciones que forzosamente desvirtúan la realidad, si bien en el caso que nos ocupa esos altos funcionarios no salen mal parados. Es el caso de la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Después de la discusión en los medios acerca de lo que supuestamente han hecho bien o mal, se concluye que, en todo caso, se trata de cuerpos de élite formados por gente con una preparación que no se ha visto salvo en los aspirantes a astronautas. Bien. Tontos no han de ser, y no será el que suscribe quien lo afirme, pero de ahí a Einstein hay una tiradita que da para mucho. Supongo que, como en botica, habrá de todo. Hay que ser muy especialito para aguantar unos años estudiando más de ocho horas (criando un culo como un pandero) al objeto de memorizar datos al objeto de recitarlos como un papagayo. Es evidente que de alguna manera tiene que dilucidarse la provisión de puestos públicos, pero, siento decirlo, ahí no se encuentra necesariamente el talento. La mayoría son esforzados de la ruta, memoriosos ellos en grado sumo, y grandes trabajadores, eso es todo; aunque como decía Balzac (otros dicen que Picasso), “cuando lleguen las musas que me encuentren trabajando”. La inteligencia viva e incisiva se lleva mal con la idea del puesto para toda la vida, tan cara para un amplio sector de conciudadanos. Ahora que en estas fechas el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid consulta a su variopinta grey su opinión acerca de la Justicia y de los jueces en la Comunidad de Madrid (si yo les contara…) forzoso es que desde aquí reivindique la figura del Abogado (a secas), trascendental en la defensa del Estado de Derecho y tan denostada.

Un ejemplo de los anteriormente expuesto lo constituye el todopoderoso hombre en la sombra Iván Redondo. Al parecer, y después de prestar servicios al popular Monago, que llegó a presidir la Junta de Extremadura, ese portento de Pedro Arriola (no hay más que ver cómo ha quedado el PP) decidió, con la anuencia de esa otra luminaria Soraya Sáenz de Santamaría, prescindir de sus servicios. El resultado es por todos conocido. Y la susodicha es Abogada del Estado. Lo dicho.

Leo una entrevista a André Ricard, el gran diseñador de muchos de nuestros objetos cotidianos. Cumple 90 años y sigue en activo. Grande. Dice Ricard que “lo feo normalmente no funciona.” Completamente de acuerdo; no seré yo quien desdiga al maestro. Si yo fuera Pedro Sánchez lo tendría muy en cuenta.

Decía el general De Gaulle que “un país con 800 quesos es un país que no se puede gobernar”. España tampoco resulta muy gobernable que digamos, pero cuenta con menos quesos. Quizás por eso uno nuevo viene a engrosar las filas de la quesería nacional. Se trata de la nueva criatura de Peter Sisseck, el enólogo danés, enamorado de España, responsable del esplendor de los vinos de la Ribera del Duero y que en los 90 alumbró uno de los grandes caldos españoles de todos los tiempos, y lo tarifó a 1.200 euros: el Pingus. Fiel a su filosofía de poca cantidad y mucha calidad nacen los quesos de pasta lavada cuyo nombre permanece aún en secreto y que se elaboran en la granja Arnaldo.

Quesos de leche de vaca en un número limitadísimo (300 quesos al año), artesanales y elaborados al estilo de los grandes quesos europeos. Distribución a través de los que venden sus vinos y por piezas enteras. Estamos, con toda seguridad, ante otro producto que devendrá mítico. Al tiempo.

El vino recomendado esta semana, como no puede ser de otro modo, es el Flor de Pingus en su cosecha de 2017, de la bodega Pingus, del citado Peter Sisseck. Gran concentración y mucho tanino. Fresco y elegante. Calidad a raudales. La excelencia de la D.O. Ribera del Duero. Notas altísimas en todas las guías y un precio de 130 pavos. Merece la pena.

Sigan con salud.

 

Foto: españaescultura.es