Érase una vez un pequeño pueblo de la antaño denominada Castilla La Vieja. El señor X había visto fracasar su matrimonio con la señora Z y con una hija en común, tras un divorcio algo movido, el hombre se empeñaba en llevar a término las condiciones fijadas por el Juzgado para la manutención y el cuidado de la criatura. La señora Z, sin embargo, consideró que su ex marido había venido a mejor fortuna, por lo que interesó ante el Juzgado un aumento de la pensión alimenticia que el señor X destinaba a su hija, a la vez que solicitaba que se privara al padre de la visita que éste giraba a la menor los martes por la tarde, alegando que el padre la dejaba con sus abuelos.

El Juzgado atendió los pedimentos de la susodicha, accediendo a la modificación de las medidas pretendidas por la señora Z. El señor X entendió que dicha modificación resultaba injusta en grado sumo, por no decir injustificada y huérfana de toda prueba; es decir, sospechosa. Escamado ante lo insólito de la referida resolución, el señor X encargó un seguimiento de la señora Z a un detective profesional y fetén. El resultado del trabajo se reflejó en un informe y unas fotos que llevaron la preocupación al Juzgado cuando en un escrito el señor X solicitó la declaración del detective como testigo.

Ese mismo día, el Juzgado dictó una resolución por la que procedía a abstenerse del conocimiento del caso debido a que el Juzgado sabía de la existencia de la señora Z por haber coincidido en un curso de violencia doméstica. En el informe referido constaban unas fotos que mostraban al Juzgado, a cuyo titular denominaremos señor J, en compañía de la señora Z el mismo día en el que se dictó el auto aprobando las medidas contrarias a los intereses del padre. La explicación del señor J pareciole confusa a la Audiencia y le solicitó datos más precisos, que fueron aportados por el señor J, con más cuento que Calleja, pero que a la Audiencia debieron dejar contenta.

Sin embargo, la sustituta en el Juzgado del señor J, la señora J, concluyó que este señor y la señora Z mantenían una relación sentimental desde hace tiempo, o sea, que estaban enrollados. Y en ese rollo, el señor J no sólo no se había abstenido de conocer la cuestión, sino que había dictado una resolución (un auto) crujiendo sin contemplaciones al señor X (esta es la verdadera madre del cordero). Por ello, anuló la misma y desestimó las pretensiones de la señora X.

Los hechos narrados son verídicos. Se preguntarán Uds. que ha sido del señor J. En cualquier país serio, este señor habría sido expulsado de la carrera judicial sin contemplaciones, aquí le han caído 18 meses de suspensión. Prevaricar sale barato.

Y hablando de ropones, lean Uds. (si pueden y quieren) el magnífico análisis de Iñaki Garay, director adjunto del diario económico Expansión, publicado este último sábado acerca del juicio de Bankia. Inquisición, piras y pirómanos. Instrucciones absurdas (tan sólo en apariencia) y banquillos selectivos. Un aquelarre político más que un acto de justicia, al que se prestan algunos togados, contribuyendo a aumentar esa sensación de descrédito de las más altas magistraturas que se extiende de un tiempo a esta parte. Como señaló Bertolt Bretch: Muchos jueces son incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia.

El vino recomendado esta semana es un top. Torre Muga 2016, de las bodegas del mismo nombre, situadas en el Barrio de la Estación de Haro. Muga tiene una gama de vinos espectacular. Todos muy buenos. Pero a mí siempre me ha gustado el Prado Enea, un gran reserva y este Torre Muga. Un gran vino. Siempre elegante y complejo, pero maduro, equilibrado y sedoso. El que conmemora los 25 años viene cargado de fruta negra madura y especias y una boca potente, golosa, muy larga. 70 euros tienen la culpa.

Sigan con salud.

Foto: tuabogadodefensor.com