viernes, 26 de abril

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Barricada Cultural

 

Vivir así es morir de amor

por Fernando Aceytón Sorrentini

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De vuelta a la rutina, y mientras escribo estas líneas, escucho la noticia de la muerte de Camilo Blanes, más conocido como Camilo Sesto. Un amigo lo ha definido como un tipo que nunca se metió con nadie y que arrastró graves problemas de salud. ¿Quién no ha escuchado y tarareado, incluso cantado (o gritado) en algún karaoke, alguna de sus canciones, en especial Vivir así es morir de amor? Otro grande que se va y otra muesca más en la memoria sentimental de muchos de nosotros. Impresionante legado, en todo caso. Esperemos que, como es fama en España, le enterremos bien. Descanse en Paz.

La pasada semana, durante la celebración del GP de Fórmula 2 en el circuito de Spa (Bélgica), falleció en un brutal accidente el joven piloto francés Anthonie Hubert (22 años), recordándonos que, a pesar del considerable aumento de las medidas de seguridad, la muerte espera en cada curva. Ese mismo fin de semana y en la categoría superior, la F1, otro joven piloto y gran promesa del automovilismo (falta hace), Charles Leclerc, con el Ferrari, se alzó con la pole. Pierre Gasly, compañero y amigo de los referidos y piloto de la escudería Toro Rosso, le animó a ganar la carrera por Hubert. Leclerc es un magnífico piloto y probablemente esté llamado a ser una figura de primera línea en la F1 en los próximos años. De momento es capaz de alcanzar el primer puesto de la parrilla con un coche inferior hoy por hoy al todopoderoso Mercedes (ayer mismo ha vuelto a obtener la pole en el GP de Italia y hoy ha vuelto a ganar por delante de los coches alemanes). Leclerc ganó ese gran premio de Bélgica y dedicó emocionado su victoria a su amigo fallecido. A punto estuvo de no hacerlo. Hamilton terminó segundo, un gran resultado que además le permitía aumentar su ventaja sobre su compañero Bottas, segundo en la clasificación general, como he leído a algún comentarista. Pero nuestro amiguete quería más, lo cual sería comprensible e inobjetable, si no fuera porque Hamilton es un piloto sobrevalorado que debe gran parte de sus éxitos a la buena elección de su montura (y a las ayuditas de esa perla llamada Ron Dennis), ejemplo (tan frecuente en los últimos tiempos) de piloto por debajo de la máquina. Los más grandes son los que son capaces de sacar petróleo de un marmolillo, de dar el 200%; el inglés se ha montado en un Mercedes netamente superior al resto. Cinco entorchados iguales que los cuatro de Vettel, otro que tal. Hamilton es un crack a una vuelta (ahí están las estadísticas: 71 poles), es agresivo y tiene fortaleza mental, pero eso no le convierte en el mejor de todos los tiempos como pretenden algunos; ni está a la altura de Senna como afirma Gerard Berger, ni será como Schumacher. Las comparaciones son odiosas y complicadas, pero en una disciplina en la que la máquina cobra una importancia capital, los coches constituyen una variable fundamental a la hora de valorar méritos y talentos. Y es ahí donde pilotos como Hamilton tienen las de perder. Con cambios en la reglamentación técnica que establezcan más igualdad en los coches veríamos otras cosas, alejadas del tedio que asola la F1 en los últimos años. Yo, por mi parte, preferí la victoria del chavalillo Leclerc y su sentido homenaje a su amigo muerto en acto de servicio, al enésimo y aburrido triunfo de un viejo cocodrilo con el colmillo retorcido. Va siendo hora de que se dedique a la moda o al hip hop. Y sí, lo han adivinado, no me gusta Hamilton.

Y ahora que el verano languidece, parece que también quieren acabar con las serpientes de verano, al menos con una de las más famosas y reiteradas: la existencia del monstruo del Loch Ness. Unos sesudos investigadores de una ignota Universidad, la de Otago, en la remota Nueva Zelanda, han concluido que Nessie, nuestro monstruo favorito, no existe. Al menos que no existe como plesiosauro; que puede ser un esturión, una anguila o ¡un siluro! ¡Venga ya! Mil quinientos años desde el primer avistamiento hasta nuestros días y aproximadamente un millar de apariciones y pretenden hacernos creer que es una anguila (como las que se pescan en la albufera valenciana). Los 37 kilómetros de longitud y los 7 billones de metros cúbicos de agua del famoso lago dan para mucho. Hasta para no encontrarlo.

El vino recomendado esta semana es un Burdeos para consumir a diario. Un vino asequible, con una impresionante relación calidad-precio: Château Pérenne 2014, proveniente de una de las zonas más desconocidas de Burdeos y recomendado por el gran chef Joel Robouchon. Un vino redondo y estructuralmente complejo, de largo final pero fácil de beber, que seduce a todo el que lo prueba.

Sigan con salud.

 

Foto: diezminutos.es