sábado, 27 de abril

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Barricada Cultural

 

Calor cruel

por Fernando Aceytón Sorrentini

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Escribo en mi estudio pertrechado de un buen equipo de aire acondicionado. El calor es absolutamente insoportable. Salir de casa exige un valor sobrehumano para traspasar esa canícula ígnea, esa masa caliente y pegajosa que se adhiere al cuerpo nada más traspasar el umbral de un sitio mínimamente fresco. En estas condiciones los sentidos se embotan y nos invade una galbana que nos aleja de cualquier actividad intelectual que vaya un poco más allá de pulsar el mando de la tele. El Tour me aburre profundamente; no le encuentro sentido a ese deporte matahombres, que se ejercita además bajo un sol de justicia (el tiempo en Francia también se las trae…) y la temporada futbolística no ha hecho más que empezar. La prensa dominical junto con un Aperol Spritz se convierten en aliados formidables para una buena matinée dominical.

Cae en mis manos un reportaje en La Razón acerca de Roy Halston Frowick, el muchacho de Iowa que llegó a vestir a Studio 54, la mítica discoteca neoyorquina. Fue el tipo que diseñó (era sombrerero de Bergdorf Goodman) el somberito pillbox que lució Jackie Kennedy (née Bouvier) en la ceremonia de toma de posesión de la presidencia de su marido. A finales de los sesenta lanzó su propia firma que destronó la bohemia hippie e inauguró la elegancia sofisticada. Glamour minimalista para inaugurar la era disco. Fue la primera superestrella internacional de la moda y un maestro del corte y del terminado. Junto con sus amigas Liza Minelli, Lauren Bacall, Bianca Jagger, Paloma Picasso, Elizabeth Taylor y el inefable Andy Warhol (y hasta Tennesee Williams y Truman Capote), con su pelo engominado, sus gafas de sol y su perenne cigarrillo en la comisura de los labios reinó en Nueva York y en el mundo de la moda. Una decisión empresarial equivocada en el año 1981 le hizo entrar en caída libre, junto con su adicción a la cocaína. En 1988 le diagnosticaron VIH, aislándose del mundo hasta su muerte en 1.990. La estética minimalista que devolvió la elegancia a los Estados Unidos sigue hoy presente en la marca Halston Heritage. En el año en que se cumplen cincuenta años de la llegada a la luna, también se conmemora el medio siglo de vida de la firma con un documental firmado por Fredéric Tchen en el que podemos ver a Liza Minelli, Joel Schumacher o Marisa Berenson.

Nada como una sugerente lectura para refrescar el espíritu. En esta ocasión recomiendo una obra de Auguste Villiers de L’Isle-Adam, Conde de Villiers de L’Isle-Adam (1838-1889): Cuentos Crueles, en edición especial de Austral. El citado caballero, vástago de una noble y arruinada familia y obseso del delirio de las pérdidas de riquezas por sus antepasados, fue el creador de un mundo extraño y quimérico, cuentos fantasmagóricos en atmósferas alucinantes. Amigo de Baudelaire y de Mallarmé, su producción está influida por Edgar Allan Poe y el catolicismo diabólico de Jules Barbey dÀurevilly, alcanzó notoriedad con estos Cuentos Crueles, pero no logró salir de pobre. A mí, la lectura de estos cuentos con la banda sonora de las Variaciones Goldberg en las manos de Glenn Gould y acompañado por un rosado provenzal Ott Chateau de Selle 2015 me predispone a la práctica sofisticada de una de las bellas artes a las que el gran Thomas de Quincey dedicó un hermoso libro. Candidatos no han de faltar.

El vino de la semana ha de ser necesariamente un antídoto contra el calor que padecemos. Un blanco maravilloso de una tierra maravillosa: Nueva Zelanda. Cloudy Bay Sauvignon Blanc 2018. Un Marlborough del valle de Wairau, en el extremo norte de la isla sur. Fresco, vibrante, frutal, sutil, delicada mineralidad y acidez del limón. Final persistente. Adictivo.

Sigan con salud.

 

Foto: elespanol.com