viernes, 29 de marzo

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

La mala leche

por Ignacio Gracia

Imprimir noticia

Nuestra barricada versa hoy sobre este aspecto tan característico de los españoles, que citando metafóricamente con el burro por delante, voy a circunscribir a casos que conozco -legendarios como veréis- de mi pueblo. Avisados quedáis.

Mi relato comienza con una de las primeras reseñas bibliográficas de mi patria chica, Santa Cruz de Mudela. En 1844 el Instituto Nacional de Minas publica un inventario de los recursos geológicos de España. Esta especie de enciclopedia es fruto del ingente trabajo de campo de numerosos geólogos que visitaron las diferentes comarcas del país para establecer un manual que será una referencia durante décadas. En los volúmenes se da cuenta del origen y composición de las formaciones geológicas, yacimientos explotables o agotados, junto a características forestales y agrarias como posibles precursoras de una industria incipiente. Cuando llega a mi pueblo, el ingeniero visitante dedica un pequeño párrafo a describir las características del terreno enmarcado en las faldas de sierra morena, citando los escasos recursos de la zona asociados a la peculiar orografía. Describe una mina de plata ya agotada en tiempo de los romanos, los manantiales de aguas ferruginosas y poco más, indicando incluso la escasa vegetación arbórea y su negativa implicación en el posible aprovechamiento industrial de la zona. Lo que destaca de su reseña es que además del párrafo técnico, de forma única y excepcional en la publicación, dedica un importante texto –mayor que el anterior-, a citar impresiones personales sobre los lugareños. Indica que son personas de baja alcurnia, con pocas ganas de trabajar y predispuestos a engaños, a trapicheos y al contrabando “desde el más alto hasta el más bajo; desde el más rico a el más pobre para todos da ocupación esta industria destructora y desmoralizadora…” Me pregunto qué le harían mis antepasados a este pobre hombre. Con mi perspectiva actual sonrío y me lo puedo imaginar: “Mira tú el señorito estirado este, ¿quién se cree con esos modos de capital? ¿A qué vienes a preguntarnos, tú que eres tan listo? Y si no sabes aguantar una broma te vuelves por donde viniste…”

Recuerdo al hilo de la historia las explicaciones que me daba mi abuelo paterno sobre ciertas bromas que se gastaban en el casino. Cuando estaba alguno roncando con la boca abierta disfrutando de una placentera siesta se le acababa poniendo un trozo de periódico arrugado en la boca. Prendido, claro. La cara del recién despertado con el fuego en las barbas era un poema. Y daba cuerda en conversaciones y cachondeos para rato. Y si no sabes aguantar una broma ya sabes… Mi abuelo decía que como no había tele en algo se tenían que entretener, y que por ejemplo, si le quemaban las alpargatas a alguno ya echaban la tarde. Otro ejemplo notorio fue el de los albañiles que arreglaban el tejado de una de las mejores casas en plena plaza del pueblo, a la vista de todos los vecinos. Pues a la hora del mercado o de salida de misa, surtió efecto la jarapa laxante que habían echado en el almuerzo de los pobres operarios, teniendo que aliviar sus imperiosas necesidades físicas delante de la práctica totalidad del pueblo. Y creo que el tejado no tenía ángulos muertos. Portentoso.

En el pueblo de las navajas tampoco era extraño que cuando habitualmente se jugaba al fútbol con pelotas hechas de trapos atados, la llegada de un balón de cuero no se podía disfrutar demasiado, porque acababa perdiendo el aire por una rajita. “Anda, se ha pinchao tu balón de reglamento” –decían con mucho retintín marcando con sorna la pronunciación de la palabra “reglamento”, a la vez que escondían la mano que llevaba la navajilla. Esto es así, ya sabéis.

Visto lo visto es normal que nuestra contribución a la historia militar en la Guerra de la Independencia tenga un sesgo peculiar. En 1808 las tropas francesas del general Dupont visitan el lugar en dirección hacia Cádiz. Aparentemente, los soldados fueron recibidos sin hostilidad, por lo que el general decidió dejar custodiado en el pueblo parte del avituallamiento. Sin embargo, propagando la insurrección que viene desde el sur, el 5 de junio los habitantes se armaron y se enfrentaron al destacamento francés estacionado en el pueblo. Sus 120 hombres fueron aniquilados.

Esto es lo que dice la historia. Lo que no cuenta es el matiz. La leyenda no confirmada de que se echó cocimiento de adelfas –las de las medianas de la carretera, sí- en el depósito de agua potable que bebían los franceses. La adelfa es una planta que posee alcaloides venenosos, que si bien no matan en un cocimiento sí pueden generar severas diarreas a quien lo ingiere. Pues eso. Digamos que elegimos el momento idóneo de atacar cuando los franceses andaban bajándose los pantalones, no me negarán el alarde de sincronización y estrategia. Que no hubieran avasallado exigiendo comida a los paisanos. Bebido vino gratis, con esa chulería de la france, con esa altanería y superioridad. Pero vamos, lo tenían que haber visto venir. Cuando el posadero sonrió al servir vino que no iba a cobrar, mostrando su dentadura desdentada. “Ea, bebed hermosos, que os va a entrar sed”.

Cuenta la historia que los veinte días que estuvo cerrado el paso de Despeñaperros por la insurrección se hicieron muchos prisioneros, incluidos el general René, que viajaba en compañía del capitán de Estado Mayor Caignet y del comisario de guerra Vosguien. Fueron apresados y llevados al hospital de La Carolina, pero con posterioridad una partida de hombres armados con trabucos y navajas los sacó de allí. El general fue cosido a puñaladas. El capitán Caignet y el comisario Vosguien fueron serrados vivos. Yo no digo nada, seguro que es solo mi intuición, pero sospecho que la hija del posadero tuvo tratos con el general, noto algo familiar en el sutil ensañamiento. Algo personal.

Reitero que las últimas aseveraciones forman parte de la leyenda o de la inventiva popular. Sin embargo, visto lo visto, en mi fuero interno algo me dice que son más que ciertas. Vamos, lo normal en estos casos. Así que os recomiendo que no echéis en saco roto algunos avisos de mis paisanos. Vamos, que si te decimos que te vas a ir de vientre, te lo puedes tomar literalmente, dicho con todos los respetos. Vosotros veréis.

 

Foto: fotopueblos.es