viernes, 29 de marzo

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Barricada Cultural

 

La culpa es de la ignorancia

por Ignacio Gracia

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Escribo esta barricada por alusiones ante críticas vertidas a la institución de la Universidad consecuencia de algunas lamentables noticias de actualidad. Quizás escribo por responsabilidad, de forma subjetiva, pero opinando de algo que conozco porque es mi trabajo.

Veo pasar estos días con tristeza, cuando se vapulea desde los medios a la Universidad como única culpable de noticias sobre másteres, convalidaciones, títulos, trabajos fin de grado, doctorados…Estas informaciones dan idea en mayor o menor medida de posibles amaños, procesos dudosos en cuanto a forma, o a las menos sugieren poca calidad o amiguismo. Y los que opinan de todo en la tele (los que saben de todo, pero sin formación) ya están generalizando estos casos como algo habitual de esta institución, con la mala leche que generan a los que curran como cafres pero no tienen padrinos, la gran mayoría. Esto me hace recordar con envidia el año que viví en Italia, haciendo una investigación postdoctoral Marie Curie para hacer méritos, como tantos otros españolitos. El caso es que allí también hay opinólogos y programas de tv donde la gente chilla (os recuerdo que nosotros se los importamos), pero que también los debates cuentan generalmente con una persona de alta formación (doctor, abogado, especialista con título…) para hablar sobre el tema. Y os aseguro que cuando estos hablan los demás callan. Y no sólo el corro de gallinas televisivas, sino cualquier persona de la audiencia. Están habituados a escuchar a expertos, a dar más peso a la opinión de una persona con formación cuando habla sobre su tema. Lo mismo pasa en la calle o en una reunión de vecinos. Fijaos qué lógico parece que el que ha recibido preparación tenga algo más de atención cuando habla sobre lo que conoce. Pues lo contrario que en España, y así nos va. Y nos lo hemos ganado a pulso.

La responsabilidad a la que aludo hace que los italianos con formación se sientan con la obligación de emitir un juicio, incluso si no se les pregunta. Son –y lo saben- una referencia para la sociedad, y dan un puñetazo en la mesa si hace falta para reclamar, quejarse, apuntar trampas del partido de turno o derivas peligrosas que un espectador o votante medio no es capaz de vislumbrar. Lo hacen desde su conocimiento, con el sesgo particular de partidos o ideologías, y os aseguro que eso enriquece el debate. Ahora comparad y llorad…

Pues aquí tenemos lo que nos merecemos. Hemos dejado de cuidar la calidad en la educación, cuando era nuestro principal aval en el mundo. Esa mezcla de improvisación, conocimiento y experiencia que nos hizo la mejor infantería técnica y docente de la historia, envidia de las cabezas cuadradas de otros países. Lamentablemente empezamos a usar la educación como arma política, a repartirla como negocio o a estigmatizarla como a los otros dos pilares de la sociedad que han seguido la misma suerte: sanidad y pensiones. Resolved estos pilares maestros y dejad si queréis que nos gobierne un caballo, que ya tendremos todo resulto. Pues no, comenzamos hace años con modelos educativos megapijos, basados en la no competitividad, en no suspender ni incluso justificadamente, en repartirlo todo sin méritos, en el buen rollito. En no postergar la recompensa, todo instantáneo, como en la vida real pero al revés. En aprender sin referencia jerárquica, al contrario que el resto de especies y que la nuestra hasta hace pocos años. Estamos generando gente aborregada y conformista, sin obligaciones, educada con unas promesas y en un modelo no sostenible, que cuando se enfrente a la realidad lo haga quizás de forma violenta. Mirad los repuntes de machismo salvaje entre los jóvenes educados en el todo vale.

Luego, cuando nos empezamos a dar cuenta de la cagada, envolvemos la realidad en teorías bellísimas sobre docencia inventadas por teóricos cuyos hijos, eso sí, estudian en el extranjero, y que obligan a los docentes a duplicar el esfuerzo a coste cero. Y no se cambia nada. Y todo sigue, y sin hacer caso a los maestros de a pie que ven como pasa la bola de nieve cada vez más gorda, en forma de promociones. Promociones que no se filtran, se tapan los ojos y se mandan arriba, que se encarguen los siguientes educadores…y al final pasa lo que vemos en las recientes noticias. Y claro, la culpa es del último filtro, de la Universidad.

Tendremos culpa, pero es que tenemos que amoldarnos a lo que viene. Y en un sistema que peligrosamente no prima la excelencia desde la oficialidad gubernamental. Para recoger medallas sí, pero poco más. Sistema que ha hecho crecer universidades y grados como flores, con el mismo planteamiento de chocolate para todos. Y si los políticos se olieron la tostada imaginaos. Vamos, no hace falta imaginar, está en los telediarios.

Desde esta barricada reivindico que el problema es de los ignorantes y de los mezquinos, no de las instituciones. Decía Miguel Servet, que el problema de este país es que está lleno de semidoctos que se creen doctos. El famoso dicho de que cuando le das la gorra a uno se cree un general. Que los malos políticos y los amigos de lo ajeno (público en este caso) han campado a sus anchas, creyéndose doctos y con la obsesión de la titulitis para enmendar lo que no lograron en sus numerosos años de supuestos estudios.

Reivindico el carácter de excelencia de la Universidad, porque es lo que intento cada día, en la docencia y en la investigación, y es lo que veo a mi alrededor en la mayoría de los casos. Que excelencia, como decía Henry Ford, es hacer las cosas bien cuando no miran. Ser lo más y aparentar lo menos, de lo que presumía Calderón. Independientemente del pago. Porque es nuestro trabajo. Estoy especialmente orgulloso de los cuatro doctorados que he codirigido y de los tres en desarrollo. De lo que aprenden, que es lo menos importante, y del carácter y capacidades que desarrollan en ese camino. Eso es la excelencia. Dos doctoras, Charo y María, están en el extranjero en puestos directivos de empresas e instituciones de renombre mundial. Luis, con una pierna en la empresa privada y con la otra intentando continuar el tema de investigación que le enamoró y que nos contagió a tantos, los ajos. Y Leticia, dedicada a la docencia en secundaria, con una actividad sobre innovación docente que impresionó al tribunal de su oposición, que hace alucinar a sus alumnos con sus vídeos de aprendizaje inverso, haciéndoles aprender casi sin querer. Ella desarrolla la tarea quizás, más importante, visto lo visto. Adivinad de dónde le viene la genialidad. De currar y currar lo que no está en los escritos. Por eso, que no os engañen, habrá manzanas podridas, pero la excelencia sigue intacta, convivo con ella a diario.

No reclamamos medallas ni premios por trabajar bien, porque es nuestra obligación y punto. Lo que debemos reclamar son unas condiciones de trabajo dignas, que seamos escuchados. Que no se hable mal del cesto simplemente por unas manzanas podridas, como existen en todos los ámbitos laborales. Que esos garbanzos negros no tengan el camino más fácil, que nos dejen trabajar. Por eso estad tranquilos, no prestéis tanta atención a las personas que hablan a gritos en la televisión. Y puestos a pedir, escuchad alguna vez una opinión fundamentada en muchas horas de estudio y de preparación, en lugar de lo primero que se le ocurre a la ex de un torero. A lo mejor aportábamos ideas interesantes al debate social. Qué cool sería.

 

Foto: hdnh.es