Quiero dar las gracias, a modo de presentación, a mis amigos de ciudadrealdigital.es, que me han ofrecido la posibilidad de colaborar, hablando periódicamente de lo que se me ocurra. Vaya, pues así, en general, es bien difícil, habida cuenta de que este diario es completito-completito y abarca todas las secciones; muy bien llevadas y traídas, además…

¡Ya está! ¡Cómo no se me había ocurrido! Voy a hablar de rugby, desde el punto de vista de una completa neófita. Tengo que decir que solo he visto dos partidos en mi vida, eso sí, en vivo. Y cuesta entender las cuatro reglas que hay (aunque con tantas variantes como en el golf). El que —como yo— va al campo y se sienta en las gradas, solo ve a unos cachas en la denominada “melé”, que viene siendo como el juego del “garbancito” de nuestra infancia pero menos bruto. Sí, porque en aquel “garbancito” infantil, a más de un@ se nos quedaban después las costillas para el arrastre, arranque inicial de ese dolorcillo impenitente que todos terminamos por acusar años después.

Pero me estoy desviando del tema (la capacidad de síntesis no es mi fuerte). Una vez ha salido la pelota, no pasan ni dos segundos cuando otra vez los cachas vuelven a estar amontonados en el suelo por un placaje al que la tiene en su poder. Esto no es como en el fútbol y el placado no ha de tomarlo como una ofensa, ni defenderse clavándole la bota al contrario en la espinilla. Señores: ¡que el rugby es un deporte de caballeros!

Ya sabía yo que mi disquisición surrealista quería llegar a alguna parte, así que ahí os dejo mi reflexión de hoy: “Nunca respondas al ataque de tu contrario en su mismo estilo”.

Muchas gracias por vuestra atención, y hasta la próxima.

mrdemiguelproc@hotmail.com