jueves, 18 de abril

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Barricada Cultural

 

Ha llegado un ciclista

por Ignacio Gracia

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(Dedicado a mis compañeros de la Peña Ciclista el Prado: Amancio, Vicente Millán y Paco Espinosa. Simplemente tres CICLISTAS. Y al ciclista José María, para que siga apretando el culo en el entrenamiento diario)

 

Es un hombre viejo. Pero –como decía Sampedro- todavía no un viejo, a secas. Es delgado, enjuto. Fibroso el cuerpo, quemado por cientos de soles como sólo saben los que practican este ingrato deporte, la gente del campo, y algunos otros trabajadores de oficios peculiares. Tiene la marca, menos morena, de las correas del casco. La cara, sobre todo los ojos, surcada por innumerables arrugas. Arrugas de las que se exhiben como medallas, porque muchas de ellas no son consecuencia de la edad, sino de aguantar sufrimiento. Preguntad a los escaladores. Lleva una bicicleta cromada muy simple, pasada de moda. Con los cables por fuera. Con los cambios que se accionan mediante unas palancas en el cuadro. Pero si prestaseis atención os daríais cuenta que esa bici soldada a mano es en realidad una virguería. En su día, como tantas otras cosas, fue un sueño que costó muchos salarios; pero es hombre que ni antes ni ahora exhibe o valora cosas por su precio. Funciona impecablemente. Mejor que el 99% de las que se pueden encontrar en la concentración ciclista. Las cubiertas perfectas, innumerables cambios de cadena cuando toca. Habla poco, porque está pendiente de la carrera. Si acaso dedica una sonrisa a algún niño de los que contemplan la carrera cicloturista. Los que son el futuro.

 

Lleva un maillot un poco descolorido de un equipo patrocinado por una marca de papel de aluminio. No porta en los bolsillos barritas ni geles, solo un par de bocadillos, dos manzanas, un plátano y unos dátiles. En el bidón, enfundado en un calcetín húmedo, lleva agua con un poco de azúcar, limón y bicarbonato. Un pequeño chubasquero de plástico y una bolsa con hojas de papel de periódico para las bajadas. Lleva varias para dar a algún compañero, porque a pesar de que al principio muchos se ríen de él cuando se las mete en el pecho, siempre se las acaban pidiendo.

 

Verlo ir en bici emociona. Ponerse detrás de él en las bajadas es recibir un máster sobre como trazar curvas. Saber colocarse para hacer el mínimo esfuerzo. Andar delante en las subidas para que el último de los fiebres que te adelanta te permita engancharte a su rueda. Se conoce todas las carreteras, todos los atajos, todos los vientos, todos los trucos. Habla de las pendientes de cada puerto como si lo hiciera de la espalda desnuda de una mujer. Es capaz de percibir miles de rugosidades en el asfalto. Cuando tira de una grupeta milagrosamente se acaban las tonterías de niñatos que quieren exhibirse y el paquete, coordinado como un reloj suizo, se desliza a velocidad constante y veloz, sin sobreesfuerzos, de forma que todo el pelotón disfruta de una extraordinaria salida, de la charla con el compañero. Y encima llegan antes que si hubiesen ido a arreones.

 

Siempre tiene un consejo para el amigo. Come. Bebe. Un poco más despacio, que los pillamos en la subida. Y vaya si los pillamos. Puede ir donde quiera, y por eso siempre se descuelga para acompañar a los más flojos. Si pasa un rato y no lo ves es porque seguro se ha parado para echar una mano en un pinchazo. A veces a chicos jóvenes que lo habían pasado con desdén en la salida, veloces como flechas. Mientras te infla la rueda aprovecha para echarte la bronca por llevar las cubiertas gastadas y por tirar el papel de la barrita al suelo. Es una enciclopedia de ciclismo rodante.

 

Cuando llega a una marcha cicloturista multitudinaria, sin pretenderlo, destaca por su apariencia. Parece una isla entre miles de maillots coloridos a estrenar, bicicletas de carbono con cambios inalámbricos, geles milagrosos, parches para ganar una milésima en la llegada, bebidas recuperadoras y todos los adminículos pijos que se acaban de publicar en la revista de referencia. Pese a ello todos los que saben –o intuyen- algo de ciclismo le abren hueco y le dejar avanzar adelante con respeto. Ocurre que, simplemente, acaba de llegar un CICLISTA.

 

Foto: leroica.it