viernes, 29 de marzo

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Barricada Cultural

 

Dos hombres y un destino

por Alejandro G. Calderón

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Leer. Leer y sentir que aquello que lees, aunque fuera escrito hace siglos, fue escrito para ti. Porque sientes que eso es precisamente lo que necesitas que te digan, en ese momento, y no en otro. Quien lo haya experimentado sabe lo mágica que es esa sensación.

Mi historia con este libro es bastante curiosa, mucho más de lo que estos párrafos me dejarían comentar. Como mucha gente a lo largo de su vida hubo momentos en el pasado en los que necesité ayuda psiquiátrica, y una de las personas que me trataron me recomendó esté libro una vez, pero pasó mucho tiempo en mi estantería hasta que me decidí a leerlo.

“El último encuentro” de Sándor Márai es la historia de dos amigos, inseparables desde la infancia, que viven en un tiempo de cambios acelerados (transición entre el siglo XIX y el XX). El camino de ambos se bifurca en su juventud, pero a pesar de ello mantienen un nexo inquebrantable basado en la necesidad de mantener una última conversación, muchos años después, sobre aquello que propició esa ruptura y sobre todo lo que ambos han reflexionado en torno a ello a lo largo de toda una vida. Al borde de la muerte, y ya cansados de vivir, lo único que les empuja a seguir respirando es el deseo imperioso de ese último encuentro.

Un libro sin duda inolvidable, que juzgué apresuradamente, sembró en mí una semilla de reflexión muy densa. Y es que, se trata de una historia simple, sin florituras, que conforme pasas las páginas se revela como un cauce para las reflexiones del autor. Él habla a través de sus personajes sobre la honestidad, el honor, el respeto, pero sobre todo sobre el papel que estos conceptos juegan en una relación humana ideal. Un ideal, quizá, anacrónico, en los tiempos del “dejar en visto”, las relaciones de usar y tirar, y el menosprecio al hecho de que alguien te regale desinteresadamente su tiempo.

Quizás la moraleja sonaría a algo así: si algo es real, deja huella, una huella indeleble. Y quizás, teniendo esto en cuenta, podamos preguntarnos: ¿acaso merece la pena conformarnos con menos?

“Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora, hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre, sin un ideal así.”

 

Foto: atraparte.com