jueves, 25 de abril

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Barricada Cultural

 

Carissima Virna

por Fernando Aceytón Sorrentini

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Jack Lemmon tuvo la suerte de acudir a una despedida de soltero y acabar pasando una noche con la stripper rubia que salía del interior de la tarta. Fue en la película Cómo matar a la propia esposa (Richard Quine, 1965), una de las comedias americanas más brillantes de los años sesenta, tan cínica, irreverente y cargada de vitriolo que resultaría imposible de rodar en nuestros días, puesto que resultaría políticamente incorrectísima. La susodicha rubia era Virna Lisi, la venus mediterránea recién caída en Hollywood.

Virna Pieralisi, tal era su nombre auténtico, pertenecía a una estirpe de mujeres exuberantes que pretendían ser la encarnación del ideal de belleza de la mujer popular meridional (conocidas como maggioratas) y que poblaron el cine italiano de los cincuenta, con Shopia Loren como principal representante junto con Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida o Silvana Pampanini. La Lisi, sin embargo tenía dos características que la diferenciaban del resto: su sofisticada imagen y su deslumbrante cabello rubio. Su carrera comenzó en películas del más típico cine de barrio italiano, como ……e Napoli canta (1953), así como en los famosos péplums de romanos. No obstante, el triunfo le llegó en 1964 con El tulipán negro, un remedo francés de El Zorro, en el que compartía cartel con Alain Delon.

Marilyn Monroe había fallecido de trágica forma y el éxito de la citada película hizo que Hollywood se fijara en ella como nuevo prototipo de rubia explosiva y sofisticada. Pero Virna, con su indomable alma italiana, no estaba dispuesta ser encasillada en papeles de rubia florero. Salvo la referida obra maestra, el resto de su carrera en la meca del cine se limitó a su participación en films agradables en los que se codeaba con estrellas de la época. Rechazó una oferta para ser chica Bond y otra para ser Barbarella, igualmente había rechazado aparecer sin ropa en la revista Playboy y hasta el cortejo de un galán como Frank Sinatra. Harta de ser una Marilyn de segunda, regresó a Europa, donde el cine había cambiado mucho; sin embargo intervino en una magnífica película con la gran Anna Magnani y el gran Anthony Quinn, El secreto de Santa Vittoria (1968). También dejó su huella en una película que causó gran escándalo en los setenta, Mas allá del bien y del mal (1977), dirigida por Liliana Cavani. El tiempo pasó y su belleza se marchitó, pero esa gran actriz que siempre estuvo bajo su piel volvió a resurgir en La Reina Margot (1995), ganando el premio a la mejor actriz en el festival de Cannes y el César francés, a ello sumó cuatro Davide de Donatello italianos. La gran dama del cine italiano estuvo casada más de cincuenta años con el reputado arquitecto Franco Pesce, que llegó a ser presidente de la Roma Club de Fútbol; fue el gran amor de su vida y murieron con escaso meses de diferencia. Italia supo amarla y valorarla. En su obituario (falleció el 18 de diciembre de 2014), alguien incluyó un diálogo extraído de una de sus comedias: “¿He dicho algo inconveniente? No, pero con ese rostro podría decir usted lo que quisiera.”

Marcho mañana a Roma, mi ciudad favorita. Tengo pensado trasegarme un par de Aperol Spritz en el Harry´s Bar en su honor.

El vino de esta semana es un francés bueno y barato: Château Haut-Lalande Gran Vin 2015, un Burdeos largo y elegante, con una sorprendente relación precio-placer: menos de 9 euros. Merlot muy recomendable.

Sigan con salud.