martes, 7 de enero

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Barricada Cultural

 

Pecados capitales. Ira

por L. Mariano Carmona Rodríguez

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“Sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado”. A cualquier emoción le precede un pensamiento y le sigue, casi siempre, una acción. Rabia e ira son sinónimos y aunque ya escribí sobre la rabia, ahora, desde otra perspectiva, trataré de analizar el concepto de ira como pecado capital.

Los vicios capitales pueden ser clasificados también en relación a las virtudes a las que se oponen, sería en este caso su contrario, la calma, una virtud más que apreciada y a la vez envidiada, no es fácil mantenerla en todas las situaciones e incluso, podría decirse que es poco aconsejable, me explico. Imagínense una situación de peligro grave para la propia integridad en la que para poder salvarse, se necesita una sobreactivación de todo el organismo que permite a éste, aumentar el vigor, la fuerza y la resistencia. Todo un complejo mecanismo físico y químico se pone en alerta para recuperar el control perdido. Aquí, no podemos buscar la calma, tomar tiempo, sopesar o analizar, hay situaciones en las que uno necesita actuar rápidamente y a veces, con un extra de energía que sólo se puede alcanzar en situación de ira.

Pero por regla general es una emoción que suele ir acompañada de violencia descontrolada y en este punto, cualquiera es capaz de hacer cualquier cosa. Nadie está libre de cometer actos de extrema violencia y destructivos, más que innecesarios casi siempre, en un estado alterado emocionalmente donde la rabia se apodera de nosotros y no es uno mismo quien controla la emoción, sino al revés.

No es la ira un pecado en sí, controlado y manejado sin agresividad ni destrucción es incluso sano, pero la ira descontrolada, agresiva y destructiva, se torna en capital por los efectos que produce: daño, rotura, pesar, miedo, tristeza, dolor. Es por tanto un arma de doble filo a la que no basta con pedir confesión y perdón después para compensar o equilibrar el daño causado, es una herramienta de supervivencia a la que sólo se debe recurrir si es uno mismo quien se encuentra en peligro potencial y nuestra propia integridad está más expuesta que la del otro, si no es así, suéltala contra un saco vacío que no sufra por los golpes recibidos y así no tendrás que pedir perdón o clemencia después, porque a veces, cuesta perdonar.