viernes, 1 de noviembre

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Opinión

Aquí no dimite (casi)nadie

Por Fermín Gassol Peco

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Incluyo (casi) porque las dimisiones de políticos en nuestra nación son hechos muy extraños e infrecuentes. Todo lo contrario de lo acaecido en países de nuestro entorno donde estas dimisiones son habituales en cuanto cae sobre un político la más mínima sospecha de haber realizado un acto indecoroso. Hechos que pasan por ser de muy diversa entidad, llamando la atención lo trivial de alguno de ellos.

Y es que existe un viejo axioma en democracia: su credibilidad y calidad la marcan de manera primaria y determinante el nivel de sus representantes públicos. Una democracia no es algo estático y cerrado, antes bien, que todo en esta vida, en política también, presenta unos niveles y como consecuencia inmediata de ello el grado de confianza que la ciudadanía mantiene en el tiempo hacia ellos. Dicho de otra manera, la ilusión y el crecimiento de una democracia concreta pasa necesariamente por el comportamiento ejemplar de sus políticos…y políticas, para ser ahora también “políticamente correcto”. Y otro dato sumamente identificativo para calibrarla: Cuanto más consolidada está una democracia, cuando mayor es su calidad, el sentido de apropiación que tienen tanto los políticos como los partidos hacia sus cargos es de menor hasta ninguno.

El término “y tú más” que con tanta frecuencia se escucha en las declaraciones, barata estrategia de los partidos para intentar justificar comportamientos a veces escandalosos de alguno de sus miembros, es un signo nocivo de la falta de responsabilidad que lleva a pensar de nuestra política algo que desgraciadamente suena demasiado a hueco, a falta de contenido, a ausencia de veracidad, pero sobre todo y lo que es más peligroso, a cierta lejanía y falta de conexión con los votantes que además son contribuyentes.

Todavía está por ver que un partido político reconozca sin problemas los errores que haya podido cometer y no lo haga por considerarlo un éxito de los demás, como si los votantes no tuviéramos capacidad de análisis, o ¿es que así nos consideran? Ese bochornoso “y tú más” no pretende sino intentar tapar de una manera burda las propias vergüenzas mostrando otras del adversario político, en una dinámica de huida hacia adelante a costa de un peligroso retroceso y distanciamiento cara a la ciudadanía que los ha votado.  

 Aquí no dimite (casi) nadie aunque se saquen pruebas que evidencian la relación con casos de corrupción de mayor o menor grado, titulaciones falsas o ser sospechosos de prevaricaciones. Aquí no dimite (casi) nadie porque piensan que el cargo es de su exclusiva propiedad. Aquí no dimite (casi) nadie porque no existe el menor respeto hacia sus representados.

Aquí no dimite (casi) nadie porque prevalece el interés personal o de partido frente a la decencia general. Aquí no dimite (casi) nadie porque todo acto público se reviste automáticamente con cariz político. Aquí no dimite (casi) nadie, como antes dije, porque parece que con ese acto se otorga una victoria al contrincante político.

Aquí no dimite (casi) nadie porque muchos de los implicados se han convertido en profesionales de la cosa magníficamente pagados. Y ya sabemos que si se van…Aquí no dimite (casi) nadie porque resulta doloroso dejar el coche, el chófer, el o la secretaria, hoteles, viajes, demás prebendas y miles de euros al mes para volver a ganar…bastante menos. Aquí no dimite (casi) nadie porque la política facilita relaciones personales de poder, si no resulta inexplicable que algunos de ellos, con fortunas personales, caigan en el pozo de la corrupción más grotesca.

Aquí no dimite (casi) nadie porque la política como ejercicio de poder  es un plato exquisito con un sabor tan rico, intenso y contundente que resulta un deleite para todo aquél que lo ha probado. Tuvo razón Bossuet al decir que: “La política pretende ser un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”.