viernes, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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Trágica información ()

Director: Phil Karlson

Intérpretes:
Broderick Crawford, Donna Reed, John Derek, Rosemary DeCamp, Henry O'Neill, Harry Morgan, James Millican, Griff Barnett, Jonathan Hale

Sinopsis: El ambicioso editor de un periódico ve su éxito amenazado con el regreso de su ex mujer, a la que abandonó veinte años atrás. Tras matarla involuntariamente, se encuentra con que sus mejores periodistas se ocupan de investigar el caso. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Intentar recordar una película vista hace la friolera de cuarenta y un años, esto es, en 1977, en un pase emitido por la Segunda Cadena de Televisión Española un domingo por la noche –grabé el dato- es tarea un tanto ardua. Lo que facilita refrescar la memoria es el buen sabor dejado.

En aquél momento me quedé también con el nombre de su director, Phil Karlson, un maestro de la serie B durante las décadas de los 40 y 50 del siglo XX. Curiosamente, al año siguiente en idéntica cadena, nos regalaron a los aficionados un ciclo con alguna de sus películas más granadas: CALLE RIVER 99, EN UN APRIETO, LORNA DOONE, VIVIR ES LO QUE IMPORTA o SAFARI EN MALASIA. Al poco tiempo fui completando su filmografía por idéntico medio con la excelente EL CUARTO HOMBRE u otras perlas como CUANDO EL HAMPA DICTA SU LEY, EL IMPERIO DEL TERROR o LOS HERMANOS RICO. También con el magnífico, bíblico y tenso western EL SALARIO DE LA VIOLENCIA. No quiero olvidar tampoco dos delicatesen adscritas al género de aventuras, CAMINOS SECRETOS y HELL´S ISLAND.

Realmente, todos los noir que he visto suyos me parecen igual de excelentes que los mencionados o en especial ese CUARTO HOMBRE. Y, casi encabezándolos, TRÁGICA INFORMACIÓN (SCANDAL SHEET) que, como manifiesto tantas veces de títulos de esta época gloriosa del cine norteamericano, bien podrían ser incluidos, a su vez, en un apartado de cine anticipativo, atemporal o perfectamente vigente hoy en día.

En el primero porque muestra un fenómeno que hemos visto repetidos cientos de veces en décadas posteriores, el amarillismo; el segundo porque, al fin y al cabo, habla de la condición del ser humano, de sus miserias, cinismos y puntuales virtudes.

Porque sí, de esta película conservo intacto el recuerdo de la falacia, la falta de ética y de algo más que destilan algunos de sus protagonistas principales (el ambicioso editor o el carroñero joven periodista, un espléndido y sudoroso Broderick Crawford y un imberbe John Derek), al igual que la dignidad, la entereza, la concepción de la profesión desde una postura íntegra que representan otros (curiosamente una mujer y un periodista de la vieja escuela, Donna Reed y Henry O´Neill). Una de sus muchas virtudes es el contraste entre estos individuos tan contrapuestos.

Karlson los dibuja perfectamente con su ágil cámara, succiona y consigue que transmitan aquello que no pueden o se atreven a decir. Uno de ellos –el citado reportero Derek- bien podría ser un antecesor del fotógrafo Joe Pesci en esa otra maravilla más reciente titulada EL OJO PÚBLICO. Quedaría también grabada en mis retinas, el tratamiento de la luz, de esas calles desiertas, esos espléndidos planos nocturnos y algunas secuencias modélicas (a propósito del alcoholizado ganador del Pulitzer, de ese trágico episodio con Rosemary DeCamp).

Supone todo un alarde de falta precisamente de ello, una demostración de cine escueto, de serie B, incisivo, contundente, afilado como una buena navaja, expeditivo. Tan directo como Broderick Crawford, escarpado y sofisticado a la vez dentro de las pautas de un género que estaba viviendo su momento de máximo esplendor.

La base de la historia original procede del enorme cineasta –y también periodista- Samuel Fuller (CORREDOR SIN RETORNO), el cual no pareció quedar del todo contento por el resultado, pero eso es anecdótico. También Stephen King renegó de la versión de su obra EL RESPLANDOR y a mí me encanta.

No decae ni un instante, o así ha quedado grabada en mi disco duro, posee un ritmo creciente y un clímax final estupendo, aunque algunos le achacaran precipitación, algo con lo que discrepo, pues más bien lo considero la manera eficaz con la que los maestros de la época resolvían sus propuestas económicas de concisión narrativa y metraje.

El caso es que todas las piezas acaban encajando como un puzzle y son difícilmente olvidables algunas de sus panorámicas neoyorquinas, su fotografía de bares o salas de prensa, esas calles desoladas, esa precisión de encuadres crispados…

Formidable.

José Luis Vázquez