martes, 23 de abril

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Estreno en Royal City

Compartir en Facebook Compartir en Twitter Imprimir crítica

El gran showman ()

Director: Michael Gracey

Intérpretes: Hugh Jackman, Michelle Williams, Zac Efron, Zendaya, Rebecca Ferguson, Diahann Carroll, Fredric Lehne, Yahya Abdul-Mateen II, Isaac Eshete, Katrina E. Perkins, John Druzba, Shawn Contois, Ethan Coskay, Jamie Jackson

Sinopsis: Biopic sobre Phineas Taylor Barnum (1810-1891), un empresario circense estadounidense, fundador del "Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus" conocido como "el mayor espectáculo en la tierra". (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“El arte más noble es el de hacer felices a los demás” (P. T. Barnum)

“Anne, no saben mirar más allá” (Zac Efron)

Por supuesto, las opiniones son libres, pero deberían ser contrastadas al cabo de un tiempo, con hemeroteca y siempre teniendo en cuenta el derecho que cualquiera tiene a cambiar de opinión o a evolucionar, que queda más fino. Pero qué cansadito estoy de los que tildan a cierto cine norteamericano de falto de contenido, edulcorado, superficial, epidérmico o mistificador. Y no ya porque se ajuste más o menos a esos calificativos o no, sino porque ello da lo mismo.

Pero bueno, qué pasa, que para ser valorado por una “élite” hay que tirar siempre de sombreados y sordidez. Me encanta que sea así, pero me encanta también, a veces hasta más, este otro luminoso, resplandeciente, vitalista, espectacular, disneyano si quieren (bendito sea el mago de Burbank), que representa EL GRAN SHOWMAN, título español del original que viene a ser más explícito, EL SHOWMAN MÁS GRANDE… que es casi lo mismo y no lo es.

Ese tipo en cuestión es nada más ni nada menos que el inventor del circo moderno, del gran espectáculo teatral de variedades, del “freaks show”, del inductor de la industria del entretenimiento tal y como la hemos entendido durante muchas décadas y hasta siglos… hasta casi prácticamente nuestros días.

Me refiero a P. T. Barnum, un individuo de origen humilde que acabaría construyendo un imperio del ocio y una fortuna en los Estados Unidos de mediados del siglo XIX, en plena expansión de tan gigantesco país. Su vida, esta misma película, bien podría considerarse un “cuento dickensiano”. Y nada mejor que las fechas navideñas para disfrutarlo, pudiendo además convocar con el máximo de garantías a toda la familia, incluyendo a los más menudos de la casa. Aunque bueno, nada más lejos de mi intención que mostrarme taxativo, pues no sería adecuado en erigirme en portavoz de los mismos. Digamos que es una intuición de zorro avezado de salas cinematográficas.

En cualquier caso este “biopic” musical resulta deslumbrante, barroco, seductor en todo momento, apabullante. Y no me preocupa tanto que se ajuste o no a hechos, o a que aborde preferentemente los aspectos más nobles y positivos del personaje recreado (algo que por otra parte sería cuestionable, pues tangencialmente trata y queda también constancia de su rencor social y de un humillante desdén en un momento dado a esos diferentes que le ayudarían a cimentar su reinado artístico) sino a que realmente consiga envolverme con su imaginería, en algunos momentos rayana con la de MOULIN ROUGE. También esta superproducción norteamericana cuenta con un director australiano como aquélla, Michael Gracey, en la que constituye su afortunadísima opera prima.

Hay ideas visuales verdaderamente brillantes, como –pondré solo un ejemplo para no chafar nada más- la de esas sábanas convertidas en cuerpo de baile. Y creo que serán pocos los que pongan en duda la calidad de su dirección artística, ambientación o vestuario.

Las canciones me resultan también de lo más atractivas, en concreto las que corren a cargo de ese bellezón sueco llamado Rebecca Ferguson. Téngase en cuenta que sus compositores son los mismos de LA LA LAND y de esa preciosidad que es CITY OF STARS. Nunca me canso de escucharla.

Cierto que los números de baile o los cantables son deudores más bien de lo efectuado en el montaje que de grandes despliegues coreográficos, pero acaban mostrándose de lo más efectivos y envolventes.

Sumen a eso un Hugh Jackman y a una Michelle Williams francamente espléndidos y que si mis informaciones son correctas interpretan ellos mismos las canciones, o un Zac Efron de lo más resultón, más unos secundarios de primera y tendrán otro apartado más que raya a gran altura. Son muchos los que lo hacen a tan gran nivel.

Y luego está ese hálito romántico que recorre a la historia de principio a fin, y que está imprimido con la sensibilidad requerida y el encanto necesario.

Como se decía antiguamente… me lo he pasado pipa. Seguramente lo repetiré unas cuantas veces más a lo largo del tiempo y sin duda alguna a corto plazo.

Tanto durante su proyección como a la salida me invade la felicidad. De eso trata este invento ¿no es así?

José Luis Vázquez