viernes, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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La vida en un hilo ()

Director: Edgar Neville

Intérpretes: Conchita Montes, Rafael Durán, Guillermo Marín, Julia Lajos, María Brú, Alicia Romay, Eloísa Muro, Juana Mansó, Julia Pachelo, Joaquina Maroto, María Saco, Joaquín Roa, Manuel París

Sinopsis: Después de enterrar con todos los honores a su difunto esposo, una joven viuda abandona la sórdida vida provinciana y se va a Madrid. Fue una etapa muy dura de su vida, que debió soportar con resignación, pero ahora está dispuesta a recuperar el tiempo perdido. En el tren coincide con una adivina. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“Yo lo que percibo es lo que pudo ocurrir y no ocurrió” (Julia Lajos)

 

Lo han proclamado muchos, el colega Carlos Aguilar uno de ellos, y no seré yo quienes les desdiga, LA VIDA EN UN HILO es una de las comedias mejor construidas del cine español. Muchas otras que vendrían tiempo después y que se prolongan hasta nuestros días beberían, consciente o inconscientemente, de la misma. Desde la genial ¡QUÉ BELLO ES VIVIR! hasta las más relativamente recientes FAMILY MAN y DOS VIDAS EN UN INSTANTE, hasta la actual LA LA LAND.

Pero a todas las supera la aquí comentada, salvo a la citada obra maestra de Capra y al musical de Damien Chazelle, si no en definitivo acabado formal sí en cuanto a alegría de vivir y pionerismo por ser la primera de la que tengo constancia en manejar admirablemente lo que es el asunto principal de la historia.

¿Y cuál es este? Muy sencillo y complejo a la vez. Parte de la premisa de ¿qué habría sido de la vida de una mujer si se hubiera casado con otro hombre en vez de con su difunto marido? Supongo  que hora entenderán mejor el porqué de los títulos anteriormente citados.

Partiendo de modelos clásicos de la comedia norteamericana del momento (el citado Capra, Lubitsch o Preston Sturges), de la cual su director, el gran Edgar Neville, era un apasionado admirador, este llevaría a cabo un novedoso y original trabajo de una modernidad sorprendente, y no solo por la utilización de “flash backs” y los saltos temporales, algo muy adelantado para el cine español de la época, sino por la manera de elaborar las situaciones.

Sí conviene aclarar que tal vez sea su obra en la que más renunciaría a algo inconfundible en su filmografía, el casticismo, el sainete. En algún momento asoma u poco esto pero es de manera breve, a través de esas conversaciones de amigos o esas inefables tías del pueblo.

También en lo argumental presentaba numerosos atractivos. Las tres líneas fundamentales en la que se mueve el texto escrito por el propio Neville (uno de los grandes cineastas autóctonos de todos los tiempos) son la de una aguda crítica a las clases altas, a la burguesía, y esa  idea que da casi siempre tan buen juego de lo que pudo ser y no fue. Me resulta inevitable volver a mencionar esos cinco minutos finales de LA LA LAND. Las jugarretas del destino, las casualidades de la vida, la naturaleza del azar, como prefieran decirlo, es su sustento principal.

Para ello utiliza unos diálogos son de gran viveza, chispeantes. Contribuyen poderosamente a que la historia avance ágilmente. Resulta muy acertado el tono entremezclado de candor, malicia (más considerable de lo que pueda parecer a simple vista), sarcasmo y fabulación.

Igualmente contaría con la complicidad de unos cuantos intérpretes  ideales, en especial una elegante y cosmopolita Conchita Montes, pareja del cineasta en la vida real. Pero por ahí pululan también Guillermo Marín (el pretendiente formal y aburrido) y Rafael Durán (el bohemio). Resulta igualmente sustanciosa pero mucho más breve la aparición de Julia Lajos como la adivinadora con la que coincide la protagonista en el tren.

Si quien lea esto no conoce todavía la obra de Neville no dilaten más esa carencia. Acudan o intenten ver en cuanto puedan DOMINGO DE CARNAVAL, EL BAILE, EL ÚLTIMO CABALLO, EL CRIMEN DE LA CALLE DE BORDADORES o  esa inclasificable, insólita y estupenda LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS.

LA  VIDA EN UN HILO no triunfó comercialmente cuando fue su estrenada aunque la crítica la recibió estupendamente y el boca oreja contribuyó a que muchos la conocieran. Eso sí,  daría origen a –esta sí- una exitosa obra teatral llevada a cabo por el propio autor y a un “remake” cuarenta y siete años después firmado por el principalmente escenógrafo Gerardo Vera.

Uno de los títulos de oro del cine español. De una asombrosa vigencia y a conocer urgentemente por quién no lo haya hecho todavía.

 

José Luis Vázquez