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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Domingo, 17 de diciembre

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Foto: Eric Bana y Sean Harris en Líbranos del mal/Deliver us from evil

-Dejo el segundo y último estreno que me falta por ver para este lunes. Aprovecho para volver a revisar –por tercera vez- PERFECTOS DESCONOCIDOS:

La disfruté mucho la primera ocasión que tuve de verlo, pero en esta es cuando más lo hago. Hasta el punto –solo me ha pasado este año con ROSALIE BLUM- que la he subido un punto, hasta alcanzar la máxima calificación de 5. Supone hasta este momento es mi trabajo favorito de Álex de la Iglesia hasta la fecha… y los tiene muy buenos: LA COMUNIDAD, EL DÍA DE LA BESTIA, BALADA TRISTE DE TROMPETA. Es francamente brillante, espléndido, divertidísimo, punzante…

Vuelvo a traer a colación la crítica escrita con motivo de su desembarco en Ciudad Real. La ratifico punto por punto y la rocío de un mayor énfasis y entusiasmo.

El móvil es el detonante de dos de las mejores películas españolas de 2017, EL AUTOR y PERFECTOS DESCONOCIDOS, estrenadas casi al mismo tiempo, cuando ya el año comienza a declinar.

Lo que no declina es una intensa luna entre marciana y hemoglobínica que por un momento, es decir un plano, parece extraída del apocalipsis sugerido por Lars Von Trier en su muy apreciable MELANCOLIA.

Nada que ver en cualquier caso el registro tonal de ambas. El bilbaíno Álex de la Iglesia, en algo inusual en su filmografía, trabajar con textos previos que sean de otros, se deja de ensimismamientos y lleva a cabo un personal “remake” de una recientísima –de 2016- y exitosa –ganó el David di Donatello como mejor producción- comedia italiana de Paolo Genovese, PERFETTI SCONOSCIUTI.

El guión, que vuelve a firmarlo con su inseparable Jorge Guerricaecheverría, aspecto este siempre tan determinante, hasta el punto de que ha sido el causante de que algunas de sus últimas obras - hayan resultado fallidas –LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI o EL BAR-, al venir esta vez en buena parte determinado por la brillantez de origen (y es que en varias ocasiones los suyos originales pecan de exceso y desmadre atosigador), se erige en su primer acierto. He de reconocer que ha sido convenientemente adaptado, trufado por unos diálogos dinámicos, muy vivos.

La estructura teatral que lo delimita es trascendida por una dirección que hace de la agilidad y el ritmo sus sellos más distintivos.

A partir de ahí, lo que se da por seguro en cualquier obra del vasco, hasta en la más decepcionante (y es difícil considerar así a algún trabajo suyo, tal vez LOS CRÍMENES DE OXFORD o alguno de los títulos anteriormente citados), es su gran brillantez técnica. Esta vez moviéndose tan solo en dos o tres escenarios (en casi menos se desenvolvía en LA CHISPA DE LA VIDA con José Mota), en un alarde digno del Luis Buñuel de EL ÁNGEL EXTERMINADOR, pero manejados con gran precisión y tirando una vez más de esos planos secuencias que ya son marca de la casa.

Otro apartado que se acaba revelando fundamental es la dirección de un buen puñado de actores. Los habitualmente espléndidos Eduard Fernández y Belén Rueda prácticamente vuelven a recrear sus personajes de LA NOCHE QUE MI MADRE MATÓ A MI PADRE. La secuencia de la llamada telefónica entre Fernández y la hija de ambos, de carácter más serio que la mayor parte de la función, es uno de los momentos más afortunados, al revelar la incapacidad de esa psicóloga de éxito de comprender a su propio retoño.

Sin duda, el más divertido es Ernesto Alterío, también es verdad que le sirven en bandeja las situaciones más graciosas y ocurrentes, aunque su vis cómica es innegable, ya la ha dejado patente en otros trabajos (EL OTRO LADO DE LA CAMA, ¿QUIÉN MATÓ A BAMBI?). Le da adecuada réplica la colombiana Juana Acosta como su mujer, algo que también lo es en la vida real, así que la complicidad funciona doblemente.

Dafne Fernández y Eduardo Noriega son un dúo de guapos y resolutivos, ella tirando más de frescura “juvenil”, supuesta inteligencia emocional, y él de innegable encanto seductor.

Y dejo para el final a un Pepón Nieto que prácticamente hace de sí mismo, pero lo lleva a cabo muy bien, con brío y resolución.

Con estas tres parejas de amigos y otro que viene sin ella, sus máximos responsables han construido un artefacto casi de vodevil, pero vodevil fino, que trata sobre la hipocresía, la mentira, el engaño y la traición. En la que el teléfono de marras es la excusa para disimular las miserias que albergamos dentro, determinadas en algunos casos por las partes bajas de los interfectos, algo muy propio de una ancestral cultura machista, absorbida en algunos casos y pautas de conducta por la mujer. También viene a exponer que nunca conocemos tan bien como pensamos a los demás, a los amigos. Y, por supuesto, queda patente que casi todos tenemos algo que ocultar.

Un muy buen divertimento, que sin renunciar en ningún momento a dicha condición bien podría hacer cavilar sobre algunas de nuestras actitudes en la vida. 

-Al llegar a casa y antes de ponerme a ver el debate en La Sexta sobre las elecciones catalanas, me pongo de aperitivo una de terror que se deja ver, LÍBRANOS DEL MAL (DELIVER US FROM EVIL):

Les vuelvo a ofrecer la crítica que publicara en este mismo diario con motivo de su estreno. Me ratifico en lo escrito hace tres años.

Dos cuestiones fundamentales a tener en cuenta a la hora de plantarse ante esta enésima muestra de temática exorcista. Por una parte, creo que no engaña nadie, la mayor parte de los espectadores un poco avisados o que posean un mínimo de información, sabe perfectamente lo que le espera. Y segundo, va de más a menos, o lo que es lo mismo en este caso, a más casquería y gore menos interés.

Respecto a esa primera reflexión, es patente que LÍBRANOS DEL MAL recurre a lugares comunes tantas veces frecuentados por el género de terror, sobre todo desde la impactante aparición en 1973 de la fundacional EL EXORCISTA. De hecho, su director Scott Derrickson, es todo un especialista en la temática, ofreciéndonos hasta la fecha dos exponentes de alto nivel, como así considero EL EXORCISMO DE EMILY ROSE y SINISTER.

Parece ser que su militancia cristiana, sus fundamentos teológicos y la permanente curiosidad por escarbar en casos supuestamente reales son estímulos más que suficientes para que frecuente este tipo de historias.

Vuelve a proponer un producto visualmente atractivo, un tanto deudor de otro subgénero con el que se cruza, el slasher, el cine de psicópatas. Y, concretamente, de uno de sus hitos para mí indiscutibles, SEVEN. Es evidente en esa creación de ambientes putrefactos, sucios, oscuros. Una sórdida visión del Bronx en la que confluyen cuerpos supurados, cucarachas, ratas o gatos crucificados.

En cuanto a mi otra aseveración, es bastante advertible que lo que comienza generando interés, lo que inicialmente es más sugerencia que explicitud, tiene muchísimas más fuerza y misterio que lo que viene en su segunda mitad y desenlace, aunque pueda ser que es lo que más esperen tantos aficionados a este tipo de historias. También sería de esos a condición de que lo que me ofrecieran me sacudiera realmente. Como dentro del ámbito terrorífico me sucedió con el impresionante final de LA NIEBLA de Darabont.

De acuerdo en que se vuelve a mostrar un detallado y minucioso ritual de exorcismo, pero ya todo se encuentra invadido por el “déjà vu”, por la rutina de tantas ocasiones. Para mayor inconveniente, la aparición del sacerdote encarnado por Edgar Ramírez, nada aporta y hasta constituye una rémora.

Aún pese a lo expuesto, los que nos consideramos incondicionales aficionados, a veces nos conformamos con unos cuantos sustos –aquí hay alguno- y con personajes tan inquietantes como el que personifica Sean Harris. Además, el “hulkiano” Eric Bana cumple con elogiable asepsia en su rol de poli investigador.

Una de tantas producciones con patrones preestablecidos, no especialmente distinguida, pero que consigue entretener en buena parte de su metraje. Quedan avisados.