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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Sábado, 25 de marzo

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Foto: Micaela Ramazzotti y Valeria Bruni Tedeschi en Locas de alegría/La pazza gioia

-Cuando inicié este fin de semana cinematográfico quise comenzar por lo más mediático y flojo –EL BAR-, pues me daba en la nariz que lo que me esperaba o venía a continuación –REDENCIÓN, LA CURA DEL BIENESTAR, INCIERTA GLORA y la que ahora les comentaré- podía ser in crescendo, de mucha calidad. Así se cumple desde luego con LOCAS DE ALEGRÍA (LA PAZZA GIOIA):

Me parece que es de esos títulos en los que el boca/oreja va a ir en su favor.

Cuando digo tantas veces al cabo del año que aunque soy un completo enamorado del cine clásico reivindico permanentemente el estupendo cine que también se hace hoy en día, el aterrizaje en la cartelera de películas como ésta no hace sino apuntalar afirmación tan rotunda y convencida.

Si tengo que acudir a eso que suelo practicar habitualmente de poner ingentes calificativos, diría de la misma que es alegre, triste, exultante, patética, eufórica, emotiva, admirable.

Es una comedia trágica, con aspectos y fondos muy duros en lo referido a su sustrato dramático, pero quiero creer que es fundamentalmente esperanzadora. Y no porque cambien en exceso las situaciones de las dos “heroínas” al final respecto a lo expuesto anteriormente, sino porque en el camino se ha construido una poderosa, extraña y difícil amistad entre dos mujeres antitéticas, heridas, solas.

Contenida, desbordante, arrasadora, clasista la una, en otra nueva fenomenal composición de Valeria Bruni Tedeschi, la hermana artistaza en la vida real de Carla Bruni. Una belleza de Botticelli según ajustada definición de un colega. Desolada, machacada, extenuada, más bien pobre o de clase baja la segunda, en igualmente magnífica réplica de la esposa del director con el cual ya me regalara hace seis años una memorable interpretación en LA PRIMA COSA BELLA. Me refiero a Micaela Ramazzotti, nada que ver con el cantante (Eros… eso sí sensual de por sí ella, no en esta ocasión que sale adecuadamente desaliñada, descuidada).

Las dos, la particular relación que se entabla entre ambas, el delicado, sensible y vitalista trenzado con el que se va forjando su amistad, ese viaje o más bien escapada –guiño a la obra monumental de Dino Risi- a la búsqueda de sí mismas, constituye el centro principal, el nudo gordiano de la película.  La conjunción que se establece, respecto a la cual se ha llegado a aludir inclusive al Quijote, da la pauta, el sentido, la medida, el verdadero quid a la historia.

Historia que aborda los asuntos de las enfermedades mentales de otra manera. En absoluto hablando de lo maravillosa que puede ser, ni mucho menos, pero confiriéndole un tratamiento muy humano, tan contradictorio como la mal llamada normalidad de los demás. Y mostrando en cualquier caso la necesidad de los refugios afectivos ante cualquier posicionamiento o lugar en la vida.

Tal vez una de las mejores terapias inventadas contra esa locura y la vida sea la del cine. Desde luego, gracias al mismo es como consigue salir adelante –económicamente hablando- la madre de Beatrice/Valeria,  una metáfora sin pompa ni circunstancia y a la vez una estupenda secuencia.

Hay otras muchas que merecen la pena. Como el primer encuentro de ambas en la consulta, del que no desvelaré nada más. Y hacia el final es fácil que tanto furtivamente o en cascada, les asomen las lágrimas con un reencuentro perseguido. A mí me visitaron. Y sin tener la sensación de que su autor tuviera la necesidad de recurrir a melazas empalagosas o sensiblerías.

Precisamente el mismo, Paolo Virzi, hace tiempo que viene demostrando un inusual talento para hablar de la realidad con lenguaje poético que no hace ostentación de ello, con ternura, con ironía, gracia, reflexión. De hecho, esta también vuelve a constituir, como lo era más a las claras su anterior obra, la espléndida EL CAPITAL HUMANO, un retrato, una disección de una Italia en crisis, en plena rehabilitación, como las dos protagonistas.

Y sí, se cuentan cosas tremendas, pero ello no impide que aflore en todo momento la simpatía, las sonrisas, las risas. Como en LA LA LAND, me quedo con todo, pero especialmente ese plano final tan gratificante, pues lo que pueda suceder en el futuro… que será, será, pero que nos quiten lo bailado y lo disfrutado en el camino, los afectos entablados.

No quiero finalizar sin destacar que por una vez la Toscana está retratada de otra manera, sin obviar su cálida luz, pero sin recrearse en la misma. Tal vez más real, o más agridulce, como lo que se ve en pantalla.

Meravigliosa.

PD: Según me indica mi buena amiga italiana Valeria Riva, PAZZA GIOIA significa loca felicidad. Es una expresión hecha que se refiere a cuando se hace algo fuera de lo normal en cuanto a diversión se refiere.

Frase:

“Queremos estar bien” (Micaela Ramazzotti)